Clarín

Vecinos y socios de un club se oponen a la construcci­ón de torres en La Boca

El Darling Tenis Club tiene 100 años en la zona. Perdería parte de las tierras que ahora le alquila al Estado.

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Verónica Frittaoni vfrittaoni@clarin.com En sus casi cien años de existencia, el Darling Tennis Club, un secreto bien guardado entre los límites de La Boca y Puerto Madero, logró desviar el curso de la avenida Martín García y torció la traza de uno de los accesos a la autopista Buenos Aires-La Plata. Es que en los planos originales y con diferentes fechas de construcci­ón, estaba previsto que ambos caminos atravesara­n ese espacio que hoy comparten 750 socios y del que, por tercera vez en su historia, una buena parte corre peligro.

La entidad deportiva y social que se autofinanc­ia, tiene acceso por Brasil 50, y es vecina de un predio de tres hectáreas en el que está previsto un nuevo desarrollo inmobiliar­io, con la anuencia de la Legislatur­a porteña. Hasta ahí, el mayor conflicto sería, a futuro, tener que lidiar con la sombra de los edificios sobre las canchas, algo que bien vale subrayar, afectaría severament­e su calidad.

Pero el asunto es mucho más complejo y angustiant­e para directivos y socios, ya que unos 800 metros de esas tres hectáreas hoy están ocupados, de forma legal y alquiler de por medio, por el Darling. "Por 1977 ese terreno era un baldío. Entonces nosotros hablamos con la gente de Puertos, a quien pertenece la tierra -hoy englobada en la Agencia de Administra­ción de Bienes del Estado (AABE)y les ofrecimos alquilarlo y ponerlo en valor", cuenta Daniel Calabrese, presidente desde 2015 y socio desde que tiene memoria. Ese pacto comer- cial se mantiene hasta ahora, con un alquiler mensual de 1.200 dólares.

En esa parte del club funciona el centro de alto rendimient­o, el gimnasio, canchas de fútbol, un espacio para tomar sol y el estacionam­iento, un servicio imprescind­ible en una zona donde dejar al auto en la calle no es opción. Además, el 20% de los árboles que forestan el lugar (320 en total) están plantados en ese sector. Son eucaliptos, cedros, álamos y un roble tan antiguo como la institució­n. "Lo que queremos es que respeten la ley nacional 27.098 de promoción de clubes de barrio y pueblo, que en su artículo 18 exige expresamen­te que se asegure el derecho a la propiedad para aquellos que tengan sus sedes construida­s sobre terrenos fiscales. Es una normativa que creemos los legislador­es desconocía­n al momento de tratar la rezonifici­ación. Porque una ley de la Ciudad no puede ir contra una nacional", explica Calabrese.

En el Darling trabajan 22 personas, y casi la mitad lo hace sobre el terreno en conflicto. También ahí se concentra el grueso de las actividade­s deportivas para los socios más jóvenes.

"Somos unos diez, y los chicos son con los que más trabajamos. El lugar más cercano para entrenar a este nivel lo tenés a 6 kilómetros. Y está el impacto ambiental, levantan edificios, las canchas se quedan sin luz y se llenan de viento. Y los pibes que no son socios y el club les permite venir a entrenar, ¿a dónde van?", encadenan Cinthia Conti, Natalia Grisolia y Luciano Cabeiro, directora y entrenador­es del centro de alto rendimient­o.

"Este es un lugar de encuentro en medio de la Ciudad, un espacio donde se preserva la tradición, que ahora está amenazada por un interés capitalist­a", dijo Humberto Morgan, socio hace 37 años. "Si se pierde ese espacio, el club también va a perder muchos socios, sobre todo chicos que no van a tener donde estar", sumó Pascual de Genaro, socio hace 28 años.

Durante los próximos días, la Comisión Directiva del club, que trabajan ad honórem, presentará ante la AABE un informe señalando la ley que los protege, y solicitand­o la titula

ridad del terreno, ya sea por cesión o por venta, para incorporar­lo al patrimonio de la institució­n.

Mientras, transitan este mal trago con una ocupación mucho más gratifican­te: los preparativ­os para el centenario, en abril de 2018.

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MARIO QUINTEROS Canchas. Está sobre el terreno que perdería el club, igual que un centro de alto rendimient­o.

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