Clarín

Richard Coleman Lado B de una estrella de rock

Con álbum nuevo, el músico que tocó en Soda y con Cerati, explica por qué nunca fue masivo. Y habla de quienes lo sostienen.

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Vos y Gustavo Cerati empezaron juntos en Soda Stereo; y juntos terminaron, vos acompañánd­olo en su carrera solista. Tal vez sea un hilo conductor importante. - Gustavo, desde el principio, tenía un camino planeado. Lo hablamos como lo hablo ahora con vos, pero con un vino de por medio. Gustavo se imaginaba el futuro, quería meterse en la industria para ver si podía torcerla y lograr lo que buscaba. No le fue fácil, pero sabía que podía llegar a ser una estrella de rock cuando nadie, ninguno de nosotros, entendía ese concepto y hasta nos parecía algo absolutame­nte frívolo. Andrés Calamaro es un caso similar al de Gusta- vo, calar peroen la con sensibilid­adotro estilo. popularAnd­rés supoy eso ponea otrosa artistas,ciertos artistasen otro. en un lugar y - ¿En dónde? - Yo no busqué eso. No sería honesto de mi parte si mi meta fuera esa. - Pero vos fuiste el cuarto Soda en los comienzos del grupo... - Cuando me fui de Soda, recién ahí me hice amigo de Gustavo. Fuimos amigos cuando cada uno estaba con sus proyectos. - ¿El trabajo impedía la amistad? - Era una situación de respeto mutuo, y en ese época nos veíamos sólo en los ensayos. - Claro, había una lógica competenci­a: dos guitarrist­as finos, dos compositor­es, dos tipos con un caudal de voz importante... - Los dos éramos Alfa, sí; pero a esa edad, a los 19 o 20 la competenci­a era más hormonal. Si había competenci­a con Gustavo era por las minas y

por el look. No competíamo­s por los pedales de la viola ni por quién tocaba más rápido, aunque yo tenía más pedales y él tocaba más rápido. - Pero uno de los dos se tenía que ir... - Realmente me fui de Soda por mi visión idealista del trabajo en equipo. Esa banda, Soda, para mí era un trío con un invitado. Y el invitado era yo. Lo vi antes que nadie. Los Soda querían ser cuatro, sentían que no eran suficiente como trío. No se sentían seguros. Les dije: muchachos, miren, a mí me parece que lo oportuno es que les diga esto antes de que empecemos a tocar en vivo. Yo tenía una docena de canciones y estaban todas buenas, y el repertorio se duplicó. Mis temas y los de ellos. Teníamos un show bárbaro, pero yo notaba que cuando tocábamos los temas de ellos, mi participac­ión estaba como agregada a lo que ya sonaba. Y después, cuando hacíamos mis canciones, sentía que ellos estaban tocando mis temas. Es sutil la diferencia, pero es fuerte. - Nunca fueron cuatro. - Nunca. Yo notaba un trío muy firme y cerrado. Cuando los escuchaba de afuera eran perfectos. Les dije que si arrancábam­os así me iba a sentir incómodo. Entonces decidí abrirme y les aconsejé que no buscaran a ningún cuarto integrante. - ¿Ahí armás Fricción? - Fricción lo armé con Gustavo. - No entiendo. - El me llamó antes de grabar el segundo disco de Soda porque tenía la necesidad de probar otras cosas y con su banda no podía. Imaginate: hicieron las mismas canciones durante años porque entre que las prepararon, las grabaron y después tuvieron a que salir a presentarl­as, pufff... se te quema el bocho. Fricción fue un grupo alternativ­o de Gustavo. Nace así. Yo iba a la facultad, estudiaba en Exactas. El resto de la banda la formaban Christian Basso y Fernando Samalea, que a su vez integraban Clap (la banda de Diego Frenkel). Nos juntábamos a ensayar a la mañana y tocábamos temas míos con ideas de Gustavo. - ¿Alguna vez te sentiste como el Pete Best de Soda? Hablo del baterista de Los Beatles que se quedó afuera a un minuto de la fama. - Yo estaba muy seguro de la decisión y a Pete Best le dijeron tomatelá. Me fui porque era un camino que no me iba a hacer nada bien. - ¿De dónde viene lo de “Richard”? - Somos de familia inglesa. - ¿Te llamás Richard? -No. Soy Ricardo pero me dicen Richard desde chiquito. - Se dice que sos muy buen lector. - Fui. Ahora se me hace muy difícil. Sólo de vacaciones leo libracos. Ultimamame­nte leí, en inglés, Mr. Mer

cedes, de Stephen King. Y leí uno Claire Barker. Terror. Me gusta mucho la novela de terror bien escrita. - De vos se decía que eras un poco vampirezco... - Sí (sonríe) porque leía a Poe y a King desde mi más tierna adolescenc­ia. - ¿El rock lee? - Poco. Adrián Dárgelos lee y se nota en el discurso, en el manejo de las palabras que usa. Me gusta cómo escribe. Tenés que leer, hay que leer o no se te van a ocurrir variantes para provocar cosas que no tengan directamen­te que ver con el significad­o. - ¿Lo tuyo es el juego de palabras desde “Consumació­n o consumo” (primer disco de Fricción)? - Ahora mi juego de palabras está en las sensacione­s. Ya no me interesa tanto la resonancia de lo escrito. La resonancia es lo que queda en el otro una vez que la palabra ya fue dicha. - ¿La tenés a Julieta Korenman? Ella, “colemanólo­ga” de la primera hora, dice lo siguiente: “Hay una diferencia clave entre Richard y Cerati. Gustavo captó micromomen­tos de la vida personal y Richard tiene el poder de fotografia­r con palabras momentos de la historia de las tribus urbanas”. - Me halaga; no puedo decirte que no, jé. Cuando escribo una canción sé perfectame­nte que voy a cantarla muchos años. Para eso tengo que estar muy convencido de lo que digo: la responsabi­lidad es conmigo mismo. Entonces elijo la secuencia de palabras que me cierre en imágenes. - crito Hace todas poco las leí cancionesq­ue Cerati de habíaun dis-esco -Para en una Signos, sola de noche. Soda, sí. Me acuerdo que hablamos y él me dijo que venía mal con las letras y a la semana, cuando le pregunté si necesitaba una mano, me contestó: “No, las escribí to

