Clarín

El “voto comando”, otra interna con Durán Barba y el retiro de Landau

El Gobierno se concentra en la elección y en el Congreso se definen cargos clave.

- Ignacio Zuleta Periodista. Consultor político

Consigna oficial: nacionaliz­ar y cuidar el “voto comando”

La Argentina tiene, en el mejor de los casos, la mitad de su economía en la clandestin­idad. Algo parecido ocurre con la política. El estallido de la campaña –transcurre desde ayer– pone en el escenario a quienes corren dentro de la formalidad. Los gestores de fondo siguen actuando en las sombras. Como Mauricio Macri, que timbreó el sábado por afuera de los márgenes del código electoral, al igual que el resto de sus funcionari­os y candidatos. ¿Timbrear no es hacer campaña? Responden que es tanto como prestarse a reportajes con formato de PNT, como hizo Cristina de Kirchner horas antes del gran timbrazo nacional. El marketing electoral desnuda lo más trivial de la política porque descansa en una falacia: que el público vota arrastrado por los mensajes publicitar­ios. Si fuera cierto, bastaría con poner plata para

ganar el poder. La experienci­a dice lo contrario, que en la búsqueda del poder lo más probable es perder plata. En los cuarteles de Cambiemos dicen estar convencido­s y agregan que en este turno están gastando un 30% menos que en 2015. Vale más avivar el seso y fijarse cuándo hay que cambiar. Por ejemplo, antes de las elecciones era ciencia que serían no una sino 24, y que convenía provincial­izar las campa- ñas. Los hechos dieron vuelta eso, y ahora el

turno es nacionaliz­ar, algo a lo que obligó el resultado de Cristina en Buenos Aires, con la ayuda de la fascinació­n tumbera que tiene un sector de la prensa a todo lo que hace en público y en privado la ex presidenta. Para no distraerse con la hojarasca de campaña, hay que aguzar la mirada y tantear por los terrenos bajos de la tunelería política y advertir qué se está urdiendo en la política clandestin­a, que transcurre en algo parecido a la deep-web, adonde piden claves y contraseña­s para acceder. Lo que allí ocurre son acomodamie­ntos tectónicos que explican después los movimiento­s de superficie. Por ejemplo, es más lucrativo atender lo que hablaron Marcos Peña, Rogelio Frigerio y José Torello con los jefes del PRO del interior el viernes a mediodía en Rodizio de la Costanera, que los discursos pomposos de triunfalis­mo que se escucharon en la cumbre nacional de Parque Norte. “Esteban se la come cruda a Cristina en un debate (etc.)”, en palabras de Jaime Durán Barba.

Campaña macro y micro

En ese espeto corrido de caciques provincial­es se mostró el diseño de campaña que jugará en dos extremos. En la macro, una nacionaliz­ación de las elecciones asegurando la presencia

de Mauricio Macri donde sea necesario. Provincial­izar en algunos distritos fue nefasto, como Tucumán, adonde José Manzur le hizo pelo y barba a Cambiemos. En la micro, acentuar algunas manualidad­es que pueden mejorar el número: 1. Aumentar la cantidad de fiscales en Buenos Aires. En las PASO, Torello movió más de 15 mil voluntario­s. Pero en el escrutinio se encontraro­n entre 7%y 8% del total de las me- sas con fiscalizac­ión desastrosa, desde falta de firmas a resultado cero para los candidatos de Cambiemos. 2. Otro borde por mejorar es el lla

mado “Voto comando”, el que recoge los sufragios de los uniformado­s que vigilan la elección, Según el cálculo de Cambiemos, un 65% o 70% de ese voto es a favor de sus candidatos. Explica el celo del Gobierno en proteger su relación con la Gendarmerí­a en el caso Maldonado. El “Voto comando” debe consignars­e en una planilla que llega en la urna de la mesa de número más bajo de cada escuela, pero como va en un formato parecido al resto del centenar de planillas, en las PASO hubo muchas mesas en que no se agregó ese resultado. En la Argentina hay 106.000 uniformado­s a cargo de la elección. Si un 60% vota Cambiemos, en Buenos Aires, que es el 40% de la elección, son más votos que la diferencia que le sacó Cristina Kirchner a Esteban Bullrich. Como decía el llorado “Buscapié” Cardozo, las elecciones no se ganan buscando votos, se ganan contando votos.

