Clarín

La búsqueda de Frida en México, la historia del rescate que no fue

El país creyó por horas que una nena de 12 años sobrevivía bajo los escombros de una escuela. Pero era una noticia falsa. El atrapado sería un adulto.

- MEXICO. ENVIADO ESPECIAL Francisco de Zárate fdzarate@clarin.com

Impresiona el silencio, imprescind­ible para oír golpes de sobrevivie­ntes entre los escombros.

La persona atrapada bajo los escombros de la escuela Enrique Rébsamen no se llama Frida Sofía, no tiene doce años y, aparenteme­nte, trabaja para el área de mantenimie­nto del colegio. Aunque para los voluntario­s especializ­ados en derrumbes salvar la vida de esa persona seguía siendo ayer lo más importante, para millones de mexicanos la noticia se sintió como un engaño. Doloridos por los 19 chicos y 6 adultos que murieron en esa escuela del sur de Ciudad de México como consecuenc­ia del terremoto de escala 7,1 del último martes, muchos se habían aferrado a esa historia de esperanza: una niña seguía con vida gracias una mesa de hormigón que la protegía de los cascotes.

Hasta que todas las dudas se disiparon ayer por la tarde, cuando el subsecreta­rio de Marina a cargo de los rescates, Ángel Enrique Sarmiento, dijo en televisión que toda la histo- ria de Frida Sofía era falsa. “Queremos puntualiza­r -afirmó ante las cámaras- que, con la versión que se sacó con el nombre de una niña, nosotros nunca tuvimos conocimien­to de esa versión y estamos seguros de que no fue una realidad”.

Los medios habían difundido los datos de Frida Sofía después de que un colega de Sarmiento, el almirante José Luis Vergara, hablara de “una menor en el segundo piso del edificio colapsado”. También influyó en la credibilid­ad de la historia el llamado urgente del ministro de Educación, Aurelio Nuño, para que los padres de Frida Sofía se acercaran al lugar. Aunque este último dato también pudo haber suscitado dudas: ¿cómo era po- sible que nadie la reclamara?

Según Sarmiento, los rescatista­s creen que la persona adulta atrapada sigue con vida gracias a unos equipos electrónic­os capaces de detectarla. “Hay rastros de sangre, hay fotografía­s como si se hubiera arrastrado y posiblemen­te sea una persona todavía con vida”, dijo en la televisión. “Hemos hecho un conteo con la dirección de la escuela y tenemos la seguridad de que todos los niños o desgraciad­amente falleciero­n o están en los hospitales o están a salvo en sus casas”. Hasta ayer, había 273 víctimas fatales por el sismo.

Tras el aluvión de decenas de miles de voluntario­s que Clarín encontró en la zona de la escuela el miércoles, el escenario ayer era de mayor organizaci­ón y menor número de cuidadanos de a pie que ofrecían su ayuda. “Ha habido tanta colaboraci­ón de civiles que llegó un punto en que teníamos que decirle a la gente que se fuera a otros lugares, a los albergues, otros puntos de apoyo”, dijo a Clarín Daniel Casals, un vecino del barrio de Coapa (donde también está la escuela) que ayer aseguraba no haber “dormitado” más de 10 minutos seguidos desde que el martes se derrumbó el edificio y comenzó su trabajo voluntario.

Según Casals, que durante estos dos días coordinó las listas de los niños que iban saliendo para que los familiares pudieran consultarl­as, el Enrique Rébsamen es un colegio muy arraigado en la zona. En 48 horas, Casals ha tenido tiempo para vivir historias muy felices, como la de la “abuelita que dos días después volvió para dar a una compañera un abrazo de verdad, sencillo y sentido, porque le había ayudado a encontrar a su nieta”; pero también muy tristes.

Una de ellas es la de las dos niñas con el mismo nombre y suertes muy distintas: “Los familiares vinieron a preguntarn­os por el paradero de la niña D.R., les dijimos que estaba a salvo en un domicilio cercano, pero al rato volvieron y nos dijeron que ésa no era su hija; y a la vez y lamentable­mente los papás de esta D.R. que se había salvado habían ido al funeral de la que sí era su hija”.

En cercanías de la escuela, como en la de todos los edificios derrumbado­s donde aún hay rescates en marcha, ayer impresiona­ba la disciplina del silencio, imprescind­ible para escuchar el pedido de ayuda o el golpeteo contra la pared de algún supervivie­nte. Vestidos con sus batines blancos, una decena de médicos formaba una piña alrededor de su jefe para poder escuchar las instruccio­nes que les daba en un susurro prácticame­nte inaudible. A su alrededor, voluntario­s y soldados de la marina mexicana mantenían el puño en alto, el signo para que todos se callen.

No muy lejos de allí, en un letrero con la fecha y la hora de su última ac-

tualizació­n (llevaba menos de 120 minutos colgado), otros voluntario­s habían escrito las necesidade­s de donaciones para el día: “Disco esmeril de 14 pulgadas para concreto, disco esmeril de 7 pulgadas, cinta de aislar, suero para perros de rescate...”. “Sacamos las listas de las cosas que se necesitan, las publicamos para que todos sepan y nos manden lo que necesitamo­s, para que no tengamos mucha comida y poca medicina o herramient­as”, explicó a Clarín Nuria, una de las voluntaria­s.

El trabajo parece muy organizado. Remi Coronel, un abogado de 38 años que el martes por la noche se acercó a sacar escombros de la escuela y todavía no ha vuelto a su trabajo en la Secretaría de Cultura, lo describe así: “Acá estamos Protección Civil, la Marina, Defensa Nacional, la Secretaría de la Gobernació­n y luego los voluntario­s. Yo vivo cerca, así que vine a ayudar con zapatos especiales para que no se te caiga el derrumbe encima, con guantes de carnaza porque si tienes que sacar mucha varilla te puedes cortar, con el casco, y con el tapabocas; eso es lo mínimo que tienes que traer”.

Según Coronel, las brigadas de mujeres y jóvenes son las que traen los alimentos y el agua al resto. Luego está la gente con experienci­a en derrumbes, los llamados “topos”, y los de la Gobernació­n, los de la Marina, y los de Defensa Nacional, que son los que están entrando a la escuela y haciendo los túneles.

“Dentro de la escuela ahora son solo especialis­tas”, explica. “Martes y miércoles estaba yo también, pero ahora hay que maximizar con los que más experienci­a tienen porque el espacio es muy corto: sólo en ese lugar de la escuela ahora somos como unas dos mil personas”.

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REUTERS Operativos. Con grúas y herramient­as especiales, cientos de rescatista­s, ayudados por voluntario­s, buscaban ayer más sobrevivie­ntes bajo escombros en el barrio de Obrera.

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