El destino y el estigma de la Selección
¿Qué es el empate? La nada misma. Ni ganar, ni perder, un vaso a medio llenar o medio vacío, incoloro, insípido. ¿Ganar es la cuestión? Parece que más que ganar, lo importante es no perder porque perder no es no ganar sino haber sido superado, vencido, haber besado la lona, rendirse a lo incuesionable: ganó el otro. Quedó esa sensación en el futbolero que asistió al 1-1 de la Selección ante Venezuela. ¿Hay algo más amargo que un empate cuando un triunfo era imperioso? Pocas cosas más frustrantes para el hincha que no poder celebrar una victoria que parecía burocrática, dada la calidad de los adversarios.
Una victoria descontada de antemano, previsible, inexorable, reivindicatoria. Y fueron peor, se sospecha, las formas y las circunstancias del empate que una derrota clara. El 1-1 se leyó como el recibo de sueldo a fin de mes, firmado por Messi como gerente de Recursos Humanos de las aspiraciones de la tribuna. No se llega a fin de mes, no se llega al Mundial. Después llegan las confusiones y así nos va.
La Selección es la Patria cuando debería ser sólo la representación de una parte de todo ese colectivo con el que formamos la Patria de verdad. Una parte, una fracción, un pedazo, pero tan arraigados en el ADN de los nativos que a veces funciona erróneamente como cédula de identidad. Resulta que Messi nació en Rosario y vivió más de la mitad de sus 30 años en
Barcelona. Su formación de futbolista, la que le permite representar a la Argentina, la hizo en Cataluña. Nació en Rosario, sí. Es argentino, sí. ¿Cuánto de futbolista argentino tiene Messi? Y si nos es Messi es Dybala o Icardi, casualmente los tres que nunca jugaron en la primera categoría local. Colmo del entredicho, el DT Sampaoli dirige a la Selección y nunca condujo un equipo en el país. Raro el caso de los argentinos que representan a la Selección sin haber jugado aquí. Rarísima la identificación, unas más profundas que otras, de los hinchas con esos jugadores que se visten de celeste y blanco. Todo es muy raro.
No es raro la intolerancia al fracaso. Del ar- gentino y del hincha argentino. ¿Por qué razón creemos que este país debe ser mejor de lo que es?, ¿Cuál es el motivo para pensar que la Selección es, o debe ser, una de las mejores de la FIFA? ¿Por qué creemos los hinchas que estar en un Mundial es un derecho adquirido?
Es doloroso, desde ya, observar en la tierra de uno el fracaso de los ídolos a los cuales sólo podemos por TV cuando juegan en sus equipos europeos. Razones debe haber muchas por las cuales la Selección no es lo que creemos que debería ser, así como la Argentina no es lo que suponemos que se merece ser. A veces olvidamos que a la Selección y al país la hacemos los argentinos.
Duele la derrota porque somos capaces de cantar “Brasil... decime qué siente”. Porque no soportamos la idea de perder. Porque el empate no es derrota pero sabe a derrota, entonces ya saben dónde se pueden meter el empate. ¿ Por qué la Humanidad no se enteró que nuestro destino es ser campeones mundiales?