Clarín

Camila Pérez

Chef.

- Restaurant­e propio

Había sido pasante de El Bulli y jefa de cocina del premiado Aramburu. Pero hoy se pone al frente de su propio emprendimi­ento: La Tornería. Es el premio del reality Dueños de la cocina, que emitió Telefe.

El pañuelo rojo sobre su pelo corto del mismo color y la vehemencia con la que daba indicacion­es a sus compañeros fueron la marca de Camila Pérez (31) en Dueños de la cocina, el reality de Telefé en el que 14 participan­tes competían por ganar un restaurant­e. El programa terminó en julio. Y hoy, la cocinera va a abrir las puertas de La Tornería, su premio y su sueño. “Toda mi vida soñé con tener un restaurant­e”, le dice por teléfono a Clarín mientras, del otro lado, sigue dando indicacion­es. Faltan horas para abrir, y mucho por resolver.

“Cada detalle es muy chiquito, desde un sorbete hasta una azucarera. Pero esos detalles son mil”, sostiene. El restaurant­e está en un local de 400 metros. Tendrá 53 cubiertos y abrirá desde la tardecita, los sábados habrá también brunch y los domingos lo que ella llama “almuerzos familiares, con platos abundantes para compar- tir y disfrutar con la familia”.

“Voy a cocinar sobre el producto. Por eso vamos a tener una carta corta, pero que renovaremo­s cada 15 días”, anticipa. Algunos de los platos que hará: pesca blanca con crema de eneldo y limón, mandioca frita y salteado de espinaca, cebolla colorada y maíz; entraña con salsa criolla y papa rellena gratinada con queso y verdeo; langostino­s a la plancha con reducción de mandarina, palta y cous cous; y sorrentino­s caprese con crema de pesto. También habrá tapas (como sus papas “tipo huancaína”), postres (como el cheesecake de banana con salsa de dulce de leche de cabra), una panera nutrida (“hacemos los panes con masa madre”) y platos sin TACC.

La chica no es una improvisad­a. En su currículum se anotan varios de los restaurant­es más prestigios­os de la Argentina y hasta el mítico y desapareci­do El Bulli, de Ferran Adrià. -¿Cómo elegiste ser chef?

-Desde los siete años quería ser cocinera. A los 13 veía Todo dulce por Utilísima, anotaba las recetas y después me salía cualquier cosa que no comía nadie. Soy de Paso del Rey y, cuando estaba terminando la secundaria, pregunté en un restaurant­e de Moreno si podía hacer pasantías, e iba tres horas. El dueño me enseñaba a limpiar lomo, a pelar papas y zanahorias. Me encantaba. Después empecé a estudiar en el IAG mientras trabajaba en otra escuela de cocina limpiando y ordenando.

-¿En qué restaurant­es trabajaste? -Empecé haciendo pasantías en Emporio Armani y después en el Sheraton Libertador. Ahí vi que una cosa es lo que estudiás y otra la realidad. En la escuela tenés todos los ingredient­es y los elementos. Y en el restaurant­e lo hacés como se puede. El trabajo de cocinero es mucho y muy sacrificad­o. Cuando me recibí, con el apoyo incondicio­nal de mis padres que apostaron a que su hija sea cocinera, me fui a formar a Europa. Estar afuera es la manera más eficiente de formarte, porque dejás todo, tu familia y tus amigos, y te dedicás pura y exclusivam­ente a la cocina. A veces estás 16 horas en una cocina.

-¿Te fuiste con algún contacto?

-¡Me fui con miedo! Tenía 19 años, era todo nuevo para mí. Entré con una pasantía a El Bulli y me escondía atrás de los tomates en la cámara para no salir. Después le tomé el gustito y cuando volví me puse a trabajar en Freud & Fahler con Pol Lykan, que es un genio. Me vinieron a buscar de Andorra y me fui a trabajar a la montaña, a la nieve. Y de ahí a Menorca, mucho marisco, guisos y arroces con Daniel Mora, adonde aprendí a darle el verdadero sabor a la comida. Volví y me fui a Brasil, a cocinar en Chapada Diamantina, en el medio de la selva, donde llegan pocos productos: fue realmente cocinar con nada. Volví, tuve una entrevista con Gonzalo Aramburu y a la semana me propuso ser jefa de cocina. Cocina molecular, por pasos, a la vista: ahí llegué a la seguridad de que puedo cocinar cualquier cosa. En 2013 llegamos al puesto 31 de los mejores restaurant­es de Latinoamér­ica. Fue increíble.

-¿Y por qué te fuiste de Aramburu? -Había cumplido una etapa. Cuando exprimo todo de un lugar y tengo toda la informació­n, necesito seguir. De ahí trabajé con Marcelo Couly en La Toscana, en Neuquén, con horno de barro, lo que me sirvió para ganar el programa, y aprendí cómo se hacen los quesos. Después Gabriel Oggero, otro cocinero grandioso, me abrió las puertas de Crizia. A los cuatro meses me propusiero­n ser chef ejecutivo de La Olla de Félix: me puse a armar el restaurant­e y me anoté en el concurso al mismo tiempo. Fue un estrés tremendo.

-¿Por qué anotarte en un concurso? -Me gustaba la idea de estar en una competenci­a y ver a dónde podía llegar.

-¿En qué te sirvió como cocinera el concurso?

-Tuve que jugar con la presión. Cocinar frente a las cámaras, delante de Narda, Christophe y Donato, que son tres eminencias. Hacíamos batallas, tenés que tener la cabeza muy concentrad­a. Hubo un momento en que decía “no puedo más, me quiero ir”. -¿Había buena onda entre ustedes? -Yo daba todo, no me importaba si ayudaba a otro. Y todos hicieron eso. No hubo mala leche.

-¿Los jueces cómo eran?

-Delante de cámara eran bastante críticos, pero afuera te daban tips. -¿Qué rescatás de tu paso por la TV? -Fue espectacul­ar. Me acercó a la gente. Mostrar que soy una cocinera que trabajó toda su vida para esto. Que tengo mucha pasión y que pude cumplir el sueño de mi vida. ■

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 ?? MAXI FAILLA ?? Espíritu inquieto. Camila, en el salón de La Tornería. Fue pasante en El Bulli y jefa de cocina en el premiado restaurant­e Aramburu.
MAXI FAILLA Espíritu inquieto. Camila, en el salón de La Tornería. Fue pasante en El Bulli y jefa de cocina en el premiado restaurant­e Aramburu.

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