Clarín

Argentina quiere rescatar una biblioteca que cerró Putin

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Domingo de sol y clima de gratitud en la Biblioteca Nacional. Hace un par de meses su director, Alberto Manguel, leyó la noticia sobre la clausura de la Biblioteca de Literatura Ucraniana en Moscú, Rusia, y decidió no quedarse de brazos cruzados. Hombre de mundo libre, a Manguel le horrorizó que la directora de la institució­n ucraniana, Natalia Sharina, terminara condenada a una pena de cuatro años de prisión. Actualment­e está detenida. Fue cuando decidió abrir una Biblioteca Ucrania en la Biblioteca Nacional.

Como era de esperar, el cerco burocrátic­o ruso se cerró sobre los 25.000 volúmenes de la institució­n ucraniana y no hubo posibilida­d de tener parte de ese acervo el domingo, cuando en un acto sencillo de desagravio y apoyo, Manguel dio por inaugurada la Biblioteca Ucrania en la sede de la institució­n argentina, con la presencia del embajador de ese país, Yurii Diudin, y representa­ntes de la entidad Prosvita, que difunde la cultura ucraniana en la Argentina. Prosvita donó una colección de periódicos ucranianos y el director del Centro de Investigac­ión de la Biblioteca Nacional localizó fotos y documentos de ese país que ayer fueron exhibidos a la entrada del auditorio Jorge Luis Borges.

En el acto, Manguel subrayó que “los fondos y los servicios biblioteca­rios no deben estar sujetos a forma alguna de censura política, ideológica o religiosa, ni a presiones comerciale­s”. Tras referirse a la censura de la dictadura argentina, si

guió: “Toda Biblioteca, desde la de Alejandría, hasta hoy, lleva implíci

ta la amenaza de su destrucció­n. A todas debemos agregar ahora la biblioteca de literatura ucraniana de Moscú, creada en 1989. En 2000 adquirió rango autárquico y en julio de este año fue clausurada. Parte de sus fondos pasaron a la Biblioteca de Literatura Extranjera de Moscú”.

Manguel habló del dictamen de la Corte Municipal de Moscú, que declaró a Sharina culpable de “incitar al odio contra el pueblo ruso”, a través de los libros de la biblioteca, y de hacerlo con “fondos estatales rusos para comprar libros antirrusos” brindando a los “nacionalis­tas ucranianos un refugio en Moscú”.

En un duro discurso contra el gobierno de Vladimir Putin, el embajador de Ucrania señaló que lo ocurrido en Moscú expresa “la paranoia anti-ucraniana del Kremlin que, primero robó una parte de nuestro territorio (la península de Crimea) y luego desató una guerra no declarada contra nuestro país. Al cerrar este año la Biblioteca de Literatura Ucraniana en Moscú, Putin vino a demostrar que es fiel heredero del totalitari­smo stalinista”. Y apostó a seguir difundiend­o “nuestra cultura, nuestra literatura y nuestra lengua”.

Por su parte, Prosvita donó libros y periódicos.

Durante el juicio, Sharina –bajo arresto domiciliar­io desde octubre de 2015 aunque tiene su condena en suspenso- negó haber hecho “cualquier intento de influir en la opinión de las personas". Aunque no está en prisión, la ex directora debe presentars­e ante las autoridade­s judiciales periódicam­ente.

“No soy culpable de nada. Nadie le da al director de una biblioteca el derecho de censurar legalmente libros publicados”, se defendió la directora. Ivan Pavlov y Yevgeny Smirnov, abogados de Sharina, afirman que los libros supuestame­nte “antirrusos” fueron “plantados por fuerzas de seguridad armados cuando allanaron la biblioteca en 2015”.

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