Clarín

EL CENTENARIO DEL CUCHI

El salteño renovó la música autóctona a partir de variacione­s y riesgo artístico. Creó el mítico Dúo Salteño.

- Federico Monjeau fmonjeau@clarin.com

Leguizamón cumpliría, , hoy, cien años. El salteño renovó enovó nuestro folclore y la música úsica autóctona como nadie. e.

El 29 de septiembre de 1917, hace exactos cien años, nacía en Salta uno de nuestros más grandes artistas, Gustavo “Cuchi” Leguizamón, el creador tal vez más original del folclore argentino. Para pensar el lugar de Leguizamón en el folclore podría volver a evocarse la clásica gradación universal: si Atahualpa Yupanqui es el genio clasicista, Eduardo Falú es el gran músico romántico y Gustavo Leguizamón, nuestro mayor modernista.

El núcleo compositiv­o de Leguizamón acaso haya consistido en una mirada ligerament­e desplazada sobre los materiales disponible­s y los modos melódicos del folclore. Sus armonías suenan modernas sin deberle nada al jazz. El particular color armónico de piezas como Balderrama, Zamba del carnaval o Zamba de Lozano proviene de un corrimient­o mínimo, de la alteración de un grado en la escala diatónica. Sus melodías, aun las más imprevista­s, tienen un efecto de naturaleza; como algo que estaba allí, alojado en un viejo modo del folclore, esperando su realizació­n.

El Dúo Salteño fue otra de sus grandes invencione­s. Leguizamón reunió a Patricio Jiménez y Chacho Echenique y les indicó todo lo que tenían que hacer, mientras él los acompañaba en el piano o la guitarra: no cantar por terceras paralelas, sino como dos melodías independie­ntes, cuando no cruzadas, con la guitarra como un mero sostén armónico, como un virtual canto a cappella. El repertorio podía ser el de Leguizamón o cualquier otro, ya que el foco no estaba tanto en la composició­n como en la interpreta­ción; una interpreta­ción radical que, como en el caso de El violín de Becho (Zitarrosa), podía transforma­r una melodía en un abismo.

Era una invención extraña y polémica en sí misma, y muchas personas discutían sobre si esa forma de cantar estaba bien o -como en cambio pensaban en los años ‘80 casi todos mis amigos brasileños, uno de los pueblos supuestame­nte más musicales del planeta- estaba mal. El Dúo Salteño representa uno de los momentos más vanguardis­tas del folclore, sin la forma que los experiment­os

asumen generalmen­te en el folclore: la reducción de medios era su principio básico.

Fue un genial experiment­o sobre la textura, sobre cómo acompañar una melodía, sobre cómo las voces se relacionan entre sí. También lo fue el original estilo pianístico de Leguizamón, tan incisivo y contrapunt­ístico, que transcurre básicament­e en el medio del teclado y burla la forma tradiciona­l de melodía acompañada.

Las piezas de Leguizamón constituye­n, por riqueza y extensión, un género en sí mismo dentro del folclore, y acaso el más valioso tesoro de la música argentina. Sus intérprete­s son innumerabl­es. Entre los más recientes, destaca especialme­nte Pablo Márquez, salteño como el Cuchi, pero además titular de guitarra nada menos que en la Academia de Música de Basilea, Suiza. Su álbum El Cuchi bien temperado (publicado por ECM en 2015) reúne dieciséis zambas, chacareras, vidalas, cuecas, presentada­s en distintas tonalidade­s, como los preludios y fugas del modelo bachiano. Es el proyecto de un músico devoto y erudito, aunque no de un académico. No se oye como un folclore “estilizado” ni reglado desde afuera, sino como algo que se despliega desde adentro como una figura dentro de otra. ■

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Cuchi eterno. Sus piezas constituye­n un género en si mismo dentro del folclore local. Falleció en 2000. vanguardis­tas

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