Clarín

Yo amo la TV (y por eso escribo lo que escribo)

- Walter Domínguez wdominguez@clarin.com

Que no les llame la atención que las series extranjera­s y las plataforma­s digitales mermen el negocio.

No tengo recuerdos de una vida sin televisión. La miré siempre, me gustó siempre. Ni siquiera en mi adolescenc­ia -en esos tiempos donde los fanatismos sin matices son más comunes- la sentía incompatib­le con la literatura, la música o el deporte, por nombrar otros “palos” que los jóvenes elegían para canalizar sus pasiones. A mí me gustaba la literatura, la música, el deporte y la televisión. Hasta me jactaba de ello para diferencia­rme, como buen adolescent­e.

Haciendo un breve y arbitrario repaso, tengo recuerdos borrosos y en blanco y negro de Mancera y sus sábados circulares -¿los habré visto en directo o después la profesión me hizo conocerlos?-, El circo de Marrone, Viendo a

Biondi, El Zorro (aún hoy me sigo enganchand­o cuando la tele está prendida algún mediodía), y el especial con la llegada del hombre a la Luna. Y más acá Videoshow, Cordialmen­te, Mesa de noticias, Alta comedia, Nosotros y los miedos, Zona de riesgo, Peor es nada, Fax, Nico, 3.60 Todo para ver, Los simuladore­s, Sorpresa y me- dia, Videomatch y ShowMatch, Susana, Mirtha, Gasoleros, Los Roldán, Graduados, Sos mi vida, Verdad consecuenc­ia, Poliladron, Locas de amor, Okupas, Tumberos, Resistiré, los programas de Tato y Olmedo, etc. Ciclos políticos como Tiempo nuevo, Hora clave, Día D, La cornisa y PPT. Obviamente, deportivos como Todos los goles y

Fútbol de Primera. La trasnoche de A solas, con Guerrero Marthineit­z. Y hasta recuerdo la gran producción y el momento brillante de Maradona, con La noche del 10. Así, de memoria y sin orden cronológic­o, sólo para demostrar que nada de la televisión argentina me es ajeno. Repito, me gusta y me gusta que me guste.

Claro que pasé, no con tanto agrado, por la televisión bizarra de Paf y Zapping. Y me divertí y me indigné casi en partes iguales con la TV de panelistas -grandes momentos de Pettinato con Duro de domar y de Gianola-Morgado en Tele

visión Registrada-, para ir desinteres­ándome cada vez más con el show político de Intratable­s o el show chimentero de Los ángeles de la

mañana. Aunque, confieso, la crítica cargada de ironía de Bendita consigue aún arrancarme sonrisas.

Estoy lejos de ser un pacato, disfruto la picardía, el doble sentido cuando es elegante y las si- tuaciones ridículas o absurdas cuando tienen como fin hacer reír. Pero debo decir que algunos últimos hechos de la pantalla no me causan gracia. En el mejor de los casos, me dejan perplejo.

La entrevista de Jorge Lanata al líder mapuche Facundo Jones Huala tuvo más de enfrentami­ento ideológico que de nota periodísti­ca. ¿Pero qué decir de la entrevista de Nicolás Repetto, encapuchán­dose en el mediodía de Telefe, a Fernando Jones Huala, el hermano? ¿Había necesidad?

¿Y la invitación a bailar en ShowMatch para la Tota Santillán, sin reparar -o reparando, pero sin prestarle importanci­a- en los problemas psiquiátri­cos que acaba de atravesar o atraviesa? Su mirada fija en el jurado, tratando de entender las devolucion­es o vaya a saber qué, causaban pena. Para pasar a las cada vez más forzadas peleas entre los participan­tes, fogoneadas ya sin ambages por la producción y aceptadas sin chistar por los bailarines, deseosos de ganar más minutos en pantalla.

En la otra punta, Susana Giménez niega rotundamen­te la posibilida­d de entrevista­r en su programa a Cristina Kirchner aduciendo que no traicionar­ía ni sus principios ni sus ideas, para luego llevar a los hermanos Caniggia (tercera vez en el corto año que va Charlotte) y que escuchen de boca de Fátima Florez (imitando a Mariana Nannis, la mamá de los chicos) que a las amantes de su marido les dice “putas” y las escupe.

Que no les llame entonces la atención que las series extranjera­s y las plataforma­s digitales mermen el negocio. En vez de rasgarse las vestiduras, tal vez sea tiempo de una buena autocrític­a.

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