La adopción, en pantalla grande
Diego Lerman estrena hoy “Una especie de familia”, en la que aborda el espinoso tema de los bebés adoptados en el interior. Ya se vio en Toronto e irá a San Sebastián.
Recién aterrizado de Toronto, Diego Lerman (41) se muestra entusiasmado por la buena repercusión de Una espe
cie de familia en el festival de cine canadiense, suerte de ‘prueba superada’ que aumenta sus expectativas ante el estreno de hoy en la Argentina.
Promesa y realidad del cine nacional, es la quinta película del director, guionista, productor y dramaturgo. Si su filme anterior, Refugiado, mostraba la deconstrucción de una familia a partir de un episodio de violencia de género, Una especie de... plantea el intento de una mujer de formar una a través de la adopción de un bebé ( ver “El valor tiene cara de mujer”).
El cineasta prefiere definirla como “una suerte de thriller y road movie moral”. Y así lo justifica: “Porque no sólo es un viaje hacia la búsqueda de ese bebé, sino también introspectivo. E interpela al espectador moralmente: ver hasta dónde juzga las decisiones de Malena”, describe.
Malena es la protagonista que interpreta la talentosa actriz madrileña Bárbara Lennie (de padres argentinos). “Bárbara es una actriz espectacular. Mi idea fue trabajar con ella codo a codo. Necesitaba una actriz que lo diera todo, porque era una experiencia física y emocional fuerte”, dice.
Luego de investigar más de un año el tema, Lerman rodó parte del filme en un pueblo de Misiones, territorio que él describe como la “zona caliente” en materia de adopciones a cambio de dinero, y con la complicidad de progenitores, padres adoptivos, médicos, abogados y jueces, entre otros. Y mientras filmaba, la ficción se mezcló con la realidad: “De golpe, la Gendarmería cortaba la ruta porque buscaba un bebé. Inclusive el hospital donde estuve fue allanado una semana antes del rodaje”, cuenta.
-La película desnuda las dificultades y la red de complicidades alrededor de la adopción de un hijo. ¿Por qué te enfocaste en este tema?
-Es un contexto complicado y ambiguo porque hay intereses y necesidades de muchos: niños que necesi- tan ser adoptados, madres que dan sus bebés en adopción y padres que quieren adoptar y no pueden por un sistema lento y complicado. Por otro lado, hay agujeros que permiten que proliferen pequeñas mafias o negocios alrededor. Ahí se instala la película. Y una conclusión fue que la gran diferencia social genera que proliferen este tipo de cosas.
-¿Creés que es un fenómeno nuestro, o un extranjero también se va a sentir identificado?
-Mirá. En Toronto, dos mujeres me contaron que en los Estados Unidos y en Canadá existe un tráfico de bebés que está totalmente oculto. Me llamó la atención, porque yo trabajé con algo puntual y regional. Me acuerdo de que en Catamarca, filmando en una casa muy humilde, la dueña me contó que su madre había vendido a una de sus hijas. Ahí noté que está mucho más asimilado en algunas zonas del interior que en Buenos Aires. A eso se suma que acá el aborto es ilegal, una arista bastante compleja.
-¿Por qué usaste a “no actores”?
-Una de las estrategias del casting fue trabajar con gente del lugar. Y un rol muy importante es el personaje de Marcela, que lo hizo Yanina Avila. En Toronto las críticas la remarcaban como actriz, y eso es una enorme satisfacción, porque fue una apuesta muy fuerte. Yanina le aportó una verdad y una realidad muy cercana.
-Además de dirigir un guión tuyo, sos uno de los productores. ¿Por qué? ¿Es una costumbre más nuestra?
-Hace tiempo que entendí que para el tipo de cine que me interesa hacer, tenía que ser mi propio productor. Mis películas suelen ser coproduc- ciones con varios países, y ese armado me permite tener absoluta libertad sobre qué hacer. Aunque el ideal es no ocuparse de todo, ahora me costaría estar totalmente al margen.
-¿Soñás con que alguna vez alguien te diga: ‘Tenés tanto presupuesto, filmá lo que quieras’. ¿Por qué no pasa?
-Es medio utópico. Inclusive en el cine más comercial, hay unas expectativas puestas en el mercado y una necesidad de cumplirlas. Pero no descarto trabajar con productoras más grandes. Lo haría siempre asociado a mi productora (Campo Cine).
-¿Por temor a que quieran influir en el proceso creativo?
-No, creo que eso es más un cliché. El medio argentino no es tan grande, nos conocemos todos. Las productoras grandes permiten grandes libertades a los directores.
-Entonces, un proyecto con expectativas de ser comercial ¿no atenta contra la calidad de la película?
-No, todo lo contrario. Muchas veces lo puede potenciar. Sí creo que es una relación casi dialéctica de mutuo respeto y entendimiento. Funcionará en algunos casos mejor y en otros peor. Yo encontré un camino más autónomo y me siento muy cómodo haciendo las películas desde donde las hacemos, por el tamaño que tienen.
-Pasaron quince años de tu primera película. ¿En qué evolucionó y en qué retrocedió nuestro cine?
-Creo que la manera de producir cine se desarrolló de manera notable. El cine es un medio muy dinámico. La irrupción de Netflix, y desde dónde se ve cine es muy diferente que hace quince años. Hoy, la distribución sigue siendo un tema complicado para las películas argentinas. Todas tienen que luchar por el espacio. Este mes hay una aglomeración de estrenos argentinos, una consecuencia de que no se llega a planificar bien.
-¿Y qué opinás de esta tendencia (todavía menor) de empezar a hacer películas argentinas de género?
-Yo las celebro. Más que las películas de género, celebro que exista un cine con diversidad. Me parece que nos enriquece a todos. Otro punto fundamental es la generación de público. Por eso la problemática con la distribución es tan compleja.
No sólo es un viaje hacia la búsqueda de ese bebé, sino también introspectivo. Y a la vez interpela al espectador moralmente.”