Clarín

“A veces el silencio me ensordece”

Antes de debutar en el estadio de Corrientes y Madero, el cantautor dice que ya no sufre la ciudad y que ser padre cambió su música, asegura que no lo seduce el estrellato y confiesa que prefiere la poesía a lo chabacano.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

Acomienzos de siglo, Lisandro Aristimuño (38) decidió que era el momento de dejar su Viedma natal, para llegar a Buenos Aires buscando -o más bien siguiendo- a un amor. Entre aquel chico que poco después apenas si llamaba un poco la atención cuando en alguna plaza de Palermo le hacían fotos para una nota de media página de algún diario, y el que el que mañana presentará su álbum

Constelaci­ones y mostrará sus canciones en un Luna Park con localidade­s agotadas, median poco más de tres lustros, siete discos editados -dos de ellos dobles-, tres premios Gardel, un premio Konex, una nominación para los Grammy Latinos, ocho Gran Rex repletos en los últimos dos años y medio y varios trabajos de producción -entre ellos Fabiana Cantilo y Liliana Herrero-, y una hija, Azul, que lo cambió todo.

“Mi vida está muy ligada a lo que hago, y yo soy siempre el mismo. Pero seguro que hubo una maduración. Haber sido padre hizo que mi música cambiara”, dice Aristimuño. Pero la cosa no queda ahí. “Tener una porteña de cinco años hace que quiera mucho a esta ciudad”, agrega.

-¿Alguna vez, desde que llegaste, pensaste en volverte al sur, o en al menos alejarte de Buenos Aires?

-Nunca. Al principio, el choque con la ciudad lo sufrí bastante, hasta que finalmente es como que entró en mí. Mi parte electrónic­a y rockera es muy porteña. Y el hecho de que haya logrado un oficio en la ciudad suma. Ahora, después de pasar cuatro o cinco días en el sur, me quiero volver. Necesito este movimiento; me acostumbré. A veces el silencio me ensordece. Necesito prender la radio, que haya algo sonando… Y siento la necesidad de trabajar.

-En tus canciones hay una carga poética tal, que uno podría llegar a pensar que la cotidianei­dad no está tan entrelazad­a. ¿Te sirve testear lo que pasa en la calle para componer?

- Claro. Es muy importante lo que su-

Soy frontal. No hay un detrás. Siempre intenté mostrarme así. Es todo lo que tengo y es todo lo que hay. Esa letra es una declaració­n.” En la situación que estoy ahora, es como tener un ‘dealer’ todo el tiempo en la puerta de tu casa. Y la verdad que no me atrae.”

cede alrededor. Lo social marca, por ahí, una estética del disco, su concepto, lo que quieres decir. Cada momento aporta algo. Yo llegué en 2001, y haber llegado en esas circunstan­cias me hizo hacer un disco como Azules

turquesas. Si lo escuchás, sentís que estás en un campo verde y que está todo bien, con las vacas ahí pastando. No pensás que estás en el medio de la ciudad con gente pegándole a las puertas de los bancos y con un helicópter­o yéndose con un ex presidente adentro. Escuchás el disco y es como de Heidi. -Demasiado inocente. -Eso llamó la atención: la inocencia. Pero en verdad fue algo adrede, porque yo tenía ganas de sentirme bien. Era como poder encontrar la añoranza en medio de ese caos, de ese gris. -Hasta que te urbanizast­e. -Sí. pero por ahí más en lo sonoro. Las letras son casi siempre de añoranzas y melancolía­s de mi sur. En Conste

laciones canto “quién me va a acompañar de nuevo al frío”, hablo de El Chaltén. También es cierto que me puse a investigar otros formatos al escribir, como en Respirar, que es só- lo piano y voz; algo que nunca había hecho. Fue trapéutico. Como si hubiera sido un nene al que le soltaron la mano y le dijeron: “Andá solo”. -Pero acá, padre e hijo son el mismo. -Es que me atrae eso de jugar una especie de doble vida; por un lado el que está escribiend­o y por otro el personaje de la canción. Un poco al estilo de la película La historia sin fin, en la que el pibe iba leyendo, y el personaje era como él. A mí me pasa mucho eso como que soy yo en el personaje. -Decías que el final desastroso de 2001 te llevó a grabar un disco inocente. ¿No se te pasó por la cabeza hacer algo más panfletari­o? Habría sido más rentable… -¿Como si fuera ‘de protesta’? No. Así como la música tiene capas, en la escritura me parece que también soy de ponerlas. A veces puteo, pero de una manera camuflada. Evito lo chabacano. Soy más puteador en la vida personal que en lo artístico. Ahí soy mucho más cuidadoso. Me encanta jugar con las letras. Le tengo mucho respeto a los escritores. Me encanta estar todo el tiempo aprendiend­o. leyendo, buscando... Soy bastante pro- lijo en eso. Me gusta mucho la poesía. Intento sacar lo más posible de la palabra que digo día día, de mi forma de hablar, hacer más cuidado al idioma, a la fonética. Creo que la palabra es un instrument­o, una percusión. Si no, mira el caso de John Lennon, que a veces las usaba como una batería. -¿Pero no tenía la ventaja de que el inglés es más onomatopéy­ico? -Sí. A veces digo: ‘Puta madre, el castellano no suena tan potente.’ Pero a la vez es muy dulce, y caliente. Muy de adentro. No es tan 'mente'. Al mismo tiempo que no es tan permisivo. -Si probás cantar “Buendía,maña

na...” en vez de “Goodmornin­glife...”, no hay manera de que cierre. -Pero Miguel Abuelo hizo Buen día, dia, y cerró. A mí me gusta usar un inglés medio tarzanesco, en el que importa más la cuestión fonética que lo que estoy diciendo. Pero hay letras de esos demos que hago que me encantan, y les busco palabras que sean reales. Good Morning Life fue siempre así, desde cero. Y si salió así, es así. No puedo poner otra cosa. Me gustaba, además, porque el tema es muy beatlesco. Los Beatles usaban frases muy inocentes. Y de Good Morning

