Promesas incumplidas, del fútbol a la música
La Selección de fútbol del 86 prometió volver a visitar a una Virgen del Norte argentino si ganaban el Mundial de México. Pese a obtener la tan ansiada Copa, nunca volvieron. A su vez, en 2006, el Estado nacional se comprometió a delimitar geográficamente los territorios de los pueblos originarios. La Ley vencerá en noviembre próximo y hasta aquí y ahora, se trata de otra promesa incumplida.
¿Tienen algo en común el fútbol y la música? Sí, la inclusión, la tolerancia, el compañerismo, la aceptación. Chicos que patean la redonda en Medio Oriente, Israel precisamente, pertenecientes a distintas etnias religiosas.
Hay una ONG que se llama Gol de la Igualdad (Crónicas del Nuevo Milenio, publicado en Clarín, el 3 septiembre de 2017). La fundaron hace 9 años. Tiene 200 equipos. El programa lo comenzó un brasilero, Gabriel Holzhacker, y que se cataloga a sí mismo como “enfermo del fútbol”, (tema que trata por estos días una película argentina: “El fútbol o yo”), unieron culturas, religiones, estratos sociales. A veces ni se entienden, pero tienen una lengua común: gol, la 10 de Messi, la 7 de Cristiano y la 11 de Neymar. Tienen proyectado venir a Buenos Aires a competir en los Juegos de la Juventud 2018. Disfrutan del fútbol a pesar de la diversidad. Convivir, como en la música con el gran maestro Daniel Barenboim, con cuádruple nacionalidad: argentino, español, israelí, palestino. Es candidato al Premio Nobel de la Paz por su iniciativa, (¿no se lo merece?) La West-Eastern Divan Orchestra, fundada en 1999 junto al escritor estadounidense de origen palestino, Edward Said. Otro gran ejemplo de integración religiosa, que une jóvenes músicos de origen israelí, árabe y español.
Patear una pelota o hacer sonar un violín pueden practicarse juntos, sentados en el tablón de una canchita o cerrando los ojos para escuchar una sinfonía en el Teatro Colón.