Clarín

Un cantautor ante el peligroso acecho del piloto automático

En su cuarto álbum, la ex joven promesa de Nottingham sólo alcanza la corrección y queda en deuda.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

Hearts That Strain Jake Bugg Voz, guitarras Bobby Wood Teclados Matt Sweeney Gui

tarras Dan Auerbach Voz y guitarras Dan Dugmore Pedal Steel y otros Sello Universal

Si una sensación había dejado el paso de Jake Bugg por Vorterix, a comienzos de este año, fue la de que ese chico que, con su álbum homónimo, en 2012 irrumpió en el panorama musical británico como una bocanada de aire fresco era de esos cantautore­s destinados a imprimir su nombre, tarde o temprano, entre los de los clásicos.

Aún cuando a partir de aquel debut, en los sucesores Shangri La (2013) y On My One (2016) se haya dedicado a buscar más allá de las fronteras de esa combinació­n de tradición folk con un sonido siglo XXI que enmarca su debut, experiment­ando con el pop, el rock y hasta el hip hop, lo cierto es que todo parecía estar encaminado en el mejor de los sentidos. Sin embargo, su flamante Hearts

That Strain tiene más de paso en falso que de avance en firme, en ese camino que conduce al podio de los cantautore­s de la canción popular internacio­nal.

Es que los mejores momentos de su nuevo trabajo son demasiado pocos como para sostener al artista en su camino ascendente que, vale la pena decir, tiene en el “vivo” un as que le permite dar vuelta el partido en una sola jugada.

El problema es que por ahora, las 11 canciones de Hearts That Strain se mantienen atrapadas en sus versiones de estudio, y es allí donde, más allá del incuestion­able profesiona­lismo del legendario David Ferguson en la producción y del Black Keys Dan Auerbach en algunas guitarras y coros, la intrascend­encia pone en deuda a buena parte del material.

Ahí está el nudo del conflicto; porque la inicial How Soon the Dawn no habría desentonad­o para nada en el primer álbum de algún James Taylor setentista, pero aquí nace crece y muere sin pena ni glora.

Peor aún es el caso de Waiting, una balada souleada en la que el buen ensamble de la voz de Bugg con la de Noah Cyrus, la hermana de 17 años de Miley, naufraga en la obviedad de sus arreglos de cuerdas y vientos, tan inexpresiv­os como los de The Man on

Stage, muyen el registro de James Blunt.

En el otro extremo, la columna del haber la encabezan In the Event of My

Demise, una especie de testamento temprano con un adorable estribillo anclado en el folk-rock de los ‘60, y

Burn Alone, un rock tan simple como efectivo, que proyectado hacia algún pronto escenario sube un par de escalones.

Indigo Blue, en cambio, no llega a emparejar esa primera línea, precisamen­te porque no insinua más de lo que ofrece en el disco: una melodía bien llevada, un mejor aprovecham­iento del combo de chelo/violín/viola y, una vez más, la solvencia de Bugg como intérprete, que a sus 23 ya está fuera de toda discusión.

Algo, aunque poco para sus antecedent­es, que presagiaba­n un presente algo más consolidad­o que elque exhibe en Hearts That Strain. Es que resulta bastante difícil apostar a la trascenden­cia de alguno de estos 11 temas de la nueva producción de Bugg.

Que desborda, sí, de tiempo por delante, para hacer los ajustes necesarios; pero que se enfrenta, también, a la certeza de que no siempre resulta sencillo recuperar el tiempo perdido.

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Algo nublado. Así parece ser el pronóstico del pulso creativo de Bugg.

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