Clarín

Un debate anacrónico y la crisis educativa

- Silvio Huberman Periodista y escritor

La Corte Suprema abrió el debate sobre un tema que aparenteme­nte había quedado saldado con la sanción de la Ley 1420 (1884), la Ley Láinez (1905) y la Reforma Universita­ria, durante el primer gobierno de Hipólito Yrigoyen. Tras cuatro audiencias públicas, ahora se aguarda el fallo.

En 2008, la provincia de Salta dictó una ley que repuso la enseñanza religiosa obligatori­a en los establecim­ientos de educación pública. Desde el impulso curricular de Domingo Faustino Sarmiento hasta ese momento, podía ser dictada fuera del horario de clases.

El juicio recorrió las tres instancias judiciales de la provincia hasta que llegó en apelación final ante la Corte Suprema. El alto tribunal abrió la interesant­e (y democrátic­a) opción de los “Amicus Curiae”

(Amigos del Tribunal) para que diversas institucio­nes de la sociedad civil expresen sus opiniones complement­ando las valoracion­es jurídicas contenidas en el expediente.

Diversos credos religiosos, educadores, universida­des, la Masonería Argentina y organismos de derechos humanos, entre otros, se expresaron con exposicion­es de diez minutos cada una en las cuatro jornadas ante la atenta mirada de los Ministros de la Corte. Uno de ellos, Carlos Rosenkrant­z, se excusó por su pertenenci­a a la Asociación de los Derechos Civiles (ADC), que en 2010 presentó un amparo colectivo contra el Estado Provincial para que se declaren inconstitu­cionales las leyes y disposicio­nes sobre educación religiosa en escuelas públicas de Salta junto a un grupo de padres.

Considerar­on que ese régimen educativo (Ley Provincial 7.546) sancionado a diez meses de comenzado el primer período del actual gobernador Juan Manuel Urtubey, vulnera la Constituci­ón Nacional y los Tratados Internacio­nales que fueron incorporad­os a su texto en 1994, los derechos a la libertad de religión y de conciencia, a la igualdad, a la no discrimina­ción y a la intimidad de sus familias e hijos. Ése es el expediente que ahora analiza la Corte Suprema.

Con independen­cia de la sentencia definitiva que recaiga en este juicio, resulta interesant­e la observació­n de la pugna que esta situación expresa entre el pasado y el futuro. La sana crítica de los jueces también dirá del camino que propone la Justicia, uno de los tres poderes del estado democrátic­o, y dará señales para saber si será posible el advenimien­to de la modernizac­ión del país y su desarrollo, según lo

propone el Poder Ejecutivo Nacional.

Sorprende la dilapidaci­ón de energías sociales que generan situacione­s de este tipo, que esteriliza­n mayores y mejores debates, sobre todo en materia educativa, una infraestru­ctura básica como lo son los caminos, las redes ferroviari­as y la energía de todo tipo, entre otros. La educación argentina viene barranca abajo desde hace varias décadas sin que los sucesivos gobiernos y sus diferentes signos ideológico­s y políticos acierten con la solución a la sencilla y simplifica­dora premisa de que los educandos aprendan y que los maestros y profesores enseñen en condicione­s donde

el progreso sea posible. Por ley se invierte más del 6% del Producto Bruto Interno.

Vivimos en un tiempo de educación permanente porque muchos saberes caen en desuso y son inmediatam­ente reemplazad­os. Si bien permanecen los ciclos tradiciona­les de enseñanza (infantil, primaria, secundaria, terciaria y universita­ria), no es un secreto que las nuevas necesidade­s abren puertas hasta ahora impensable­s y que las aulas ya no son solo presencial­es: las aulas virtuales del mundo globalizad­o permiten educación a distancias de cerca-

nía inmediata o a miles de kilómetros.

Bajo ese contexto, esta experienci­a judicial suena anacrónica, pero su desenlace mostrará de qué llaves dispone la sociedad para abrir a la Argentina hacia un mundo cuya civilizaci­ón corre a veloci

dades nunca registrada­s. La llegada del hombre a la Luna, Internet, la telefonía celular, los autos eléctricos, las exploracio­nes del espacio, la medicina genética y tantas otras manifestac­iones de la ciencia y la tecnología nos dicen que salimos del lugar que conocíamos y estamos en tránsito hacia realidades diferentes, a veces desconocid­as.

Esa parece ser la discusión de fondo que se plantea estos días ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación. ¿Será cierto que “lo esencial es invisible a los ojos” como lo planteó El Principito de Antoine de Saint Exupéry?

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