Clarín

El pecado de cambiar tarde

- Enrique Gastañaga egastanaga@clarin.com

Si ese jugadón de Rubén Botta recorriend­o toda la cancha terminaba con su remate colgado de un ángulo y no desviado por Andrada en una atajada para colecciona­r, si San Lorenzo por esa situación se clasificab­a a semifinale­s, seguro que ahora Diego Aguirre estaría envuelto en elogios por haber decidido el ingreso del zurdo ex Tigre. Sin embargo, como este juego es lo que pasó y no lo que podría haber pasado, con San Lorenzo ya eliminado, quedó sobrevolan­do una incógnita: ¿qué habría sucedido si el DT uruguayo ponía a Botta faltando media hora y no apenas a once minutos del epílogo? También es imposible saberlo, pero la lógica y el desarrollo del juego pedía antes en cancha a Botta para oxigenar la elaboració­n y para adosarle un acompañant­e en ese ítem a Fernando Belluschi. Además, en esa apuesta había otro argumento: desde que volvió de la lesión, el zurdo mostró siempre frescura en los ratos en que fue utilizado. Pero Aguirre, fiel a su estilo calmo, tranquilo, esperó. Demasiado esperó. El equipo necesitaba una mano de su técnico antes. No es la primera vez. En muchos otros casos, ya había estirado las variantes al extremo, pero siempre aparecía un milagro. A veces, apareció el Perrito Barrios. A veces, en los penales, el alivio lo entregó Navarro. Esta vez no. Entonces, la historia copera de San Lorenzo se acabó, entre otras cosas, por cambiar tarde.

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