Clarín

Escuelas tomadas: un espejo de nuestros propios límites

- Martín Lousteau y Débora Pérez Volpin Candidatos a Diputado nacional y Legislador­a porteña, por Evolución Ciudadana

En las últimas semanas se ha discutido mucho acerca de la toma de 30 escuelas públicas por parte de los estudiante­s en protesta contra el proyecto Secundaria del Futuro. Se ha dicho mucho: que los chicos no piden que se los escuche “sino que se los obedezca”; que “el debate en las tomas atrasa”; que todo está promovido por “actores políticos y legislador­es”; o que “tomar un colegio es una medida extorsiva”.

Cada una de estas opiniones podrá tener algo de verdad. Sin embargo, resulta llamativo que pocas voces se hayan preguntado por qué los jóvenes recurren cada vez más seguido a este tipo de expresione­s en vez de buscar otras alternativ­as para manifestar sus preocupaci­ones. Vivimos en una cultura

del no diálogo. ¿Por qué, frente a una preocupaci­ón legítima, los chicos elegirían otro camino si nuestra sociedad les muestra cada día que el diálogo no es un valor? ¿Por qué esperar que nuestros jóvenes den el ejemplo cuando los adultos no somos capaces de discutir y consensuar abierta y racionalme­nte sobre los temas comunes que debemos resolver? La reacción de estos chicos es un espejo de

nosotros mismos, los adultos. Criticarlo­s sin analizar el contexto en el que viven es simplement­e hacer una proyección de nuestras propias frustracio­nes, limitacion­es e incapacida­des. Cuando juzgamos a los jóvenes por su comportami­ento estamos evitando juzgarnos a nosotros mismos.

¿Qué hubiese pasado si los chicos hubiesen visto cómo sus referentes y aquellos que tienen peso en el sistema de decisión dialogaban durante el proceso de diseño del pro

yecto Secundaria del Futuro? Cuando no hay diálogo y a eso se le suma, como en este caso, la ausencia de informació­n oficial clara y abierta sobre la reforma, es lógico que se genere confusión y rechazo. El apoyo a los cambios, por mejores intencione­s que tengan, no se da de forma automática; se debe construir con los actores. Las reformas que se implementa­n con éxito nacen casi siempre de consensos construido­s previament­e.

Por ejemplo, debatamos si está bien que el objetivo de Secundaria del Futuro sea trabajar la emergencia de la deserción y la repitencia pero sin promover medidas para elevar la calidad de la educación de forma equitativa. Incluyamos la jerarquiza­ción de la formación docente porque ningún sistema puede ser

mejor que la calidad de sus docentes. La ciudad precisa un gran instituto de

formación docente de excelencia para corregir la heterogene­idad de los 226 que hoy existen. Si la propuesta pretende prácticas laborales para los de 5º año ¿por qué no pensar en una red de tutorías masivas para ayudar a los chicos terminen el secundario a cargo de estudiante­s universita­rios públicos de los últimos años? O en un legajo escolar único para tener seguimient­o de las trayectori­as de los estudiante­s a lo largo de todo su aprendizaj­e. Otros tendrán sus aportes e ideas que compartir. Y entre todos animémonos a trabajar para dotar a la ciudad de una Ley de Educación, que es la gran deuda pendiente en esta materia. Todo es posible. Pero sólo si somos capaces de escuchar al otro y propiciar un verdadero intercambi­o. Si tomamos conciencia de que debemos construir un futuro sin ser

rehenes de los extremos y fanatismos. Si podemos salirnos de una lógica confrontat­iva que nos bloquea. Nada se puede construir sin diálogo. Nada bueno puede perfeccion­arse desde el enojo, el miedo o la oposición irracional. Démosle el ejemplo a nuestros jóvenes.

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