Para el Inadi, el trabajo es el lugar donde más se discrimina
Tres de cada 10 denuncias que recibe el organismo se dan en el ámbito laboral. Y son casi el triple de las que se registran en el área de educación. La mayoría de los casos se da entre pares.
Tres de cada diez denuncias de este año son por quejas de segregación en el ámbito laboral. Los principales motivos que alegan los denunciantes son problemas de salud, cuestiones ideológicas, de género, orientación sexual y discapacidad. En la mayoría de los casos, los damnificados dicen que los agresores son sus pares. La cantidad de casos en el trabajo casi triplica a las denuncias que se hacen desde el ámbito de la educación. Ante cada conflicto, el Inadi interviene como mediador y les pide a las empresas que hagan campañas para una mayor integración.
Les pedí elementos de protección personal que estaban faltando. Y me respondieron a los gritos y con insultos discriminatorios por mi aspecto físico y por mi ideología”. Rubén (46) llevó su caso al Inadi y logró que dos de sus jefes le pidieran disculpas. En un encuentro de directivos se habló de mi vida privada. Se burlaron de mi relación con otro profesor. No puedo creer que en un ámbito educativo se comporten así”. Franco (36), es docente en Mendoza y sufrió dos casos de discriminación en un año.
El trabajo es el lugar en el que más se discrimina. Lo dicen a Clarín desde Inadi, donde 3 de cada 10 denuncias que reciben se dan en el espacio laboral. El estado de salud del empleado (23,95%) y su ideología u opinión (14,20%) son los motivos más fre- cuentes. El género (13,64%), la orientación sexual (11,40%) y la discapacidad (10,60%) le siguen en la lista. El trabajo, donde hubo este año 329 casos hasta fines de julio, casi triplica al segundo ámbito en el que se registran este tipo de episodios: el educativo, con 133 en el mismo período.
Entre 2015 y julio de este año, Inadi recepcionó más de 6.000 denuncias. Casi 1.700 -contando las que se resolvieron en el inicio y las que debieron avanzar por falta de acuerdo- tuvieron como epicentro el sitio laboral de la persona afectada.
Analía Miskowiec, directora de asistencia a la víctima de Inadi, sostiene que el trabajo “es un espacio cotidiano en el que, muchas veces, se entremezclan varios motivos” como estado de salud y aspecto físico o estado de salud y género. Según Miskowiec, “en general, la discriminación en este contexto se manifiesta entre pares aunque también se registran casos de jefes a subordinados”.
La referente de Inadi dice que los denunciantes suelen llegar con una carga emotiva muy grande. “Son situaciones en las que se está vulnerando un derecho y las personas que se acercan lo hacen porque no pueden resolver el asunto solos”. Y agrega: “Cada caso es un mundo. Hay algunos que buscan conciliar para continuar en su puesto, aunque no siempre existe esa posibilidad. Hay otros que, por temor a perder el empleo, toleran episodios complejos”. “La empresa debe educar a sus empleados con talleres y otras actividades de integración para fomentar buenos vínculos teniendo en cuenta que las relaciones laborales se imponen, es decir, que uno no puede elegir ni a sus pares ni a sus superiores”, sostiene la socióloga especialista en empleo Cristina Mejías, que es consultora de carreras. E insiste en que “las compañías son responsables de lidiar y erradicar la discriminación, que en todos los espacios destruye la autoestima aunque en el laboral, además, compromete la subsistencia del afectado”. A su vez, afirma que es un tema que se aborda en sus espacios de coaching: “El 10% de las consultas que recibo tienen que ver con la discriminación en el trabajo”, precisa.
Para Harry Campos Cervera, que es psiquiatra y psicoanalista de la Aso-- ciación Psicoanalítica Argentina (APA), uno de los principales problemas está asociado a que “las alternativas de defensa en el ámbito laboral son mínimas”. “Hay que intentar que la situación se modifique. Si esto no resulta, sólo queda cambiar de
trabajo. El panorama se torna más serio cuando la dependencia a ese empleo es alta”, explica. En sus terapias, también aparece este conflicto: “En especial, relacionada al aspecto físico, a cuestiones de género, orientación sexual y religión”.
Camila (22) lo sufrió en carne propia. Era empleada municipal en un centro de salud de zona norte. Trabajó allí desde septiembre de 2013 hasta marzo de 2014 cuando le comunicó a sus compañeros y a sus superiores que estaba esperando un bebé. “El 14 de marzo avisé de mi embarazo y el 15 me despidieron”, recuerda la joven, que salió “llorando y temblando” cuando la notificaron. “Fui a pedirle una explicación a mi jefa. Me dijo que no le importaba mi embarazo, que me echaba porque trabajaba mal. De un día para el otro me quedé sin suel
do y sin obra social. Por suerte, mi obstetra también atendía en un hospital público y mi mamá me pudo ayudar. Igual, la pasé muy mal”, agrega Camila, que dice que hizo la denuncia en Inadi “para que ninguna mujer tenga que vivir lo mismo”.
Franco (36) tampoco quiere que otros pasen por situaciones como las que él tuvo que afrontar. Por eso, charla con Clarín. Es docente de Letras en un secundario en Mendoza y
en un mismo año tuvo dos episodios de discriminación por su orientación sexual. “En un encuentro de directivos se empezó a hablar de mi vida privada. Se burlaron de mi relación de pareja con un profesor de la misma institución y se refirieron a mí como ‘la novia’”, comparte. Esa vez, terminaron pidiéndole disculpas tras la intervención de Inadi pero, a los pocos meses, lo discriminaron nuevamente. “Un secretario de la escuela se rió por el mismo tema con un gesto obsceno que reiteró adelante de la vicedirectora y de otros empleados”, suma Franco, que dice que vivió ambas momentos con mucha angustia. “No puedo creer que en un ámbito educativo se comporten así. No quiero sacar un rédito econó- mico, sólo lograr que se tome conciencia y no se repita”, resalta. Rubén (46), que es delegado de una pequeña empresa de San Fernando, también fue discriminado. Cuenta que tres de sus empleadores lo maltrataron y amenazaron frente a sus compañeros. “Les pedí elementos de protección personal que estaban faltando. Y me respondieron a los gritos y con insultos discriminatorios por mi aspecto físico y por mi ideología, ya que se metieron con mi condición de delegado. Con sus dichos agredieron a mi familia. Hice una denuncia por amenazas en una fiscalía y llevé el caso al Inadi. Dos de los tres me pidieron perdón. A pesar de eso, mi clima laboral empeoró y hoy no me siento cómodo”, cierra.
El 14 de marzo de 2014 avisé de mi embarazo y el 15 me despidieron. De un día para el otro me quedé sin sueldo y sin obra social. El día que me notificaron salí llorando y temblando. La pasé muy mal.” Camila (15) era empleada municipal en un centro de salud de zona norte