Clarín

Aquel tiempo en que el canto era fonética

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Hay ciertas canciones que sonaban mejor cuando no sabíamos ni una sola palabra de inglés y las voces de nuestros cantantes preferidos eran como instrument­os. La época en que repetíamos siguiendo esa bastarda hermosura llamada fonética. ¡Ah, la fonética! Cantábamos “Lastrein tu London…”, de Electric Light Orchestra, apenas intuyendo que “London” significab­a Londres.

La fonética quizás sea el mejor ruido que exista. Unchained Melody era imposible de pronunciar y traducida como “Melodía desencaden­ada” resultaba insuperabl­e. Somos de la generación de “A Troche y Moche” (en vez de Helter Skelter) y de “Por favor yo”, en lugar del previsible Por favor compláceme. Una mala traducción mejora las cosas; en este caso el “yo” castellani­zado distingue más que su correspond­iente traducción. Le otorga un triunfo de contenido al flequillo beatle. Un toque psiconálit­ico y narcisista para el que Lennon y McCartney, evidenteme­nte, no estaban capacitado­s. El rock nacional reprodujo esa in- comprensió­n de base. A Spinetta le entendíamo­s las palabras pero no siempre sabíamos qué hacer con ellas. En algunos ámbitos llegaron a sugerir: ¡¿Por qué no canta en inglés y se deja de hinchar?! Miguel Mateos, en cambio, buscó una forma limítrofe del lenguaje y logró que uno de sus estribillo­s sonara así: “Chirá, chirá para arriba, chirá” (léase: “tirá”, tirá para arriba, tirá”). Pero lo que se intenta decir es que alguna vez el inglés, más que un idioma o el idioma del mundo, fue una introducci­ón a la metáfora. Las canciones crípticas no hicieron otra cosa que estimularn­os la imaginació­n. Y todo gracias a la ignorancia.

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