Joaquín Levinton: eterno adolescente y rocker autocrítico

Mirado con ojos de hoy, Joaquín Levinton es una cruza entre el Chano más mediático y el Ale Sergi compositor para adolescentes. El líder de Turf, que es anterior en cuanto a carrera artística a los cantantes de Tan Biónica y Miranda!, no llegó sin embargo a la masividad que los otros ostentan, pero sí es un personaje popular e instalado entre el público –no sólo por sus canciones, que tiene muchas y muy conocidas, ya verán-, sino por sus actitudes de rockstar desenfrenado, aunque lo mejor que le quepa sea el formato pop.

Denostado por propios y extraños debido a su comportamiento mediático (noviazgos con famosas, excesos y adicciones, balbuceos frente a alguna cámara indiscreta), a diferencia de los nombrados más arriba, el fuerte de Levinton es la crónica en primera persona, visceral y sin eufemismos y llevando la carga protagónica de un adolescente eterno, con visos de bon vivant.

Autor de megahits como Loco un poco, Pasos al costado, No se llama amor o Yo no me quiero casar, ¿y usted?, la prédica a favor de la soltería, el amor libre y “yo voy a hacer lo que quiera, no me vengas a decir qué hacer” la tuvo desde el origen de la banda. Lo mismo que la certeza de que el rock es un negocio en el que triunfan los mejores (él está convencido de que forma parte de ese grupo) y, al tomarlo como negocio, no tuvo empacho en iniciar su carrera auspiciado por una marca de jeans. Y en ese 1995 de los comienzos de Turf que sus músicos estuvieran vestidos y esponsoreados por Levi’s era casi un pecado que hacía que los críticos no se detuvieran en la música y la ningunearan. Lo que la gente no hizo, adoptando al “loco lindo” de Levinton por versos como estos: “No tengo tiempo para saber si hay un amor ideal. A mí cualquiera me viene bien, cómo me voy a negar. Qué aburrido debe ser tener sólo una mujer, nunca me podría casar. No conozco a nadie que no haya terminado mal. ()... Libertad, frenesí, do-remi-fa-sol-la-si: eso es el amor para mí. Y no conozco a nadie que me haya hecho sentir así” ( Yo no me quiero casar, ¿y usted?).

Levinton es tan capaz de ser socio de correrías del más picante Charly García, como de separarse de Turf y armar otra banda y bautizar- la -palo y a la bolsa- Sponsors. O de aceptar las reglas del juego del mercado y los festivales -y los subibajas emocionales de su grupo, claro-, tocar a las dos de la tarde en el Lollapalooza (¿qué otros consagrados lo harían?) y armar una fiesta para menos de quinientas personas a las que les promete con la mayor ironía rockera posible “hacer el pogo más grande del mundo”, para espanto de los fans del Indio Solari y los Redonditos de Ricota.

Con 42 años, Joaquín Levinton sigue enarbolando la rebeldía un poco tonta, un poco cínica y sin embargo cargada de honestidad que es casi la marca fundacional del rock. Después de una separación que duró siete años (del 2008 al 2015), Tuf volvió a las pistas y demoró en hacer un nuevo disco. Pero Odisea, el álbum, trae al líder que le pone los puntos a su amor (“Podés tener tu espacio, tu lugar en el ropero. Vos podés ir a la iglesia y leerte un libro de Coelho. Pero que te quede claro y esto te lo digo en serio, no te metás con mi vida, porque yo hago lo que quiero”) en No robes mi tiempo. Pero también al que se ríe de sí mismo en Desconocidos, crónica de una noche de juerga que arranca con una confesión (“Me estoy cuidando toda la semana para tratar de no hacer más cagadas”), sigue con la descripción de los personajes que se le van pegando en la caravana, para terminar en la casa de “una persona de total confianza, alguien que nunca había visto en mi vida” y concluir: “En la oscuridad, somos todos iguales, pero a la luz del sol somos impresentables”.

No hay metáfora ni autoconmiseración. Pero el disco es muy bueno, sus shows son una fiesta y Levinton sabe lo que escribe, qué escribe y de quién escribe.

A los 42, el líder de Turf sigue con la rebeldía un poco tonta, un poco cínica, pero cargada de honestidad del rock.