Miguel y Analía Rebec (padre e hija)
“Festejamos juntos con los brazos en alto”
No es la primera carrera de 21k de mi papá Miguel. Y tampoco la mía. Pero sí fue especial porque él quería correrla a los 70 y completamos un recorrido que comenzó hace cinco años, cuando yo empecé a entrenar con el grupo AZ Team Amigos y Running, San Fernando, y él me dijo que, alguna vez, quería saber qué se sentía al correr al menos 10 kilómetros y no morir en el intento.
Para mí, 43 años, 3 hijos y con varias carreras completadas, también fue emocionante porque llegué a la meta con él y festejamos juntos, con los brazos en alto, como si fuera la primera vez que cruzábamos la meta. Porque nos fuimos apoyando paso a paso, conteniéndonos, cuidándonos, alentándonos y dándonos fuerzas. No importó levantarse a las 5 de la mañana, ni la lluvia. Tampoco el tiempo que tardamos. El único fin era disfrutar.
En el kilómetro 6, otros participantes leyeron la remera de mi viejo, que decía “70 años”. Lo felicitaron y a mí se me inflaba el pecho, orgullosa de ser su hija y de compartir ésta locura con él. Porque una carrera es como la vida misma: hay que proponerse un objetivo y trabajar duro hasta cumplirlo. Pero en el camino, a veces, hay que saltear obstáculos. De eso a veces hablamos con Miguel, de que todo se puede.
Mientras escribo recuerdo muchos momentos vividos con mi viejo, en carreras o en la vida.
No importa si son 5, 10, 15 o 21k, lo que sé es que siempre voy a estar apoyándolo en todo lo que necesite, y él a mí. Y mi mamá va a estar esperándonos en la llegada, mientras que mi marido va a estar pendiente desde casa con los chicos mientras mamá corre.
Por muchas carreras juntos más, viejo. Ojalá yo a tu edad pueda estar corriendo acompañada de uno de mis hijos. Te amo.