Entrevista
“Los jueces van detrás de la corrupción; antes está la política”
Claudio Savoia csavoia@clarin.com
De paso por su querida Buenos Aires para participar de un Congreso sobre Seguridad Jurídica y Democracia -que hoy lo tendrá sentado junto al juez brasileño Sergio Moro- el ex fiscal italiano Antonio Di Pietro es un símbolo mundial de la lucha contra la corrupción. De excelente humor y seleccionando sus palabras con precisión, recuerda que los juicios del Mani Pulite iniciados hace 25 años fueron detenidos “por voluntad política de los gobernantes”, advierte que los jueces actúan contra la corrupción cuando ya ocurrió, y dice que son la política y los ciudadanos los que deben intervenir antes para prevenirla. Con altas expectativas sobre el avance de las causas judiciales en la Argentina, Di Pietro avisa sobre el peligro de deslegitimar a los jueces y fiscales que trabajan bien. ¿Cuáles son las condiciones indispensables para luchar contra la corrupción? Para que haya un Estado democrático son necesarias la seguridad jurídica y la certeza sobre el cumplimiento efectivo de una pena. Aquel que cometió un delito debe ser punido. Para eso necesario que haya leyes que faciliten la aplicación de la justicia de manera precisa y rápida. Pero sobre todo hace falta una justicia verdadera- mente independiente. El sistema político no debería participar en absoluto del nombramiento de los magistrados ni en el desarrollo de su función. En cuanto las reformas estructurales, conozco el esfuerzo que está haciendo el nuevo gobierno para establecer un nuevo sistema jurídico en la Argentina, la propuesta Justicia 2020. Con las aclaraciones y precisiones que será necesario hacer en el Congreso, espero que llegue a buen fin. A 25 años del Mani Pulite, ¿qué condiciones políticas hicieron posible aquella operación de limpieza? Mani Pulite fue una especie de intervención quirúrgica. Por definición, el cirujano opera a un paciente cuando tiene alguna enfermedad. Pero si el paciente se vuelve a enfermar no le podemos echar la culpa al cirujano. Ahora muchos países están llevando a cabo investigaciones similares a Mani Pulite, eso es bueno. Espero que en esos países también tengan en cuenta los motivos que causaron la recaída en Italia, y que hagan lo posible por evitarla. Acá no tuvimos la cantidad de condenas que hubo en Italia; casi no hubo ninguna. Creo que Argentina necesita una revisión muy profunda del sistema procesal penal. Es fundamental ir hacia un sistema acusatorio y crear una nueva policía que dependa pura y exclusivamente de los fiscales. ¿Hubo en aquella Italia de 1992 alguna herramienta legal o procesal que resultara clave para los “cirujanos judiciales”? Sí, tuvimos dos “bisturíes” fundamentales: la artículo legal que establece el delito de la falsificación de balances, a fin de identificar cómo los empresarios acopiaban el dinero para pagar las coimas. Y tmbién el quetipifica el delito de extorsión comercial: es decir la obligación para el empresario de pagar coimas para poder seguir trabajando con el Estado. Toda la operación Mani Pulite comenzó con la identificación de los balances falsos. Cuando se encontraban previsiones ilegales de fondos, el empresario ya se exponía a ser condenado hasta a seis años de cárcel. A menos que él dijera por qué se había visto obligado a crear ese fondo extra. Si confesaba que era para dárselo a un funcionario y poder ganar una licitación, se cerraba el círculo. Porque en Italia hubo corrupción y extorsión. El proceso permitió develar cómo funcionaba todo el sistema político,y permitió el ascenso de una nueva clase política. ¿Y eso fue bueno? No. Lo primero que hicieron los nuevos políticos fue eliminar los delitos de falsedad ideológica de los balances y el de extorsión comercial. ¿Moraleja? Es necesario que el sistema político haga leyes para vencer a la corrupción, y no para esconderla. Espero que esto sea lo que ocurre en la Argentina. ¿Qué metas del proceso Mani Pulite no pudieron alcanzarse? La investigación fue detenida por la voluntad política. Desde el principio, Mani Pulite fue realizada por magistrados mucho más calificados que yo: Giovanni Falcone, Paolo Borsellino. Pero como ellos investigaron el sustrato mafioso, ambos fueron asesinados. En cambio yo me ocupé de investigar las relaciones entre el sistema político y el empresarial. Entonces encontraron otra solución para tratar de detenerme: deslegitimar mi trabajo. Esta es la advertencia que hago al pueblo argentino: no bajen la guardia frente a la deslegitimación que se intenta respecto a quienes tratan de cumplir con su deber. ¿Qué pasa cuando esos magistrados también están bajo la lupa de la sospecha? Este es un peligro que existe en todo el mundo. Por eso insisto: desde el proceso mismo de su designación y durante toda su carrera, los magistrados tienen que ser absolutamente independientes de la política. Del otro lado de la balanza, ¿no se espera demasiado de parte de los jueces? Exacto. No se puede creer que los jueces y fiscales van a resolver los problemas del país. Ellos intervienen después. Es la política la que actúa antes, y sobre todo son los ciudadanos los que tienen que reclamar a la política. Respecto a la Argentina, imagino que usted está informado respecto a las causas judiciales sobre muchos actos y estructuras de corrupción en los gobiernos kirchneristas. ¿Qué opinión tiene sobre este momento judicial del país? Estuve con el ministro Garavano y otros funcionarios, y creo que el gobierno actual hace bien en atenerse a la regla fundamental del respeto a la ley por parte de todos. La cuestión no es quién está bajo proceso, sino qué hizo esa persona. No importa quién sea. Hay que dejar trabajar en paz a jueces y fiscales, pero ellos también tienen que respetar su investidura, sin importar quién los haya designado. Las encuestas revelan que la justicia está en el último lugar de la consideración pública. ¿Qué se puede hacer para revertirlo? Creo que eso ocurre porque el ciudadano no ve que las causas lleguen a algún lado. Empiezan muchos procesos, pero no pasa nada. Hay que ver de qué manera pueden abreviarse los procesos, y que se llegue a penas de cumplimiento efectivo. A usted le tocó investigar causas complejas, ¿cuál estima usted que es el plazo razonable para resolver estos casos? No hay causas complejas y sencillas. Las causas complejas son un conjunto de causas sencillas. Conviene dividir esas megacausas en varias más simples, e ir llevando a juicio esos expedientes a medida en que se los puede confirmar. En Argentina hay planteos respecto de la posible imprescriptibilidad de los delitos de corrupción. ¿Qué piensa usted al respecto? Yo estoy en contra de la prescripción. Y creo que es un tema que en Argentina debe ser encarado. El problema es si ustedes seguirán bajo un sistema inquisitorio o pasarán al acusatorio. De todas formas, creo que cuando una persona es procesada ya no debe haber posibilidad de prescripción. La sociedad debe saber si esa persona es culpable o inocente. Los jueces deben tener plazos perentorios para terminar los juicios, y por supuesto también los instrumentos para poder hacerlo.