Life también me gustaba eso. -Tu punto de partida coincide con el de una camada numerosa de “cantautore­s” autogestiv­os. Algunos muy buenos en todo, otros muy buenos pero muy aburridos, otros muy divertidos pero bastante flojos en lo musical. Pero el único que se despegó de ese lote y hoy es capaz de llenar un Luna Park, fuiste vos. ¿Por qué vos sí, y ellos no? -No lo tengo muy claro. Sería como preguntarm­e por qué le gusté a mi mujer. Son muchas cosas. Es muy difícil explicar por uno mismo por qué le gusta a la gente. Lo que sí creo, es que soy muy sincero en lo que hago. Soy frontal. No hay un detrás. Siempre intenté mostrarme así; es todo lo que tengo y es todo lo que hay. Esa letra es como una declaració­n, porque realmente no hay nada atrás. No estoy haciendo un personaje. Es realmente lo que soy. Y creo que a la gente que le gusta mi música tiene esa cosa de que se siente muy cerca mío. No me ve como yo podría verlo a Charly, que para mí es: “¡Uauh! Un ge

nio intocable.” A mí me ven como el loco que toca la viola y canta. -Un estilo de rockstar del que los últimos exponentes podrían ser Fito, Calamaro, o Gustavo Cerati. Porque tampoco hay, después de ellos, un solista con semejante convocator­ia. -Lo que pasa es que la industria tampoco sigue siendo aquella. Eso también está fomentado por una manera de vender al artista. Esa cosa de “andá

en limusina, no vayas en bici”. Eso de “hagamos la diferencia”. Que se crean que sos un superhéroe que no puede ir caminando. Pero también hay un manejo de la industria que termina haciendo que el tipo se crea eso. Y por eso mismo, varios así terminan, he- chos lanceado. mierda. Demasiado...Les dieron alimento ba-Se potencia, supone los que cuida. una compañía los -A protegidos,veces ellosy no. piensan Nada que que estánver. más -¿Y con enel “alimentotu caso, cómo balanceado”?es tu relación -Estoy absolutame­nte al margen No me interesa en absoluto. A veces hasta parece falta modestia, pero no. Porque es muy fácil; todo está ahí. Se puede acceder fácilmente a eso, y en la situación que estoy ahora, no me costaría acceder a ese mundo. Es como tener un dealer todo el tiempo en la puerta de tu casa. Todo el tiempo está esa seducción: vos sos distinto, superior, vivís de otra manera. Y la verdad que no me atrae. Incluso, a veces estoy en alguna fiesta y empiezo a sentirme medio fóbico, a respirar mal, me voy poniendo nervioso. “Che, Así que vamos llamoa algúna un bar, amigo por y acá,le digo: solos…” -¿No te deja fuera de algo? -No creo, porque lo que a mí me interesa que esté adentro es la música. Lo otro es una pantalla. Además, no soy muy bueno en las relaciones públicas. En eso de los premios, soy malísimo. Hasta torpe. De tan tímido, suelo quedar desagradab­le, como el tipo que no saluda a nadie y mira para abajo. Eso es muy sureño. -Al mismo tiempo, imagino que se te debe acercar más gente. - Eso es algo que me sorprende cada día. De repente me llegan comentario­s de que me mandó saludos tal, y que le encanta lo que hago. Y a veces no lo puedo creer, porque se trata de gente que está en estilos y formas diferentes a las mías. Que alguien que hace rap, o rock durísimo, o que es punk, de pronto te diga que les gustaría hacer algo con vos, me parece algo buenísimo. Pero no deja de sorprender­me. Supongo que tiene que ver con el prejuicio... ¡Con el mío! -Pero, ¿qué pasa con el tipo de a pie? Llegué a ver un cartel en la vidriera de una chocolater­ía de Mar de las Pampas en la que decía algo así como que "si sos Lisandro Aristimuño, avisá..." ¿Te acosan? ¿Perdiste el anonimato en la calle? - (Risas) Muchos me hablaron de ese cartelito. Pero a mí me pasa como lo contrario a ese fanatismo que para mí es medio insoportab­le. Hay un trato como del que ya me conoce. No es como el que viene a ver a un star. Hay mucha confianza; a lo mejor que cuentan que les pasó algo con alguna canción mía, nos sacamos una foto y listo. Claro que después alguno viene y se me sienta a la mesa... Y yo que "che, hola, estoy acá almorzando con mi hijita..." -De alguna manera, haber alcanzado cierta autosusten­tabilidad te exime de depender de las contrataci­ones de gobiernos municipale­s, provincial­es o del nacional. ¿Cómo te manejás en ese terreno? -Me cuido bastante con eso; de la misma manera de la que me cuido con el tema de las marcas. - De acuerdo. Sólo que todo lo que tiene un sello estatal está vinculado con una ideología, y uno supone que eso expone más al artista. -En gía. una Más marcade una tambiénmar­ca quehay ideolo-hoy es muylos nazis.... conocida antes colaboraro­n con

 ?? FERNANDO DE LA ORDEN ?? En pendiente ascendente. Con su propio sello como punto de partida, Aristimuño traza una trayectori­a que certifica que autogestió­n, popularida­d y buen gusto pueden ir de la mano.
FERNANDO DE LA ORDEN En pendiente ascendente. Con su propio sello como punto de partida, Aristimuño traza una trayectori­a que certifica que autogestió­n, popularida­d y buen gusto pueden ir de la mano.

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