Clarín

River bailó a un débil rival con épica, juego, magia y una feroz contundenc­ia

El 3-3-3-1 de Gallardo borró al Wilsterman­n, que se derrumbó muy rápido y dio todas las ventajas posibles.

- Maximilian­o Benozzi mbenozzi@clarin.com

Antes de la fiesta sin olvido y de la angustia ya enterrada, hubo un partido que quedará para siempre entre los más relevantes de la historia reciente de River. Una goleada para guardar, para comentar, para abrazar. El equipo de Marcelo Gallardo fue devastador, incontenib­le. Había perdido 3-0 en la ida, en aquella traumática visita

a Cochambamb­a. Pero en su casa, en ese Monumental repleto de gente y de expectativ­as, vapuleó a un Jorge Wilsterman­n que pareció roto desde el primero de los suspiros. A los 12 minutos del segundo tiempo, River

ya ganaba 7-0. Parece cuento: en menos de una hora ya había hecho tres goles más que los que necesitaba para la remontada histórica. Al cabo fue un 8-0 que no cabía -en el recorrido previo- en la imaginació­n ni del más

optimista de los hinchas de River. “Firmes, ordenados, contunden

tes”, había sido el mensaje -público y privado- de Marcelo Gallardo para sus jugadores y para su gente. Había reclamado la confianza que a él le sobraba. El plan le salió perfecto. Desde cualquier rincón desde el que se aborde a la actuación de River.

El entrenador volvió a sorprender en cuanto al esquema táctico y a la formación. Sacó a los marcadores laterales y armó un 3-3-3-1 (muy a lo Bielsa, alguna vez su entrenador en el selecciona­do) con plena vocación ofensiva. Llegó por todos lados. Con los extremos y con los interiores. Hasta con los defensores. Y sobre todo, con ese Ignacio Scocco que tuvo una actuación a la que el diez le queda chico. Hizo cinco goles, incluidos los tres primeros (quizá, los más imporantes) y ofreció la asistencia del cuarto, resuelto por Enzo Pérez, autor -luego- de su primer doblete en River. Una noche de ensueño para todos, en definitiva.

Dicho en el lenguaje de la tribuna Sívori: fue un baile para la historia. De principio a fin, sin lugar para las reacciones ajenas, sin espacio para las dudas. Tuvo todo la goleada: épica y juego; magia y contundenc­ia. Y lo más importante: la gloria como desenlace.

Sirven los datos para entender la dimensión: apenas cuatro equipos en la historia de la Libertador­es habían remontado un 0-3 en la ida; nunca en esta Copa el Wilsterman había recibido más de dos goles (en dos visitas a Brasil, apenas le habían convertido un tanto). Lo que parecía imposible, este River copero de Gallardo lo hizo simple, como si se tratara de un trámite protocolar. No paró nunca el deleite. River hizo todo bien. Le salió todo bien. En la San Martín, en la Almirante Brown, los que se abrazaban agradecían a Gallardo y al cielo. A esa altura de la noche, para ellos -hinchas del Millo, Ga

llinas de corazón- ya no les cabía la alegría en el cuerpo. “Ole, ole, ole, ole”, seguían gritando. Para la merecida disfonía de toda la semana... w

 ?? JUAN MANUEL FOGLIA ?? La belleza del final. Enzo Pérez define por arriba de Olivares luego de correr desde su área.
JUAN MANUEL FOGLIA La belleza del final. Enzo Pérez define por arriba de Olivares luego de correr desde su área.

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