“Mis respetos a la señora que acusó a Cristina por los muertos en Once”
Ya no sabe de qué disfrazarse. Durante unos meses dejó de lado el modelo Evita capitana y se camufló en Madre Teresa. Cambió el discurso estentóreo, prepotente e interminable por palabras breves y medidas y optó por rodearse y abrazar en público, eso sí, a hombres y mujeres anónimos que le servían para denunciar el “desastre” al que nos está llevando este “gobierno liberal”. Luego, llegaron las PASO. Un cachetazo en el rostro a la señora que creía (¿lo creerá aún?) que la Argentina no puede vivir sin ella. Entonces, aprovecha la gravísima desaparición de una persona y en una inmejorable puesta en escena se hace ver con el rostro compungido en una misa, portando la pancarta con la foto de Maldonado. Salvo que le salió mal la jugada.
Mis respetos a la señora que la increpó y la acusó de no haberse hecho cargo jamás de los 52 muertos de la masacre de Once. Porque, usted, nunca se hizo cargo de nada que no le conviniera y ya demostró que poco le importa el dolor ajeno. Ante la tragedia de Cromañón eligió mirar para otro lado y no tener una mísera palabra pública de consuelo para tantos padres y madres destrozados, y la masacre de Once, que fue cuanto menos permitida, facilitada, avalada, por su ministro y su equipo de gobierno, sólo la llevó a victimizarse en su mejor estilo melodramático diciendo que sabe muy bien lo que es la pérdida de un ser querido, comparando tácitamente la muerte de su marido por causas naturales con la agonía feroz de personas muriendo entre hierros.
Y ahora, el manotón de ahogado. En la desesperación de comprobar que no sólo el poder que supo ejercer se le está escurriendo como arena entre los dedos, sino que se le viene la noche ante los estrados judiciales, comete un acto que su vanidad y su narcisismo jamás le hubieran permitido en épocas de bonanza. Ahora tiene la pretensión de que sus exministros -ninguneados, despreciados, repudiados por usted- apoyen su candidatura, so pretexto de ponerle freno juntos al diablo que habita la Casa Rosada. Qué bueno que su pedido haya sido descartado de plano y aún, en el caso de Randazzo, llamando las cosas por su nombre. Vaya acostumbrándose a la idea, no sólo de no habitar nunca más la Casa Rosada o aún de no poder asumir como senadora si prospera la excelente moción de impedirlo por parte de Margarita Stolbizer, sino de tener que pasar una temporada tras las rejas. Como Milani, Lázaro Báez, Jaime, López, Milagro Sala... Sus viejos compañeros de ruta.