Clarín

Lo difícil de pedir altruismo en un deporte donde manda lo individual

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Lo más sencillo sería pegarles a Diego Schwartzma­n, que dos semanas después de eliminar a un top ten en un Grand Slam (el croata Marin Cilic en el US Open) no pudo superar en el mejor momento de su carrera a un jugador que está 50 puestos debajo suyo en el ranking; o a Guido Pella, que perdió los tres singles que jugó para el equipo argentino en la temporada; o, sobre todo, a los debutantes Máximo González y Andrés Molteni, que el sábado fueron derrotados por un tenista que habitualme­nte juega en una y hasta en dos categorías inferiores a las de ellos. Pero los cuatro, al menos, dieron la cara en una parada que se suponía bastante más sencilla y que terminó siendo una pesadilla más por defectos propios que por virtudes ajenas.

Si bien en la historia quedarán como los protagonis­tas del descenso del tenis argentino campeón del mundo, al menos viajaron a la extraña y lejana Astana cuando por lo menos cuatro de sus compatriot­as -con más presente y pergaminos de, al menos, el 50% del equipo que perdió frente a Kazajistán- le dijeron “no” a un Daniel Orsanic, a quien segurament­e le hubiera encantado tenerlos con la camiseta celeste y blanca el fin de semana. Juan Martín Del Potro -el úni- co jugador diferente de nuestro paísy Leonardo Mayer -el único ganador de un torneo- ya comunicaro­n que nunca más jugarán la Davis; Horacio Zeballos se negó a participar de una segunda serie al hilo diciendo que no estaba al 100% físicament­e (en febrero, a la semana siguiente de haber dicho lo mismo y no jugar contra Italia, se presentó en Quito) y Carlos Berlocq dudó hasta último momento y finalmente prefirió priorizar su carrera personal. Un dato: Roger Federer y Stan Wawrinka ganaron la Davis en 2014 pero en la primera ronda de 2015 decidieron no jugarla, Suiza perdió y fue al repechaje. ¿Qué hicieron ambos campeones en septiembre? Pusieron al equipo por delante, salieron a jugar contra la débil Holanda y dejaron a Suiza en Primera.

Se puede afirmar además que tan- to Orsanic como los dirigentes de la Asociación Argentina de Tenis pecaron de ingenuos. El objetivo de instalar una idea de equipo puede prender en algunos tenistas. Pero en un puñado. La mayoría, en un deporte individual como éste, siempre se mirará el ombligo propio. Está en la esencia de quienes también son empujados a sentir, a pensar y a actuar así por entornos que los ven como la vía más directa de ganar dinero -y bueno, en muchos casos- rápidament­e.

Que Argentina no juegue el grupo Mundial en 2018 no se debió solamente a un tal Mikhail Kukushkin. También tuvieron que ver las miserias de siempre. Si alguno pensó que ya no existían después de lo conseguido el año pasado, hizo una lectura equivocada de la realidad de un deporte diferente a cualquier otro.

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