Clarín

Los segundos de De Vido que explican a De Vido

- Ricardo Roa rroa@clarin.com

No serán Jaime o José López. Pero Olasagasti y Baratta tienen su protagonis­mo (judicial).

El jefe De Vido es bien conocido por sus fueros y por la montaña de denuncias de corrupción. Obra pública, Skanska, trenes chatarra, Río Turbio, subsidios. Decenas de causas a una semana de que empiece la más trágica: el juicio oral por Once.

Ya tiene lugartenie­ntes presos como Jaime o José López, por quien Cristina recién ahora

derrama lágrimas. Y otros en lista de espera. Cada vez que puede el ex súper ministro dice que no sabía nada. Que todo era cosa de sus segundos. Entre esos segundos hay dos de largo currículum pero no tan conocido: José María Olasagasti y Roberto Baratta.

No han sido actores de reparto aunque actuaron en el reparto. O mejor dicho en los muchos repartos que ahora se investigan.

Los dos explican mucho al personaje central. Olasagasti tuvo en el ministerio de De Vido un cargo con nombre burocrátic­o: jefe de Ceremonial y Protocolo. Algo de experienci­a tenía: había trabajado en esa tarea para

Duhalde en el Ministerio de la Producción. Llegó recomendad­o por su padre, un puntero peronista de Villa Lugano que se acercó al final al macrismo.

Tampoco Baratta provino de la pingüinera santacruce­ña. Pero como Olasagasti consi

guió rápidament­e la ciudadanía. Hoy exhibe medallas: es investigad­o por la compra de gasoil a Venezuela y Estados Unidos lo encontró entre los coimeados por Odebrecht.

Olazagasti fue en las sombras aunque no tan en las sombras el operador judicial de De Vido. El que le cubría las espaldas. Por lo que se ve lo supo hacer, incluso hasta ahora. El juez Martínez de Georgi le dictó la falta de mérito en el escándalo de Sueños Compartido­s pese a que De Vido urdió toda la operación. Y el juez Rodríguez tampoco encontró razones para meterlo en la estafa de Río Turbio hasta que la Cámara lo obligó a cambiar de parecer.

En tándem con el abogado Alfredo Lijo, hermano del juez Ariel Lijo y con el espía Stiuso, Olazagasti manejó presiones y carpetazos en

Comodoro Py. Se hizo experto en impunidad. Con Stiuso en desgracia, De Vido puso a Olasagasti en la Side, rebautizad­a AFI y le añadió el nuevo empleo al anterior.

Desde la AFI Olasagasti fue el operador del cristinism­o en la justicia Federal, el rol que en los años de Stiuso desempeñó el auditor Javier Fernández. Una de sus gestiones clave fue parar la denuncia de Nisman contra Cristina, que descartó el camarista Freiler luego de que la descartara el juez Rafecas.

Olasagasti acumulaba poder y acumulaba

negocios desde el poder. Con su amigo el Corcho Rodríguez, valijero de De Vido y con Lijo, socio en la compra de radio El Mundo. Entraba sin golpear en despachos de ministros y viajaba con pasaporte diplomátic­o. Hablar con él era hablar con De Vido. Estaba en todos los temas y le temían todos.

Olasagasti fue el diplomátic­o, Baratta fue el operativo. Kirchner y De Vido lo conocieron en un bar donde vendía billetes de lotería. Lo premiarono con un título menor (subsecreta­rio de Gestión) pero con poderes mayores.

Cuando De Vido se peleó con el secretario Cameron, Baratta fue el secretario de energía paralelo. Sólo había cursado comercio exterior. Las empresas debían tratar con él. El les gritaba y las patoteaba como Guillermo Moreno. En Río Turbio rompió una silla ante el presidente de Siemens porque Cristina esperaba y un problema técnico demoraba el encendido de la turbina. La prendieron. La turbina se

dañó. Serviciale­s y todo servicio para De Vido, Olasagasti y Baratta miran a su ex jefe y le envidian sus fueros.

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