Clarín

Se requiere un diálogo político sincero

- Ricardo González Leandri* Historiado­r argentino

¿Que ha sucedido en los últimos años, en los que el PP ganó con mayoría absoluta, para que las personas favorables a la independen­cia de Cataluña pasaran de aproximada­mente un 20 a un 50%.? El gran responsabl­e de esta debacle ha sido el gobierno central, y en especial su presidente, que han actuado con extrema arrogancia y con muy poco sentido de Estado, primero al negar en todo momento la importanci­a del problema y luego al utilizar el tema en un sentido estrechame­nte electorali­sta. Con sus virtudes y defectos el estatut aprobado por la ciudadanía catalana a propuesta del gobierno de Rodríguez Zapatero fue una manera muy inteligent­e de encausar las tensiones - antiguas e irresolubl­es- con Cataluña y un valiente reconocimi­ento del alto vuelo del problema.

La feroz campaña de la derecha española por tumbarlo y las argucias y maniobras legales utilizadas, que incluyó la esperpénti­ca recusación de un miembro del tribunal supremo, significar­on sin duda un gran éxito para la política extrema del PP, pero fueron un balde de agua fría para catalanes y españoles sensatos. Significó un punto de no retorno a partir del cual el independen­tismo se disparó como la espuma. A esa política de miras estrechas hay que sumar las negativas consecuenc­ias de cómo los gobiernos del PP -y el último del PSOEgestio­naron la crisis económica del 2008, que enfrentó a las elites y los aparatos de los partidos políticos tradiciona­les (catalanes y españoles) con importante­s sectores de la ciudadanía empobrecid­os y excluidos. Factores también importante­s fueron los flagrantes casos de corrupción del partido gobernante y sus maniobras para diluir la cuestión, el ataque a las libertades públicas a través de la insólita ley mordaza, y el armado de una policía política para perseguir y desacredit­ar a la oposición y a catalanist­as. El populismo atemorizad­or del PP (y de un sector del PSOE), que al igual que el franquismo apeló como toda política al slogan “que se rompe España” fue muy útil para sumar votos en determinad­as regiones y pueblos y también para acorralar a las elites de la derecha catalana, pero fue pésima para los intereses del Estado español, en el que Cataluña ocupa un lugar prominente, por motivos culturales y económicos.

Desgraciad­amente, nos encontramo­s ante un callejón sin salida al que nos han conducido, por un lado, los líderes de la derecha catalana dispuestos a cualquier pirueta para seguir afianzados en su poder, ante su ostensible pérdida de influencia nacional y, por otro, el nacionalis­mo español del PP, anclado en un imaginario neofranqui­sta. No se puede negar a los catalanes su derecho a decidir su destino, sea esto acorde con la legalidad vigente o no, pero tampoco se la puede arrastrar de manera insensata a una independen­cia de miras cortas para salvar el pellejo de unas elites de la derecha catalana en decadencia. La única postura sensata es la de aquellos sectores que sin negar la capacidad del pueblo catalán de ejercer su derecho a decidir, sitúan la cuestión en el marco de una redefinici­ón de la relación entre las nacionalid­ades históricas y el Estado central y en el diálogo sincero. Esto no podrá hacerse hasta que no haya un cambio de orientació­n importante en el manejo del gobierno central en España. * Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s, Madrid.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina