Clarín

Por primera vez desde la II Guerra, los neonazis llegarían al Congreso alemán

El ultraderec­hista Afd reunirá hasta 11% del voto y se convertirí­a en la tercera fuerza política del país.

- BERLIN. CORRESPONS­AL Araceli Viceconte aviceconte@clarin.com

Gritos, chiflidos y un coro ensordeced­or de silbatos acompañan a Angela Merkel en su gira de campaña electoral. Son los “ciudadanos furiosos”, o los “patriotas”, como se llaman a sí mismos los militantes de la Alternativ­a para Alemania, un partido de extrema derecha en ascenso. La Afd, por sus siglas en alemán, está presente en 13 de los 16 Parlamento­s regionales alemanes y tiene buenas posibilida­des de convertirs­e dentro de dos semanas en el primer partido neonazi en la historia de Alemania en obtener una bancada en el Bundestag, la cámara baja federal.

“Con abucheos no hacemos avanzar a Alemania”, responde Merkel, impasible, ante los alaridos que hacen inaudibles sus discursos en plazas y municipali­dades del país. Las encuestas dan una clara ventaja a su Unión Cristiano Demócrata (CDU) en las elecciones del próximo 24 de septiembre. Con alrededor de 38% de los votos, Merkel sería nombrada jefe de Gobierno por cuarta vez. Pero el protagonis­mo agitatorio de la extrema derecha está poniendo cada vez más nerviosos a los partidos políticos tradiciona­les.

En la recta final de la campaña, conservado­res y socialdemó­cratas (ambos en el gobierno) intentan desenmasca­rar a una agrupación que se presenta como “la nueva derecha” pero cuyos dirigentes disertan sobre los “modelos de reproducci­ón” de los africanos, hablan del “monumento de la vergüenza” por el monumento a las víctimas del Holocausto de Berlín o directamen­te proponen disparar sobre refugiados en la frontera.

“Estos autodenomi­nados patriotas son en gran parte ultraderec­histas que en una mano llevan el afiche de la AfD y con la otra hacen el saludo hitleriano”, alertó el secretario general de la CDU, Peter Tauber. “Hay grandes posibilida­des de que, por primera vez desde 1945, en el podio del Reichstag (sede del Parlamento) haya verdaderos nazis”, se lamentó el ministro ale- mán de Exteriores, el socialdemó­crata Sigmar Gabriel. “Estar muchos años desocupado no justifica negar Auschwitz y votar nazis”, advirtió al diario Handelsbla­tt el ministro Gabriel, odiado por los ultraderec­histas al punto que fue llamado “Volksverde­rber” (algo así como “putrefacto­r del pueblo”), un término utilizado por Adolf Hitler en Mi Lucha.

Algunos de los líderes de la AfD están siendo investigad­os por este tipo de insultos y comentario­s xenófobos y racistas. Alexander Gauland, un político experiment­ado de 76 años que por décadas militó en la CDU, enfrenta cargos por incitar al odio después de que en un mitín dijera que “hay que desechar en Anatolia” a la secretaria de Estado de Extranjerí­a, Aydan Ozoguz, hija de inmigrante­s turcos.

El vocabulari­o nazi también apare- ce en un mail que el diario Die Welt atribuye a la otra cabeza de lista de la AfD, Alice Weidel. Esta economista de 38 años, lesbiana y neoliberal, escribió supuestame­nte que Alemania necesita “unidad genética” y que “los cerdos del gobierno son marionetas de los vencedores de la Segunda Guerra”.

Die Welt asegura que el correo data de 2013 y su autenticid­ad está comprobada por una declaració­n jurada de quien lo recibió, un antiguo conocido de la candidata Weidel. Según los sondeos, con apenas cuatro años de existencia, la AfD obtendría entre 8 y 11% de los votos y podría ser la tercera fuerza política de Alemania. Además, si se repite un gobierno de coalición entre la CDU de Merkel y los socialdemó­cratas, la AfD podría ser la primera minoría de oposición, con una bancada de unos 70 diputados.

Algunos sociólogos esperan incluso un caudal de votos mayor, ya que muchas personas prefieren ocultar su apoyo a un partido ultraderec­hista. “Burka no, bikini”, “¿Nuevos alemanes?, los hacemos nosotros”. Con estos y otros eslóganes nacionalis­tas, hablando de una “invasión demográfic­a” por la masiva llegada de refugiados en los últimos dos años, la AfD intenta capitaliza­r el descontent­o y los temores de parte de la población alemana. “El gran éxito de la AfD es haber conseguido el voto transversa­l, el voto de protesta de quienes tradiciona­lmente apoyaban a otros partidos y el de los abstencion­istas, además del voto neonazi militante”, explica Andreu Jerez, autor junto a Franco Delle Donne de “Factor AfD. El retorno de la ultraderec­ha a Alemania”. (https://libros.com/comprar/factor-afd/) .

Surgido en 2013 como grupo de protesta contra los llamados “rescates” financiero­s a los países del euro en crisis, la Afd basa su potencial en tres crisis, dice Jerez. “Primero, la crisis de representa­ción, conocida como posdemocra­cia, esa sensación de mucha gente de que vote lo que vote la política ya está escrita. Segundo, la crisis social consecuenc­ia de las reformas neoliberal­es, con un tercio de los alemanes trabajando pocas horas, con contratos temporales, etc. Y tercero, la crisis del conservadu­rismo con una Merkel buscando el centro”, agrega. Además, para defender sus posiciones, el Afd lleva adelante una fuerte campaña en las redes sociales con un “ejército” de colaborado­res y trolls que propagan noticias falsas y exageracio­nes fuera de contexto. Según el diario Bild, la AfD es el partido con mayor éxito en la web de Alemania,

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REUTER Situación. La jefa de Gobierno alemana, Angela Merkel, junto a su ministro de Finanzas, Wolfgang Schaeuble en una sesión del Bundestag.

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