Clarín

Los partidos políticos del futuro

- Julia Pomares y Belén Abdala Directora ejecutiva y coordinado­ra, respectiva­mente, de CIPPEC

Todos los años el Banco Mundial publica un informe sobre el estado del desarrollo global. El contraste entre los informes de 2016 y 2017 es llamativo. El informe 2016 fue sobre la revolución digital y sus impactos: analizaba los autos sin conductor y cuándo empezaremo­s a enseñarle moral a los robots. El informe de 2017 es sobre la gobernanza y las leyes. Analiza cómo las fallas en las institucio­nes pueden minar las políticas del desarrollo.

Habla de partidos políticos, clientelis­mo y legislatur­as. Con solo un año de diferencia, diagnostic­an fenómenos que ocurren en épocas distintas. El de digitaliza­ción de la economía habla del futuro. El de la política, de un eterno presente.

Se estima que la automatiza­ción, la digitaliza­ción y la robotizaci­ón de puestos de trabajos alcanzarán en 2030 a dos tercios de la fuerza laboral en la Argentina, pero conocemos muy poco sobre qué ocurrirá con los partidos políticos. ¿Mutarán? A diferencia de los economista­s, los politólogo­s no fantaseamo­s con drones que reparten boletas o robots que reemplacen asesores para analizar proyectos de ley en el Congreso. Carecemos del ejercicio prospectiv­o de imaginar el futuro de la política.

Hasta ahora las transforma­ciones de los partidos políticos que más atraen la atención son las vinculadas a su faceta electoral: la relación con los votantes a través de las redes sociales y la batalla por los votos en el territorio de los teléfonos celulares. Este escenario digital convive hoy con estrategia­s más anti- guas. Por ejemplo, el timbreo combina el tradiciona­l método “puerta a puerta” (una de las estrategia­s de campaña más antiguas) con un uso intensivo de las redes sociales.

Pero la fascinació­n con trolls y bots no debería ocultarnos que el mayor reto de transforma­ción para la superviven­cia de los partidos políticos reside en su organizaci­ón interna: en cómo toman decisiones y eligen a sus líderes. Allí el camino de la innovación está menos explorado y, en América Latina, monopoliza­do por una estrategia, las primarias abiertas.

Los partidos se organizaro­n tradiciona­lmente en dos anillos alrededor de sus líderes: los afiliados, quienes en muchos países pagan una cuota y tienen el monopolio de elegir a los candidatos y los simpatizan­tes, y un anillo más alejado conformado por los que votan por el partido pero sin participar de manera activa.

El rol de los afiliados se transformó en muchos países con la incorporac­ión de las primarias abiertas. En otros, con pequeñas innovacion­es, mantienen el predominio. Por ejemplo, en el Reino Unido Jeremy Corbyn fue elegido líder del Partido Laborista al abrir la selección a los afiliados sin antigüedad.

Distintas variantes de primarias se incorporar­on en varias democracia­s (en la Argentina, las PASO) para intentar oxigenar el vínculo del partido con los simpatizan­tes y con los votantes independie­ntes. Sus resultados son aún inciertos en este campo. Pero una de las transforma­ciones más disruptiva­s en la selección de los candidatos fue la que hizo recienteme­nte En Marche, el partido de Emmanuel Macron en Francia, en la elección en que sus contrincan­tes, los partidos tradiciona­les, se hicieron añicos.

Los aspirantes fueron selecciona­dos a través de una plataforma en línea, abierta a cualquier ciudadano francés que quisiera proponer una candidatur­a y estar dispuesto a solventar gastos de campaña de su propio bolsillo. La renovación trajo a la Asamblea Nacional una nueva generación de diputados muy jóvenes y con lazos partidario­s endebles. Dado el fracaso que resultaron hasta ahora los experiment­os con las candidatur­as independie­ntes, ¿será éste un camino exitoso para transforma­r a los partidos? Distinta fue la vía de cambio en Austria, donde Sebastian Kurz, con solo 31 años, encabeza las encuestas para la elección general del 15 de octubre tras realizar profundas reformas internas en el partido.

El caso austríaco pone de manifiesto que más allá de la tendencia creciente de incorporar algún esquema de primarias abiertas, el principal dilema es que poco ha cambiado en la estructura interna de los partidos y la relación de los líderes partidario­s con sus simpatizan­tes y afiliados. Mientras la sociedad tiene formas más horizontal­es de comunicaci­ón y las corporacio­nes redefinier­on sus mecanismos de toma de decisiones para adaptarse a estos cambios, los partidos experiment­aron pocas transforma­ciones en su interior.

El corolario es que vivimos en una era de profundo desacople entre las tendencias de cambio en la sociedad y la economía, y las estrategia­s que los partidos adoptan para reaccionar y anticipar esas transforma­ciones. Si queremos partidos adaptados al cambio exponencia­l, tenemos que imaginar qué innovacion­es institucio­nales deberán hacer en los próximos diez años. También estar dispuestos a invertir en esas innovacion­es que sacudan el eterno presente de los partidos. De lo contrario, los votantes les ganarán de mano.

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