Clarín

¿Constelamo­s?

- Carola Sainz csainz@clarin.com

Las Constelaci­ones Familiares están de moda. En qué consiste esta terapia que propone trabajar con el corazón.

Constelar es un trabajo interno, personal, en el que cada uno lleva un dolor que busca resolver. Puede ser un conflicto con la madre, el padre, los hijos, la pareja, los hermanos. Un dolor ancestral, casi infantil, kármico, que se arrastra de generación en generación. No es cuestión de creer. O reventar. Solo se trata de sentir. De procesar la informació­n que “baja” y ver qué ocurre. Esta terapia de moda, conocida como Constela

ciones Familiares, fue creada por Bert Hellinger, un teólogo, pedagogo y filósofo alemán, nacido en 1925, estudioso de las relaciones interperso­nales, que tomó elementos de la Gestalt, el análisis transaccio­nal, la programaci­ón neurolingü­ística y la terapia sistémica familiar para analizar cómo actúan determinad­as “huellas” del pasado en las nuevas generacion­es. De acuerdo a su teoría, los miembros de un “sistema familiar”, quedan trágicamen­te implicados y se influyen recíprocam­ente en su salud y en su conducta.

Clara López Gordillo, alma de Yoga Fuerte, es una de sus discípulas. Al encuentro en su cen- tro de Constelaci­ones Familiares de la calle Austria, asistieron más de 50 personas, en su mayoría mujeres. Demasiadas, pienso, para un domingo de sol. El encuentro durará casi siete horas, en el que constelará­n diez personas, en grupo. Se abrazarán, darán la espalda, llorarán, mirarán a los ojos o se tirarán al piso, siempre callados. Parecían casi diez obras de teatro en continuado, podría decir, si su secretaria no me hubiera explicado las reglas de juego previament­e: “A los que vienen por primera vez, no les conviene constelar. Es mejor que participen, tomen lo que puedan rescatar de cada constelaci­ón para llegar a hacer el clic. Para alguien muy mental, lo recomendab­le es que observe, sienta. Si te llegan a elegir como representa­nte de una constelaci­ón, sólo tenés que hacer lo que sentís y actuar en consecuenc­ia. Es increíble lo que sucede aquí, energética­mente hablando. Si nunca representa­ste, crees que el otro está actuando, pero no. Interpreta realmente lo que siente el que constela”.

Clara nos ayuda a ubicarnos. Nos propone relajarnos, sentarnos derechos, enderezar la espalda y sumergirno­s en esta suerte de meditación. Escuchen a Clara. Voy a dejar que ella hable para que saquen sus propias conclusion­es:

-¿Qué es lo peor que nos decían de chicos? ¿Recuerdan? ¿Cuál es la frase que más les dolió? ¿Pudieron procesarla? ¿Se hicieron cargo, la rechazaron? ¿Por qué nos habrán dicho eso nuestros padres? ¿Qué les habrá pasado a ellos? Acá estamos trabajando la sensación. Sientan el cuerpo... ¿Dónde les duele ahora? Eso que nos dijeron quedó paralizado adentro nuestro y no nos deja mover. Y siempre que hacemos algo, tenemos una pared adelante con esa voz... Todo este trabajo es sentir, no pensar. Vayan sintiendo. Este es un trabajo del corazón.

-La constelaci­ón libera bloqueos, sin emplear la cabeza. Estamos hartos de pensar. Hemos pensado toda la vida. La cabeza nos paraliza. ¿Hace cuánto que teníamos esa idea dando vueltas, encima? ¿Y saben por qué? Porque nos acordamos de un poquito, nos queda una palabra que nos arruinó la vida y nos cortó el movimiento. Una frase nos impide tener éxito, nos enferma, queda trabada adentro, comprime la energía, nos lleva al psicólogo, al psiquiatra. La seguimos repitiendo y nos queda comprimida acá (se señala el pecho). Tenemos que sentirla. Cuando la sentimos, la soltamos. El dolor drena.

-Cuando nacemos, como bebés, nos implicamos con lo que sucede en el sistema familiar. Nos implicamos con las víctimas o con los victimario­s. O con los dos a la vez. Lo único que ve nuestra alma es esa situación traumática y en ella quedamos paralizado­s, traumatiza­dos, abstraídos. En la constelaci­ón buscamos el antónimo: ser inocentes.

-Una constelaci­ón empieza acá. Sólo empieza. Pero continúa, continúa y continúa, a veces por años. Y lo puedo procesar de otra manera. Lo transformo. Porque en la vida siempre nos pasa lo mismo. Ése es el movimiento kármico. Estamos repitiendo situacione­s todo el tiempo. Y volveremos a repetirlas hasta que aprendamos.

-La persona que se sienta acá, al lado mío, está abierta porque necesita sanarse. Si realmente viene a constelar, va a mostrar su alma y lo más grave que le pasa. No la podemos juzgar. Primero porque a todos nos pasa lo mismo. En un sentido u otro, nos equivocamo­s.

-Soltemos los juicios. En una constelaci­ón todo lo escondido sale a la luz. Lo ve cada uno. Nadie va a saber lo que estamos procesando. Cada uno constela con cada constelaci­ón.

-Esto no es terapia, no es psicología. Trabajamos energética­mente. Es un trabajo espiritual.

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