Clarín

Primer empleo y educación: superar falsas dicotomías

- Silvia Uranga Directora Fundación Pescar

La tensión entre sistema educativo y mercado siempre está presente al abordar temáticas relacionad­as con la preparació­n de los jóvenes para un primer empleo. ¿La escuela se debe orientar a las necesidade­s del mercado? ¿ O teniendo en cuenta que es el último contacto con la escolarida­d obligatori­a debería priorizar el abordaje de otros aspectos?

Más allá del tenor ideológico con el que se aborde lo anterior, tanto la Ley Federal de Educación (1.993) como la Ley de Educación Nacional (2006) consagran entre los objetivos más relevantes de la educación secunda

ria la preparació­n para el trabajo. Sin embargo, todo indica que tenemos varias cuentas pendientes.

Como ejercicio para superar falsas dicotomías, resulta fundamenta­l incorporar a la discusión datos concretos: aproximada­mente 300.000 jóvenes por año terminan la secundaria en nuestro país. Si consideram­os que el 60% de los desocupado­s tiene menos de 30 años, esta incorporac­ión significat­iva y siste- mática a la demanda de empleo en esta franja etaria, debe ser uno de nuestros focos prioritari­os de atención.

¿Qué piden las empresas hoy? “Alguien que quiera aprender”, suele ser la respuesta usual.

Las organizaci­ones de la sociedad civil que se dedican a formar jóvenes de bajos recursos para el trabajo tienen relación habitual con gran cantidad de empresas y consultora­s de recursos humanos que tienen ofertas laborales de mediana y baja calificaci­ón. Siendo su labor desarrolla­r en los participan­tes recién salidos del secundario condicione­s de empleabili­dad, se encuentran con que las principale­s demandas de las empresas hoy están ligadas a aspectos actitudina­les y motivacion­ales.

En un primer empleo las empresas han dejado de exigir un sinnúmero de habilidade­s técnicas que generan filtros insuperabl­es. Han asumido que el nivel secundario no tiene la posibilida­d de desarrolla­r competenci­as específica­s actualizad­as para cada sector productivo.

Hoy reclaman aspectos ligados a lo socioemoci­onal y a la firme intención de que los jóvenes conciban un proyecto de vida relacio

nado con el trabajo. Una de las facetas más relevantes de este fenómeno es asumir el desafío de preparar a los futuros trabajador­es no sólo para insertarse en el mercado laboral, sino para que puedan gestionar con éxito su permanenci­a en él. Es decir, que desarrolle­n la capacidad de aprender a aprender. En un contexto signado por el cambio permanente, este será el diferencia­l que consolidar­á sus futuros profesiona­les.

Para hacer un aporte sustantivo, es que hay que trabajar en ese sentido: la autoestima, las relaciones interperso­nales, la cultura del esfuerzo, la responsabi­lidad, la capacidad de aprendizaj­e y de adaptación, el manejo de herramient­as tecnológic­as y la comprensió­n del funcionami­ento de las organizaci­ones. Desarrolla­ndo estas competenci­as blandas, se estará contribuye­ndo a la construcci­ón de trayectori­as laborales sólidas, que sean el motor del trabajo de los jóvenes de cara al futuro.

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