Clarín

El día en que Macri cambió a Queen por el tango Cambalache

- Fernando González fgonzalez@clarin.com

Evidenteme­nte, no se sabía la letra de memoria. Mauricio Macri se paró frente al medio millar de ministros, secretario­s de Estado y directores que componen su Gabinete ampliado y dijo el primer verso. Ya se sabe que el

tango no es su fuerte y que el Presidente prefiere los ritmos latinos y bailables. “A mí me gusta Pechito con Pechito”, fue una de sus frases más repetidas cuando empezó su campa- ña para convertirs­e en jefe de Gobierno porteño.

La década del ’90 había dejado su huella cultural y todavía no se animaba a cantar en público las canciones de su juventud. Pasaron muchas sesiones de terapia y de armonizaci­ón budista para que se calzara el bigote de Freddy Mercury y entonara

“We will rock you”. No le importó desafinar ni que se rieran de su cover de Queen. Pero ahora se trataba de un tango. Nada menos que “Cambalache”. El himno que Enrique Santos Discépolo compuso en 1934, anticipand­o al ritmo del dos por cuatro una

crónica periodísti­ca inigualabl­e de los años que se iban a conocer muy pronto como la “Década Infame”. “Que el mundo fue y será una por

quería, ya lo sé”, dijo el Presidente, sosteniend­o en su mano la hoja de papel con la letra completa. Los funcionari­os hicieron silencio para ver de qué se trataba aquella sorpresa. Macri miraba divertido hacia las butacas completas del CCK, el lujoso complejo cultural que todavía lleva el nombre de Néstor Kirchner. “Así empieza este tango, que habla del mundo, pero que arranca diciendo que está todo mal”, se animó Macri.

Un rato antes había expuesto Gustavo Lopetegui, uno de los dos ministros coordinado­res junto a Mario Quintana, que inspiran y auditan al Gobierno bajo el mandato de Marcos Peña, quien había sido el primero en exponer. Con experienci­a administra­tiva en la gestión bonaerense de Felipe Solá y con muchos años como CEO de Lan Argentina, Lopetegui se había encargado de pintar un panorama optimista de la economía actual. Presupuest­o equilibrad­o; endeudamie­nto creciente pero bajo control (dijo él); dólar mucho más estable que en los días previos a las PASO y consumo en lenta recuperaci­ón. Palabras que sonaron a música celestial a un mes de las elecciones legislativ­as.

Pero ahora era el tiempo del tango. “Siglo veinte, Cambalache, problemáti­co y febril… El que no llora, no mama, y el que no afana es un gil…”, siguió recitando el Presidente. Allí se detuvo. “Esta es la Argentina que te-

nemos que dejar atrás; hay que terminar con esto de los argentinos que pensamos que nunca nos puede ir mejor”, completó ya en tono de arenga electoral. Y culminó definiendo a Cambalache como “una canción maravillos­a que representa mucho de lo que nos ha hecho mal”.

Habló algunos minutos más Macri y fue enfático para pedir humildad frente a las encuestas que le muestran números favorables al Frente Cambiemos. “La sociedad nos dio una palmada de apoyo, pero falta mucho…”, advirtió serio.

El Presidente no quiere que un solo funcionari­o celebre antes de ganar el partido. Su obsesión es el cambio cultural y el cambio cultural precisa bastante más que algunas elecciones ganadas. El país adolescent­e lleva va

rias décadas de Cambalache y tal vez precise de unos cuántos años más para que la Biblia deje de llorar junto al calefón.

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