das anoche”. Gustavo era muy apasionado y tenía una energía... - Si no fuera porque los argentinos aceptamos apenas un Cerati, a vos debería haberte ido fantástico, sin tener, sucesivame­nte, que ser promesa, artista de culto y redimido señor “Clean”. - Ja. Pero yo no soy una persona que tenga sensibilid­ad popular y social. Soy más bien un tipo introspect­ivo. - El primer disco de Fricción era muy pop, pero después te pusieron esa etiqueta de “dark”. ¿Tuviste que reinventar­te de manera forzosa? - Lo que te decía: nunca me interesó llegar al corazón de la gente. Sé que es una actitud incompleta de artista, pero la verdad es que yo no busqué llegar a todo el mundo. - ¿De dónde sale el sonido del rock nacional de los’80? - Era difícil encontrar músicos referentes en esa época, músicos que entendiera­n el sonido que tenía que prevalecer. Con el rock progresivo y el jazz-rock yo no la pasaba bien. Además era muy difícil, y nosotros no te- níamos esa solvencia técnica necesaria. El sonido que logramos atraer Gustavo, yo, Diego Frenkel, Sumo o Virus era muy brit, muy británico. Había algo en esa música que nos llamaba la atención. - ¿No creciste escuchando a Raúl Porchetto? - A los 15. Pero el rock nacional no nos identifica­ba. Nos parecía aburrido. Agotado. - ¿Charly García era viejo para ustedes? - Charly es un caso especial. Tampoco veía viejo a Spinetta; pero la música que hacían no nos afectaba. A mí no me tocaba ninguna fibra. Yo no quería escuchar de nuevo a Manal, Almendra, León Gieco, Serú Giran... Y encima, después viene una nueva camada para hacer exactament­e lo mismo y yo, directamen­te, apagaba la radio. - ¿Quiénes era los de esa camada? - Los chicos que venían de Rosario. Baglietto, La Trova. Retrógrado. La industria se abusó y los puso adelante. Cuando apareció Virus me gustó; le faltaba un poquito, pero me pareció una novedad. Cuando escuché a Los Twist también me gustó. - Te hemos visto tocar en el Velódromo ante muchísima gente y también en un casamiento al mediodía. ¿Son dos extremos de tu carrera? -El Velódromo fue con Fricción. Un bochorno, yo no estaba en mi mejor momento y ese recital me marcó porque empecé a tener claro lo que eran los límites. No tocamos muchas veces más. Yo no estaba bien ni con el rock ni con la banda. Después de eso Fricción se transformó en un mito. - Nuestra “colemanólo­ga” me dice que escuchó este último disco tuyo y que no le gustó tanto... Bah, en realidad me dijo: "Coleman se vendió". - Jajá, bueno, esa es la primera reacción que espero. - ¿En serio? - Sí, van a decir: “Coleman se vendió”. - ¿Por qué? - Porque no está el personaje: estoy yo. Y esto que te digo es muy importante. Llego a los 54 años haciendo música porque hay otra versión mía. Yo soy mucho más que el personaje que se espera de mí. - ¿Lo que hablábamos del peso de la etiqueta “dark”? - ¡Claro! Yo soy un tipo que cambia y tengo muchas más cosas que decir, hacer y experiment­ar. Los fans son los fans, pero yo como admirador de un artista espero la evolución, el cambio, la sorpresa que ese artista tiene para ofrecer. - Tuviste contratos con compañías discográfi­cas y fuiste independie­nte. ¿Qué te gusta más? - Es un embole ser artista independie­nte. Y cuando no sos independie­nte, estás detrás de una estructura que no sabés por dónde empezar a reclamar. Con mi primer disco solista me pasó que nadie me lo quería sacar. Una compañía grande no se arriesga, va a lo seguro. - ¿Y por qué vos no sos "lo seguro"? - Porque yo no soy lo suficiente­mente popular. No soy un producto de fácil consumo y, a esta altura, no tengo arrastre; tengo un puñado de hermosos seguidores que sostienen mi carrera. Y además tengo el respeto de mis colegas. No es poco.

Si había competenci­a con Gustavo (Cerati) era por las minas o por el look. No por los pedales de la viola ni por quién tocaba más rápido.” Nunca me interesó llegar al corazón de la gente.Sé que es una actitud incompleta del artista, pero la verdad es que yo no busqué llegar a todo el mundo.” El rock nacional no nos identifica­ba. Nos parecía aburrido. Agotado. No quería escuchar de nuevo a Manal, Almendra, Gieco, Serú Girán.” No tengo arrastre, tengo un puñado de hermosos seguidores que sostienen mi carrera. Y tengo el respeto de mis colegas. No es poco”.

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Siempre en la ruta. Coleman presenta su nuevo disco viernes y sábado, en La Trastienda.
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J.FOGLIA Definición. “Llego a los 54 haciendo música porque hay otra versión mía. Soy mucho más que el personaje que se espera de mí”, dice Coleman, corriéndos­e de cualquier rótulo.

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