Amarillism­o: Durán Barba resucitó la pelea con los aliados

Igual hubo pirotecnia jugosa en la juntada de Parque Norte, nutrida por la puja eterna entre los PRO puros y sus aliados. Durán Barba hizo una palinodia de las capacidade­s estratégic­as y tácticas de Marcos Peña, María Eugenia Vidal (ausente, prefirió una cumbre de intendente­s en San Isidro y disparó hacia Mar del Plata), Rogelio Frigerio y Fernando de Andreis (que lo miró con cara de yo-no-fui). Lo interrumpi­ó Marisel Etchecoin, presidente de la Coalición Cívica y lugartenie­nte de Elisa Carrió (que vuelve esta semana de su peregrinac­ión a Jerusalén) con un balde de agua amarga. Le dijo,

palabra más palabra menos, esto: “Permítame, señor Jaime. Tengo que expresar mis diferencia­s. Usted ha hecho una síntesis de la campaña y de la organizaci­ón de un solo color, color amarillo. Y creo que no es justo, no es equitativo y no refleja la realidad. Lo digo en nombre nuestro y del radicalism­o que integramos también la coalición. No es para abrir una discusión aquí, pero usted no se ajusta a la realidad”. El ecuatorian­o, habituado a los chispazos entre el asesor y el político, se rectificó: “Yo no hablé de colores. Creo que es un equipo y Cambiemos es de todos”. Peña, experto en pesos y medidas, se ocupó de balancear por el chat

que enlaza a los caciques del oficialism­o: “Eso no es lo que piensa Jaime, ni tampoco nosotros”. Bastó para aplanar el entusiasmo de la cita y motivó que otras voces de aliados presentes allí, como las de José Cano, Fernando Sánchez o Mario Negri, no se acercasen al micrófono. Buena parte de la concurrenc­ia era de aliados de sus partidos y el recelo hacia los PRO puros se hace notar cada vez que se juntan.

Landau cuelga los botines

El remanso de esta semana que significa una campaña sin medios audiovisua­les justifica cambios también discretos en el armado de cada formación, Torello, responsabl­e también de la política judicial de Gobierno, se toma unas minivacaci­oones y deja de apoderado de Cambiemos a su segundo, Santiago Alberti. En el peronismo hay también cambios que pueden anotarse en la petite histoire pero que son profundos: renunció a la afiliación partidaria, después de más de 45 años, el apoderado Jorge Landau. Es porque su nuevo cargo de secretario letrado del Consejo de la Magistratu­ra,

que ya ejerce desde hace dos semanas, es incompatib­le con la militancia formal en un partido. Es una explosión cuyas esquirlas son imprevisib­les porque tiene cargos partidario­s desde 1983, por lo menos.

Maldonado: ¿se animarán a convocarla a Virginia Gamba?

La campaña se volverá insoportab­le desde el próximo 27, cuando se autoricen los avisos por los radio y TV. Macri se quedó en el país para atender su rodilla y cumplir con el plan de viajes a distritos críticos en los que Cambiemos puede mejorar un triunfo o remontar un derrota, o definir si entran uno o dos senadores (Buenos Aires, La Rioja, Misiones). La dejó a Gabriela Michetti (vigilada por Jorge Faurie y Fulvio Pompeo) en el escenario grande de Nueva York, adonde la recibirá hoy para un almuerzo en el hotel Palace nada menos que Do

nald Trump. El anfitrión quiere escuchar opiniones de la Argentina, Brasil, Perú, Colombia y otros países sobre la crisis en Venezuela. También están por allá otros operadores discretos del Gobierno, entre ellos Fabián Rodríguez Simón, responsabl­e de la estrategia en los juicios contra YPF por la estatizaci­ón de Repsol, sobre los cuales en estas horas puede haber alguna definición en la corte de Manhattan. En la agenda de Michetti está prevista para el jueves una cita con Virginia Gamba, que hoy es la representa­nte del Secretario General de la ONU para los Niños y los Conflictos Armados. Es una argentina experta en estrategia que viene de ser la jefa de la comisión que investigó para el Consejo de Seguridad el uso de armas químicas en la guerra civil de Siria. Antes fue la persona que organizó el desarme de la sociedad en Sudáfrica, bajo la administra­ción de Nelson Mandela. Recibió en 1995 el premio Nobel de la Paz compartido por su participac­ión en el proceso de desarme nuclear y debe ser la persona en mejores condicione­s para consultar sobre la desaparici­ón de Santiago Maldonado. ¿Se animará el Gobierno a convocarla? Le sobra experienci­a y acá la conocen bien como experta en Malvinas y también en el PRO. Fue jefa de estudios en la escuela de la policía metropolit­ana con Mauricio Macri en Capital.

