El drama del agua en los pueblos del sur de la Provincia
Entre Buenos Aires y La Pampa hay 5 millones de hectáreas afectadas. En algunos casos, desde hace meses. Los suelos no escurren y esperan más lluvias. Alertan por el riesgo sanitario.
Millones de hectáreas con cosechas perdidas y animales muertos.
Desde el cielo en forma de lluvia y desde el suelo, por brotes. A través de ríos, arroyos y arroyuelos, como por las calles asfaltadas, cordones cuneta y caminos de tierra. Pura y cristali-
na, pero también revuelta y riesgosa. Así, de todas las formas posibles, el agua acosa a una vasta región que sufre un exceso hídrico descomunal
desde la primera mitad del año. Ya cayeron más de 900 milímetros de agua y este año podrían duplicar la media anual (ver “Habrá...”). Según la Bolsa de Cereales de Bahía Blanca, hay 5 millones de hectáreas afecta
das de las 9 millones productivas distribuidas en 14 partidos de La Pampa y 29 de Buenos Aires. Ocho de estos tienen más de la mitad de su territorio entre inundado y anegado.
En uno de ellos, Coronel Suárez, Eduardo Molinari atiende su campo y arrienda otro, ambos cubiertos por
el agua que desde hace mes y medio bajó de las sierras y arrasó como torrente con terraplenes, alambrados y sembradíos. “Las napas están muy altas, a apenas 20 centímetros y si un vehículo pasa por el camino lo revienta. Es como vivir sobre un col
chón de agua”, describió a Clarín el productor de la zona de Piñeyro al que le tomó dos días mover a un grupo de 70 animales dentro del mismo campo para que no se ahogaran.
No tuvo la misma suerte Fabián Basualdo, que pese a estar en Coronel Dorrego, alejado de la zona más crítica de la cuenca del Salado, también sufre. En los cuatro meses que su campo de poco más de 500 hectáreas lleva anegado, ya perdió 200 animales, entre vacas y ovejas.
“Hasta el domingo pasado, hacia un mes que no llovía, pero el nivel de agua en el suelo seguía aumentando. En la zona más alta, hasta las cuevas de los peludos están inundadas”, describió sobre la magnitud del fenómeno que emerge de las entrañas de la fértil tierra triguera y afecta la calidad del cereal, ya sembrado y fertilizado, además de complicar el inicio de la campaña maicera. Las lluvias dieron una tregua en los últimos días, pero volverán a partir de mañana. “Hay gente que lleva meses sin poder mover un solo grano”, aportó Aníbal Groppa, productor dorreguense de Faro, zona que recibe el caudal de la zona serrana y no lo puede descargar al mar, por la falta de canalización a través del médano.
“No es una gran inversión y amortiguaría la caída en los ingresos que tendrá el municipio por la producción que no se saque”, advirtió el ruralista, que el fin de semana anterior estuvo cuatro días sin poder salir de su campo, aún en 4x4, porque los caminos se habían transformado en ríos correntosos.
En Guaminí, más allá de los campos, la situación más acuciante es la que atraviesa el pueblo Bonifacio, de 2.000 habitantes. Tiene más del 25% del cementerio inundado y el hospi
tal cercado por la laguna Alsina, en su máximo nivel histórico. “El agua brota desde el asfalto, corre por el cordón cuneta y sale por las aberturas de las casas. Tenemos un riesgo sa
nitario muy alto, porque no hay cloacas y los sumideros están todos tapados”, reconoció el secretario de Gobierno Ignacio Honorato, a cargo de la delegación.
Esta semana, se inició la construcción de un desagüe hacia la laguna que aliviaría a la zona sur del pueblo, una salida con la que no cuentan Garré y Casbas, también de Guaminí, que viven parcialmente inundadas desde julio y carecen de un sitio hacia donde derivar el agua. El uso de bombas extractoras se volvió allí ya una costumbre, como en Villa Maza, donde el domingo hubo evacuados. Esta localidad pertenece a Adolfo Alsina, distrito que defiende a capa y espada su principal atractivo turístico, las aguas termales y ruinas del lago Epecuén, arrasado por la inundación de
1985. “La cota máxima es de 93 metros y hoy tiene 96. Estamos sobrepasados y no hay otra forma de sacar el agua que no sea por evaporación, entonces hay que evitar el ingreso
de agua”, se defendió Facundo Montenegro, presidente del Concejo Deliberante de Alsina. Guaminí y Coronel Suárez, últimos eslabones del sistema de lagunas Encadenadas, presionan para que el caudal sea derivado aguas arriba, hacia Epecuén, en lugar de hacia sus distritos, de los más golpeados por la inundación.
Una situación similar enfrenta a Trenque Lauquen y Daireaux, con denuncias judiciales cruzadas ( ver aparte) entre intendentes que se acusan de intromisión en sus territorios. Varias escuelas rurales sin clases, o trasladadas a estancias con docentes que pasan la semana allí para dar clases, tambos que deben tirar la leche por no poder sacarla y trabajadores rurales que temen por sus fuentes de trabajo conforman un panorama actual muy crítico, agravado por una perspectiva desalentadora.