Cambio. De familia patricia e integrante de Tupamaros, Lucía Topolansky, esposa de José Mujica, asumió la vicepresidencia.
De ex guerrillera a rígida senadora, el nuevo rostro del poder en Uruguay
Lucía Topolansky, la ex guerrillera que pasó 13 años en prisión y se desempeñaba hasta ahora como una influyente senadora de la democracia uruguaya por el Frente Amplio, se convirtió ayer en la primera mujer en alcanzar la vicepresidencia tras la renuncia de Raúl Sendic en medio de denuncias de presunta corrupción.
En Uruguay el vicepresidente es el presidente del Senado y de la asamblea general del Parlamento, cargos que ahora desempeñará Topolansky. La nueva vice nació en Montevideo el 25 de septiembre de 1944 en el seno de una familia tradicional, con un padre votante del ala más conversadora del Partido Colorado y una madre muy católica. Pasaron sus primeros años en la casa de los abuelos Saavedra, en el Prado, barrio que desde fines del siglo XIX albergó a las familias patricias de Montevideo.
Durante la escuela primaria y la secundaria, Lucía y sus cinco hermanos fueron a colegios privados. Los relatos de quienes la conocieron bien esa época coinciden en que Lucía fue una alumna estudiosa, que en sus ratos libres le gustaba leer, pintar, cabalgar, jugar al voleibol, andar en bicicleta y que, además, tomó clases de ballet y piano. Enrique, uno de los hermanos de Lucía, contó a este corresponsal en 2009 (pocos días después de que su esposo José Mujica fuera elegido presidente) una anécdota premonitoria por su rebeldía de los años que vendrían. “Un día llego a casa y la veo a mi madre yéndose muy preocupada para el Sacre Coeur porque las monjas la habían citado de urgencia ¿Qué había pasado? Lucía y María Elia habían organizado una especie de huelga para resistir ciertos reglamentos muy estrictos que tenían en el colegio. Mi madre tranquilizó a las monjas, y luego habló con mis hermanas, que eran excelentes alumnas. La cosa, finalmente, no pasó a mayores”.
La conciencia social y política de “La Tronca”, apodo con el que se la conoce en la izquierda uruguaya, empezaría a florecer, a la par de la Revolución Cubana. Su ideología rígida, basada en la noción la lucha de clases, muy en boga en la época, se fortalecería en la Facultad de arquitectura, fundamentalmente en las visitas a distintos cantegriles (villas miseria) de Montevideo, donde pudo apreciar -de primera mano- los padecimientos de los sectores más sumergidos de una sociedad estratificada, donde lejos estaba de apreciarse las bondades de la famosa clase media que el Uruguay había forjado desde principios del siglo pasado.
En 1967 se vinculó al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) y al poco tiempo pasaría, junto con su hermana melliza, a la clandestinidad. Fue una enorme sorpresa para la familia, que poco sabía por entonces de sus andanzas.
Esta es la etapa de “La Tronca” de la que más se ha hablado. La etapa en la que, con poco más de 20 años, participa en acciones armadas, alerta sobre algunos “chanchullos” de la Financiera Monty, luego asaltada por los Tupamaros, en la que cae presa. En la interna, ya había adquirido gran prestigio por ser, a pesar de su corta edad, una de las mujeres más combativas del movimiento. Esa primera vez en prisión estuvo poco tiempo ya que, junto a otras reclusas, logró fugarse por las cloacas. En 1972, la volvieron a detener y pasó 13 años tras las rejas.
Al salir en libertad, en 1985, en los albores de la democracia, participó en la fundación del Movimiento de Participación Popular (MPP), sector con en el que varios ex tupamaros, en un hecho histórico, ingresaron de manera formal al Frente Amplio (FA), para sumarse a la causa de llegar en algún momento, a través de las urnas, a comandar los destinos del país.
En 2000 accedió a Diputados y en 2005 asumió como senadora, cargo que desempeñó en forma ininterrumpida hasta ayer.