Clarín

El arte de hacer preguntas

- Ricardo Kirschbaum

La naturaleza de un reportaje es que el periodista pregunte y que el entrevista­do responda. No es una polémica entre entrevista­dor y entrevista­do aunque, claro está, alguna vez adquiera esa categoría. Ni es un lugar para que quien haga las preguntas asuma un rol distinto a la naturaleza de su profesión, ni que adjetive demasiado en su cuestionar­io. Pero lo esencial es que haga preguntas directas.

En un reportaje, lo difícil son las respuestas, no las preguntas.

Veamos el excelente reportaje que el correspons­al de El País, de España, le hizo a Cristina Kirchner. Preguntó lo que había que preguntar y trató de que la experienci­a política y parlamenta­ria de la ex presidenta no lo llevase al juego que aquellos que tienen oficio muchas veces practican: interrogar al entrevista­dor para cambiar los roles. Y zafar.

Carlos Elordi Cué preguntó sobre la increíble fortuna que se encontró en la caja de seguridad de Florencia Kirchner, la posibilida­d de que la ex presidenta termine presa y sobre la corrupción del gobierno kirchneris­ta, además de interrogar­la por la falta de autocrític­a (no la hubo) y su imposibili­dad personal de hacérsela, entre otros temas.

Durante el diálogo, el correspons­al de El País no dejó traslucir lo que él piensa sobre el kirchneris­mo, y Cristina no cerró el reportaje, como lo había hecho con Luis Novaresio, al que le espetó que no coincidía en nada con lo que ella había hecho en su gestión, a pesar de que el periodista le había dicho lo contrario. Con Cué no habría podido decir lo mismo con tanta contundenc­ia.

No le tiró centros fáciles al corazón del área para que la ex presidenta se luzca haciendo goles, como se hizo en otras oportunida­des en las que se le pedía permiso para hacer alguna pregunta que no haya sido pacta- da. Esos no eran reportajes sino actos de campaña en los que entrevista­da y entrevista­dores hacían propaganda para el mismo lado.

Eugenio Scalfari, el mítico periodista y político italiano, director de La Repubblica, de Roma, le dijo una vez a Juan Cruz, escritor y columnista español, que “los periodista­s es- tán entre el poder y la historia. Y han de saber cómo funciona el poder con la condición de que la fascinació­n no caiga en la complacenc­ia, la indulgenci­a y la corrupción. Con estas condicione­s es muy interesant­e ver cómo funciona un hombre que detenta todos los poderes. En este momento hay que descon- fiar de todo, hasta del más mínimo detalle”.

Un reportaje es uno de los géneros de excelencia del periodismo al que se bastardea con demasiada frecuencia para pasteuriza­rlo en diálogos en los que las preguntas son simples pie para largas parrafadas del entrevista­do.

La pregunta no es mala o buena. Es una pregunta que busca iluminar aquellas cuestiones sobre las que hay dudas o que se intentan ocultar. Y no admitir cualquier explicació­n, sobre todo aquellas en la que se le falta groseramen­te el respeto a la inteligenc­ia de los lectores.

Scalfari decía, también, que el “periodismo es un oficio cruel”. ¿Por qué? Lo explica: “Que el perro muerda al hombre no es noticia; que el hombre muerda al perro es noticia. A los hombres no les gusta verse descriptos mientras muerden al perro; ésa es la crueldad”.

Cristina se atajó diciendo que su Gobierno estuvo asediado por los medios -el 80 % de ellos en poder del kirchneris­mo o de su aparato político- y que Macri ganó y gobierna por el “blindaje mediático”. Discurso pobre que las preguntas de Cué desnudaron.

El periodista pregunta sin condicione­s, el entrevista­do responde si puede: ese es el juego.

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