Clarín

Una clase de baile y de actuación

Con un Julio Chávez magistral, el unitario invita, en el marco de la danza, a revisar y defender los vínculos.

- Silvina Lamazares slamazares@clarin.com

No hay dudas, la pantalla muestra a un ex bailarín, un dotado, un hombre cuyo cuerpo recuerda posiciones, emociones, magia. Dicen que dejó de bailar hace 30 años. No se le notan. Ni a Prat ni a Julio Chávez, el actor que hace posible ver en él a una figura de la danza, como personaje central de El maestro (debutó el miércoles, por El Trece). Piernas firmes, empeine estirado, elegancia, fuego sagrado, brazo en alto. Uno sabe que es ficción, pero bien podría ser la biopic

(registro fílmico biográfico) de un señor que un día se quitó las zapatillas y se animó a contarlo en TV. Producida por El Trece, TNT (desde anoche va los jueves a las 22), Pol-ka y Cablevisió­n (se puede ver la temporada completa en Flow y canal 1 HD), la miniserie de 12 capítulos desembarcó con un primer episodio más cargado de sensacione­s que de presentaci­ones de rigor.

Habrá tiempo para saber quién es quién, qué pasado los agrupa, qué futuro los espera. Lo que quedó claro es que el vínculo principal sobre el que girará la trama será el de Prat y Luisa (Carla Quevedo), una bailarina que se empecinó en tenerlo como entrenador. Y cuando parecía que se imponía la negación del prócer de la danza, él cayó rendido, literalmen­te, a sus pies: atravesó la ciudad, se sumergió en zonas que le son ajenas y quedó paradito al costado de un ring donde ella practicaba, ya resignada, sin referente, rumbo a la beca que pretende. El fue a darle el sí, contra todos sus caprichos. Esa escena, con la que se cerró el primer capítulo, reafirmó varias cosas de un sólo tiro: que Prat encontró en ella el desafío de la vuelta, que Luisa encontró en Prat al maestro del título, y que entre Chávez y Quevedo habrá duelo actoral garantizad­o.

A los 26 años, la chica que transitó buena parte de su carrera en los Estados Unidos, volvió para aceptar este reto, mano a mano con un grande. Y, por lo visto hasta ahora, herramient­as y sensibilid­ad la invitan a no caerse, aunque esté, conceptual­mente, en puntas de pie.

Escrito por Romina Paula y Gonzalo Demaría, el libro ubicó en el universo de Prat a su socio y mejor amigo, Mario (un delicioso gay interpreta­do por Juan Leyrado: “La dramática

soy yo, no vos”, le suelta con picardía), a su ex mujer, una fría Paulina a cargo de Inés Estevez, muy pintoresca y un tanto más arrogante, y a Camilito. El nene, hijo de su hijo que quedó detenido por drogas cuando intentaba salir del aeropuerto, pasa a estar a su cargo. Prat es también abuelo, un rol que deberá descubrir en el día a día. Por todo eso podría definirse a El

maestro como un unitario sobre los vínculos, hondo, comprometi­do, sin buenos ni malos, ni costumbris­mo, ni dramatismo puro. De hecho, el debut dejó frases simpáticas, como cuando Prat le dijo a un hombre de seguridad “Sí, un milagro señor, un bailarín que tiene un nieto”.

De ahí, alterado y confundido, fue al funeral de Celia, la maestra que tuvieron él, Mario, Paulina y la propia Luisa, a quien le prometió que le pediría a Prat que guiara sus pasos. En esa despedida en el cementerio, fundamenta­lmente, se vio la mano del director, Daniel Barone, especialis­ta en transmitir emociones.

El tiempo dirá si la magia inicial sigue intacta, si Prat hace de Luisa su mejor alumna, si el alto nivel que la miniserie mostró en todos sus frentes se mantiene. La TV argentina y los televident­es se lo merecen.

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EL TRECE Es el pasado que vuelve. Prat (Chávez) da clases de danza en el barrio, y ahora irá por un desafío personal.

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