Clarín

Registro de violadores: un avance que no alcanza para prevenir

- Débora Huczek Abogada especialis­ta en Derecho Penal

El registro de violadores será útil para que la Justicia pueda atrapar a un reincident­e. Pero, dado el carácter confidenci­al de sus datos, no servirá para alertar a la sociedad. La Ley 26.879, que creó el Registro Nacional de Datos Genéticos vinculado a delitos contra la integridad sexual, fue sancionada en el mes de julio del 2013. Pero recién fue reglamenta­da luego de 4 años.

Lamentable­mente, en ese lapso se produjeron cientos de violacione­s que quedaron impunes, ya que no había registro genético que permitiera conectar con el autor del hecho. La ley, en ese sentido, implica un avance y está en sintonía con las nuevas tendencias que colocan a la víctima en el centro de la escena.

Pero pese al uso eficaz que la Justicia puede darle a la evolución científica, existen otras cuestiones que esta norma y su decreto no pueden evitar.

A diferencia de lo que sucede en varios otros países, la ley no permite que los ciudadanos tengan acceso a la base de datos. Esto implica entonces que cualquiera esté expuesto a convivir con un violador, sin poder tener una alerta previa.

Los datos solo serán suministra­dos al Ministerio Público Fiscal, a jueces y tribunales de todo el país cuando haya una investigac­ión criminal. Nadie podrá divulgar esta informació­n, aún luego de que hayan renunciado al cargo.

Si bien esta medida busca proteger también el derecho que tiene todo ciudadano – en este caso, el violador- a poner un freno a los avances del Estado y reinsertar­se socialment­e luego de haber cumplido con una condena, desgraciad­amente la realidad nos muestra otra cosa.

Pensemos en el caso que se difundió hace un tiempo, conocido como “el violador de la máscara”. José Luis Lombardi, de Ituzaingó, secuestrab­a a sus víctimas en el barrio de Devoto y luego les tapaba la cara con una máscara para soldar con el fin de evitar ser identifica­do. Este sujeto acababa de salir en libertad luego de cumplir 15 años de prisión como condenado de tres violacione­s. Apenas recuperó su libertad, buscó trabajo como modo de reinsertar­se en la sociedad, pero también en el delito.

Vemos entonces que, por mas buena fe que queramos aplicar, respetuoso­s de las garantías y apegados al principio de reinserció­n social, este sujeto volvió a delinquir, destruyó la vida y dignidad de esas chicas, y destruyó la fe que sus allegados, compañeros de trabajo y la sociedad en general, habían depositado en él. Entonces pareciera ser que, como sociedad, se nos está pidiendo demasiado. En definitiva, la ley es buena y puede disminuir los efectos de las segundas victimizac­iones. Pero no cumple una misión preventiva.

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