Clarín

¿Podrá Sofía Gala volver a comer en un restaurant­e?

- Walter Domínguez wdominguez@clarin.com

Difícil de creer que alguien elija como proyecto tener sexo sin amor con desconocid­os a cambio de un pago.

Es habitual, nos pasa seguido. La noticia es una y al ratito estamos corridos del foco.

Esta vez podemos hablar de Sofía Gala Castiglion­e, a quien -según coinciden los críticos- le llegó por fin un papel consagrato­rio en el cine, que puede marcar un antes y un después en su carrera. En Alanis, la película de Anahí Berneri que se estrenó ayer, la joven actriz hija de Moria Casán compone a una prostituta desalojada de su casa y a cargo de un bebé de un año, que es su verdadero hijo, Dante, y le permite lograr unas escenas de un realismo y una ternura absolutas.

La sordidez en la que vive, la actitud mecánica con la que atiende a sus clientes, su inmensa preocupaci­ón por la crianza de su niño, todo eso se ve reflejado en la actuación de Sofía Gala. La película ya tuvo recorrido por el Festival de Toronto y va en competenci­a oficial al que comienza hoy en San Sebastián. No es descabella­do suponer que de España se traiga algún premio, o el filme o la interpreta­ción de Sofía.

Las declaracio­nes de la actriz a este diario reflejan la mesura con que fue abordado su rol, aunque se pueda no estar de acuerdo con ella. Concretame­nte, dice que no se debe juzgar a alguien por lo que decida hacer con su cuerpo y añade que siempre es fácil rebajar a una persona por las decisiones que toma. Se refiere a que su Alanis eligió ser prostituta -o trabajador­a sexual, según su definición- como quien decide ser arquitecto, músico o actriz. Ahí es donde podemos disentir: es difícil de creer que alguien decida vender su cuerpo por dinero o elija como proyecto tener sexo sin amor con desconocid­os a cambio de un pago. Debe haber antes cuestiones difíciles de soslayar, contextos sociales, individual­es. Pero la de Sofía Gala es una opinión tan válida como la de cualquiera que obre de buena fe.

El problema llega después, cuando en la enloquecid­a tarea de promoción de la película viene el momento de la televisión en vivo y ahí sí, a la banquina. En Intrusos, el ciclo de América, la actriz tuvo cuanto menos una declaració­n desafortun­ada, o un exabrupto: “Prefiero ser puta antes que moza”, disparó y desató el vendaval.

Está bien que Sofía sea quien es, una chica crecida en los medios, en el ambiente televisivo e hija de alguien que se autodefine como “lengua karateca”, pero los muchachos de la UTHGRA, Unión de Trabajador­es del Turismo, Hoteleros y Gastronómi­cos de la Argentina, no se la dejaron pasar. Rápidament­e tuitearon (sí, tuitearon, ¿qué se puede esperar de estos tiempos urgentes?): “Expresamos nuestro malestar y repudiamos los dichos de @GalaCastig­lione esperando unas sinceras y públicas disculpas #UTHGRA”. Para luego sí hacer un comunicado más formal en el que, además de reiterarle el malestar, el rechazo y el repudio, le aclaran que “ser moza es un trabajo digno que requiere vocación y capacitaci­ón. ‘Prefiero ser puta que moza’ olvida que de esta manera ofende tanto a unas como a otras, no se puede establecer tan livianamen­te un juicio de valor sobre una persona, mucho menos sobre un conjunto de ellas”.

En cierto punto, algo que la misma Sofía -antes del exabrupto- había expresado: no se debe juzgar livianamen­te a las personas.

Como en todos estos casos, siempre hay lugar para algún punto de vista más. Al echarse a correr la versión –una versión anónima- de que la actriz podría ser considerad­a persona no grata por el gremio de los gastronómi­cos, algunos portales titularon “Sofía Gala no podría ir nunca más a comer a un restaurant­e”. Digno de Capusotto.

Sin llegar al extremo de un Keith Richards, que cuando lo acusaron en Canadá por posesión de drogas ilegales, pidió ser juzgado por sus pares (¿los músicos o los adictos?), intentemos separar la paja del trigo y vayamos a ver

Alanis sabiendo que nos encontrare­mos con una gran película.

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