Clarín

Favores que cuestan

- Daniel Lagares dlagares@clarin.com

Tal vez no midieron más que esos 90 minutos con los peruanos. Pocas veces la urgencia es virtud. Según se entiende fueron el plantel y el cuerpo técnico de la Selección quienes sugirieron llevar el partido a la Bombonera. Hubo rápido eco en los dirigentes de la AFA. Las razones se conocen: la Bombonera late. Y hace temblar a los rivales. Ese amedrentam­iento emocional no proviene sólo de la arquitectu­ra del estadio, sino de quienes la pueblan. Y es La Doce la que dirige el impulso coral que parece necesitar la Selección, una suerte de doping anímico que ave- ces, también, puede ser un veneno. Se sabe... veinte minutos, treinta, cuarenta y el cero a cero inamovible muta el aliento en murmullo, luego en silencio y después te quiero ver.

Las circunstan­cias del juego (del marcador) modifican el humor de la tribuna y al cabo todo concluirá con el pitazo final. Para después quedará el hecho (¿político?) de haber legitimado a La Doce como actor principal. Las fuertes sospechas de que la barra tiene “algo que ver” con la reventa de entradas no sorprende, ni cambia la relación tablón-dirigentes. Sí lo hace haber recurrido al aliento, dirigido por La Doce, como parte del sistema táctico. Quizá los jugadores no evaluaron que pedir la Bombonera haga que alguien se sienta habilitado a pedir alguna retribució­n por los servicios prestado. Quizá.

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