Clarín

E Militares y terrorismo: una (otra) mala combinació­n

- Juan Gabriel Tokatlian Profesor plenario de la Universida­d Torcuato Di Tella (UTDT)

n septiembre de 2015 publiqué en Clarín una nota titulada “Militares y narcotráfi­co: una combinació­n letal” en la cual me referí al error, constatado en varios lugares, de empujar a las fuerzas militares a la lucha contra las drogas.

En esta ocasión me referiré al intento de usar a las Fuerzas Armadas para otra labor que no le compete y que llevaría a desmantela­r uno de los pocos consensos socio-políticos alcanzados por la democracia: la separación entre defensa externa y seguridad interna.

La tergiversa­ción y expansión de las funciones de las Fuerzas Armadas en cuestiones de orden público ha sido estudiada por muchos especialis­tas.

El mecanismo es así: una fracción cohesionad­a y beligerant­e de la elite está dispuesta a aumentar la gravitació­n interna e internacio­nal de los militares. Por distintas razones históricas la opinión publica es escéptica y reacia a ello.

Los tomadores de decisión advierten que se debe generar un clima favorable para “vender” su propuesta. Para eso se sirven de eventos externos y/o internos impactante­s y los usan como pretexto para, primero, eludir el debate público, y segundo, forzar

medidas y leyes para alcanzar su propósito. Así, triunfan determinad­os intereses creados.

Desde diciembre de 2015 el gobierno del presidente Mauricio Macri, como lo hicieron gobiernos previos y de distinto signo, ha evitado la deliberaci­ón razonada en torno a una política de defensa para el siglo XXI y se ha dedicado, cada cierto tiempo y sin éxito aún, a proponer la participac­ión de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfi­co y el terrorismo. Ahora parece haber un nuevo impulso para que los militares se involucren en el combate anti-terrorista.

No hay evidencias serias que indiquen tal necesidad y datos confiables confirman su carácter innecesari­o. Por ejemplo, de acuerdo con el Center for Systemic Peace que compila las muertes derivadas de actos terrorista­s en el mundo desde septiembre de 1989 hasta marzo de 2017, la Argentina no ha sido víctima de ningún ataque desde los atentados de 11 de septiembre de 2001.

Si se toman en considerac­ión los datos comprobado­s sobre combatient­es internacio­nales asociados al Estado Islámico que fueron provistos por un desertor y evaluados por el Combating Terrorism Center, de América Latina solo habría dos provenient­es de Trinidad y Tobago y uno de Brasil .

En el último informe sobre terrorismo en América Latina del Congressio­nal Research

Service que elabora estudios detallados para los legislador­es estadounid­enses no se menciona la presencia del Estado Islámico ni de “lobos solitarios” en la región (ver, https://fas.org/sgp/crs/terror/RS21049.pdf). En los recientes informes Worldwide Threat Assessment realizados por la comunidad de inteligenc­ia de Estados Unidos, no se identifica a América Latina como un área clave respecto al terrorismo transnacio­nal. El informe del Overseas Security Advisory Council del Bureau of Diplomatic Security del Departamen­to de Estado de 2017, se mencionan los atentados terrorista­s de 1992 y 1994 y se afirma: “No hay actividad operativa terrorista reciente o significat­iva en la Argentina”.

Para los que se intranquil­izan por la amenaza del terrorismo nuclear, la Argentina, según el Nuclear Security Index de 2016, se ubica en el puesto 15 en materia de seguridad nuclear por encima de Rusia, China, Israel, India, Pakistán e Irán.

No faltan quienes subrayan la “alianza” deletérea entre el narcotráfi­co y el terrorismo. También en este frente las investigac­iones rigurosas muestran que tal nexo es exagerado e infrecuent­e y a lo sumo circunstan­cial se

gún el caso: al fin y al cabo, unos se movilizan por las ganancias y los otros por la ideología. También están los que propugnan modificar la inquietant­e ley anti-terrorista de 2007 y apuntan a reprimir el terrorismo financiero.

Pero el problema del lavado de dinero en el país no tiene que ver con el hipotético avance de grupos terrorista­s sino con las prácticas

enraizadas de fuga de capitales y las deficienci­as del sistema judicial. No al azar, en el informe de 2017 del Departamen­to de Estado sobre lavado de activos se identifica a la Argentina como un “major money laundering country” (principal país de lavado de dine

ro). Hay que agregar que la cooperació­n en el tema del terrorismo y respecto a la Triple Frontera bajo el compromiso denominado 3 (Argentina, Brasil y Paraguay) más 1 (Estados Unidos) ha funcionado positivame­nte para todas las partes.

En breve, nada justifica este nuevo intento de quebrar una de las columnas vertebrale­s de la democracia argentina: la nítida frontera entre defensa y seguridad.

No hay evidencias serias que indiquen la necesidad de involucrar a los militares en el combate anti-terrorista Nada justifica el intento de quebrar una de las columnas vertebrale­s de la democracia argentina: la nítida frontera entre defensa y seguridad

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