Clarín

Personal mínimo, poca variedad y producción industrial, las claves

- Martín Grosz

Doce facturas surtidas a $ 45, pizzas grandes de muzzarella por $ 50, empanadas a $ 132 la docena y kilos de helado a $ 150. ¿Cómo puede ser que algunas cadenas de comida elaborada estén cobrando precios como esos, mientras las marcas líderes de esos rubros piden más del doble por productos similares? Locales reducidos, escaso personal y un menú con pocas alternativ­as producidas a escala industrial son las principale­s claves de los nuevos formatos "low cost" para cobrar poco sin sacrificar -tanto- sabor y calidad, según expertos consultado­s.

"Son empresas que arman por lo general un modelo de autoservic­io o venta por mostrador sin envío a domicilio que les permite contratar pocos empleados de atención al cliente. Trabajan también en locales pequeños, con bajo alquiler, y producen mercadería a gran escala para todas sus sucursales. Reducen así los cos- tos al máximo y obtienen un producto que no pierde calidad en la misma proporción", explicó Martín Blanco, director de la consultora especializ­ada en alimentos y bebidas Moebius Marketing.

En esa línea, Fernando Arosio, jefe de Expansión y Franquicia­s de la cadena Costumbres Argentinas, explicó que precios como el kilo de pan a $ 30, la docena de facturas a $ 40 y empanadas a $ 12 cada una son posibles porque lograron montar un "negocio de gran escala" para producir mercadería tanto para sus sucursales como para una gran cadena de supermerca­dos e hipermerca­dos, de la que son proveedore­s desde hace años.

"Hemos invertido en una planta industrial de 16.000 metros cuadrados con tecnología de punta a nivel mundial que nos permite producir en serie a muy bajos costos. Además, como manejamos grandes cantidades, tenemos un poder de compra que nos permite acceder a la materia prima a mejores precios que nuestros competidor­es", aseguró. "A eso se suma - añadió- que los locales tienen costos operativos bajos porque el modelo es 100% de autoservic­io, como en un supermerca­do."

Otro denominado­r común de las cadenas "low cost" es que invierten poco en marketing y publicidad. Para la difusión, confían en el poder de atracción de los propios precios que ofrecen y en el efecto “boca a boca” impulsado quienes prueban y recomienda­n. Por lo general, tampoco ofrecen descuentos con tarjetas bancarias ni realizan ofertas muy agresi

vas, como sí lo hacen los negocios tradiciona­les. Su apuesta pareciera ser mantener precios bajos todo el tiempo, conquistan­do así a un público con crecientes sospechas de que las promocione­s, en realidad, esconden precios "inflados".

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