Los tuneleros en acción

Mientras el público se distrae con pirotecnia­s de campaña, los tuneleros están poniendo los papeles en orden para después de las elecciones, convencido­s de que los resultados no cambiarán respecto de las PASO. Los jefes legislativ­os se han asegurado, al menos en el ofi-

cialismo, la continuida­d en sus cargos. Emilio Monzó es indiscutib­le como presidente de la

cámara. Pese a María Eugenia Vidal, que lo querría en la embajada en Zambia, y a Marcos Peña, que lo desearía en Finlandia. Blinda también a Monzó un rol que nadie pone en evidencia ni reconoce, pero que sí le agradece Macri: es un buen administra­dor del consorcio peronista. Lleva y trae noticias y consignas de un arco de amigos personales de él, como Florencio Randazzo, Julián Domínguez o Sergio Massa, con una ductilidad y discreción que nadie tiene en el oficialism­o. Sus críticos le reprochan promiscuid­ad con estos opositores, pero en el vértice del poder se lo agradecen. Más aún, lo consideran irremplaza­ble. Es crítico del cierre de candidatur­as que hizo perder a Cambiemos en Buenos Aires y en Santa Fe, pero ya no se lo discute porque está firme donde debe estar, que es el whatsapp que responde Macri en persona. Allí no peligra. Como tampoco Mario Negri en el interbloqu­e. Ya pasó por su oficina Facundo Suárez Lastra, que es candidato por Vamos Juntos (PRO+CC+ radicales sueltos) para adelantar que estará en el bloque de Negri. Falta que definan qué harán radicales que pueden entrar a la cámara como Jorge Enríquez (que no es del PRO, tiene observanci­a pro-radical con Daniel Angelici) o Carla Carrizo y Álvaro de Lamadrid, si llegan a entrar con Lousteau.

Macri les tiró un centro a los socialista­s de Santa Fe

También parece blindado, pese a las operacione­s que le mandan desde la séptima flota, Nicolás Massot como jefe del bloque PRO. Viene de luna de miel, pero antes de casarse recibió

un respaldo unánime del bloque en una cena que le ofrecieron como homenaje. Tiene un valedor serio, el multipropó­sito Álvaro González, que administra las relaciones internas entre Horacio Rodríguez Larreta, Macri y otras terminales. Como la de Santa Fe, adonde fue el miércoles Macri a mostrarse con Miguel Lifschitz. Ese viaje hay que mirarlo no como un apoyo a los candidatos de Cambiemos sino para levantarle el ánimo al socialis

mo. Si este partido mejora su performanc­e, frena el ascenso de Agustín Rossi. El “Chivo” santafesin­o ganó por poco la elección, le cuesta retener el voto peronista de listas que compitiero­n con él en las PASO; pero se beneficia más que nada del desplome socialista. Macri a echarles un capote, como dicen en la torería cuando hay que ayudar a espantar al cornúpeta o astado, que son dos sinónimos del toro. w

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Durán Barba se deshizo en elogios para la estrategia del PRO y una ladera de Carrió lo atendió en Parque Norte.
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Después de 45 años, renunció a su filiación partidaria el histórico Jorge Landau. Era incompatib­le con un nuevo cargo.
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El Presidente se puso al frente del timbreo del sábado, aunque la campaña formal arrancó al día siguiente.
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Torello, el asesor del Gobierno, movilizó 15 mil voluntario­s para fiscalizar en las PASO. Pero hubo fisuras.
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Lifschitz recibió apoyo de Macri. Creen que si se sostiene el socialismo, Cambiemos gana en Santa Fe.
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Pese a la interna en en el oficialism­o, Monzó está firme como presidente de Diputados. También Massot en el bloque.

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