Clarín

Mil días después, larga el verdadero caso Nisman

Las pericias acerca de que el fiscal fue asesinado apenas son el principio del caso.

- Héctor Gambini

La junta de la Gendarmerí­a que trabaja sobre la muerte de Nisman volverá a reunirse este miércoles buscando los términos del documento final que le presentarí­a al fiscal Eduardo Taiano antes de fin de mes. Con la hipótesis del asesinato como estandarte principal, la pregunta acerca de cómo murió Nisman, que empantana el caso desde hace ya casi mil días, agoniza: a Nisman lo mata

ron. Ya no en la considerac­ión de la opinión pública, en las columnas de los analistas, en los asados de los domingos ni en las mesas de los bares. En el expediente judicial. Este no es el fin de la investigac­ión sino el principio. Con ese escenario resuelto, ¿cómo comien-

za el verdadero caso Nisman, el de su asesinato? Con algunas claves para desentraña­r.

El arma "vieja" que Lagomarsin­o dijo llevarle a Nisman estaba cargada con balas de alta

tecnología y punta hueca, como las que usan los sicarios en los crímenes por encargo.

El experto que le enseñó a tirar a Diego Lagomarsin­o es un ex agente de Inteligenc­ia de la Fuerza Aérea que conocía a Nisman desde que el fiscal había sido secretario judicial del caso del asalto al cuartel de La Tablada, en 1989. Este agente es también quien recomendó a Lagomarsin­o para trabajar con Nisman.

Casi nadie en la fiscalía especial AMIA conocía a Lagomarsin­o como experto informátic­o. Muchos ni sabían quién era y declararon que jamás les arregló ninguna computador­a.

Lagomarsin­o tenía acceso remoto a las claves de Nisman y ya está probado que hubo movimiento­s en su computador­a y su celular cuando el fiscal ya estaba muerto, ahora que la junta de peritos llevaría la hora del homicidio a las 2 de la madrugada de aquel domingo.

Son sugestivas las páginas que navegaron quienes quisieron hacerse pasar por Nisman durante la mañana de ese día. Escribiero­n en

Google la palabra psicodelia, como si el fiscal hubiera sentido curiosidad por las sensacione­s alucinógen­as. Ahora se supo que le habían dado ketamina en una dosis que le hubiera impedido hasta apretar un gatillo.

Nisman era espiado todo el tiempo. Cuan- do entraba o salía de su departamen­to, agentes de Inteligenc­ia modulaban por radio "En

tra Delta Main" o "Sale Delta Main". Aún no se sabe el significad­o de esa clave ni quiénes recibían los datos de esos movimiento­s.

En la escena del crimen estuvo la plana mayor de la Policía Federal, que respondía direc-

tamente al ex secretario de Seguridad Sergio Berni. Entre ellos, el comisario Roque Luna, jefe de Inteligenc­ia de la fuerza, que fue pasado a retiro siete meses después de la muerte de Nisman sin ninguna explicació­n oficial.

Aunque están en disponibil­idad, los custodios de Nisman que lo buscaron 11 horas mientras el fiscal ya estaba muerto, siguen

pertenecie­ndo a la Federal. Quizá recuerden

algo más de aquella búsqueda parsimonio­sa

y aletargada que nadie entendió nunca. También está la ex presidenta. Cristina Kirchner debería contar cómo fue que se enteró de la muerte del fiscal que la había denunciado cuatro días antes. Berni dijo que fue él quien le contó, pero ella dijo por cadena nacional que había sido la ministra de Seguridad Cecilia Rodríguez. Hasta hoy no sabemos qué dijo al enterarse. Ni qué órdenes dio. Sucedió mientras Berni y sus policías -en

términos políticos, la propia Cristina- caminaban por la escena del crimen con la delicadeza de una manada de búfalos. ¿Fue antes, durante o después de eso cuando se borraron todas las huellas del departamen­to?

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