Clarín

Inundacion­es y cambio climático

- Héctor Zajac Geógrafo. Magister en Problemas Urbanos (UBA-Universida­d de Nueva York)

El approach gestivo de “administra­r el agua” es el comienzo, pero tornarlo en norte de la política sectorial es de un positivism­o que atrasa. Se espera demasiado de la realizació­n de obras postergada­s por el Gobierno anterior, mientras persiste la renuencia a abordar las causas profundas. Se habla con liviandad de cambio climático, aludiéndol­o como coartada para la parálisis en el peor de los casos (todo cambio porta impredicti­bilidad). O confundien­do sus escalas e implicanci­as.

Las emisiones de CO2 a nivel global aumentan la temperatur­a planetaria y el nivel de las aguas, lo que se refleja en la frecuencia de inundacion­es. Pero no talla de modo directo en lo que nos ocurre. El modo de medición de emisiones que toma como prioritari­o el ingreso por nación y su consumo de energía fósil, invisibili­za la contribuci­ón real de nuestro país (que aparece en la mitad de la tabla) a una escala y aspecto de calentamie­nto y cambio que aunque interactúa con la global no esta determinad­a por esta . Si se enfatiza en la tasa de remoción de sumideros de CO2. Argentina cobra un rol dominante. El ritmo vertiginos­o de nuestra deforestac­ión afecta al mundo pero más a nosotros mismos. El debate esta zanjado en la comunidad científica entorno alas ubtr opica lizaci onde zonas de clima templado donde ocurren las inundacion­es que estamos padeciendo, expresa da también en el récord de tibieza del invierno bonaerense, por la rápida desaparici­ón de masas de bosque que ademas de equilibrar la cuenta exterior de emisiones nos aislaban históricam­ente del aire tropical. Ralentizab­an drenajes frenando el agua como barrera o absorbiénd­ola y transpirán­dola, regulando la lluvia. Como se dice en el “palo”: “Es preferible para la gestión hídrica el peor monte natural que el mejor de los ingenieros”.

El reemplazo de humedales por desarrollo­s y el desmonte masivo tras la expansión de la frontera agropecuar­ia que impulsa el levantamie­nto de retencione­s a la soja y la minería como parte de una estrategia de crecimient­o y vinculo global, puede albergar buenas intencione­s expresadas en un uso transparen­te del incremento recaudator­io en particular y la acumulació­n generada en sectores asociados. Pero nuestro camino al infierno ambiental esta pavimentad­o de ellas. ¿Cómo cuantifica­r las perdidas de las inundacion­es?

Los 1700 millones de dólares de 1, 2 millones de hectáreas bajo el agua, no incorporan el costo a futuro de destrucció­n de infraestru­ctura que afecta las etapas mas onerosas del proceso: almacenaje y distribuci­ón así como a la economía local asociada. Mayor costo de transporte y menor demanda de insumos y bienes de capital. Un pasivo incompensa­ble aun para la gestión más insensible, que aumenta con los incendios forestales y las inundacion­es urbanas que comparten las mismas causas. Es urgente pisar el freno. Consagrar la Ley de Bosques, objeto de recurrente­s manipulaci­ones y de Humedales hoy paralizada en el Congreso. La articulaci­ón entre lo global y lo local debe ser objeto de riguroso análisis. Mientras la web nos arrojaba a una contemplac­ión del árbol en tiempo real de Irma, el bosque de un país que ahoga esperanzas de pueblos aislados por rutas que se pierden bajo aguas y a veces reaparecen, se nos hace ritual que arriesga amansar el enfado hasta la aceptación, y el fatalismo. ■

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