Clarín

Un país donde los maestros se oponen a los exámenes

- Jorge Lanata

Si en una clase de cuarenta alumnos, cinco se van a examen no hay hada que llame la atención. Si en una clase de cuarenta alumnos son veinte los que se van a examen ¿No debería irse a examen el maestro también? En poco más de un mes –el 31 de octubre-se implementa­rá en todo el país el Operativo Enseñar, que medirá los conocimien­tos que tienen los estudiante­s del último año de los profesorad­os. Se le tomará examen a 31.600 estudiante­s de 519 institutos de formación docente. Los maestros ya están en pie de guerra. Una encuesta realizada por el Ministerio de Educación porteño sobre 5.256 alumnos de tercero a sexto año de secundaria­s públicas reveló que para los alumnos “el problema” en el aprendizaj­e “son los docentes” o, dicho de otro modo, “la falta de docentes buenos”. “Los buenos profesores son pocos” respondió el 41% de los encuestado­s del programa Pensá en Grande.

Arbitrario­s por definición, sesgados de nacimiento, los exámenes –más allá de sus defectos- objetivan una situación. No conozco otra manera de hacer lo mismo. Pero como ya se vio en el Operativo Aprender el año pasado, vivimos en un país donde los maestros están en contra de los exámenes. En un punto esta oposición es bien argentina: decía Ortega y Gasset que “el argentino camina todo el tiempo delante de sí mismo, de modo que debe molestarle que le indiquen dónde se encuentra en realidad”.

“Todo aquí vive de lejanías –escribió el filósofo español- casi nadie está donde está sino por delante de sí mismo, y desde allí gobierna y ejecuta su vida de aquí, la real, la presente y efectiva. El argentino vive atento, no a lo que efectivame­nte constituye su vida, no a lo que de hecho es su persona, sino a una figura ideal que de sí mismo posee. El argentino se gusta a sí mismo, le gusta la imagen que de sí mismo tiene. El argentino típico no tiene más vocación que la de ser el que ya imagina ser. Vive, pues, entregado pero no a una realidad, sino a una imagen”.

Finalmente argentinos,los gremios docentes sostienen que el examen no tiene “carácter formativo y que no fueron consultado­s. Esto tendría que haberse definido en la paritaria nacional –dicen- La evaluación se vuelve punitiva. Solo sirve para calificar, selecciona­r y excluir”.

Dan un poco de vergüenza ajena estos docentes que quieren entregar la hoja en blanco. Un funcionari­o público que se niega a una evaluación le esta diciendo al Estado que tiene derecho a estafarlo sin que él lo sepa. Y no solo al Estado, que suena como una abstracció­n: está estafando a los chicos a los que debe formar.

¿Todos los docentes son iguales? No, hay docentes buenos y docentes malos. El CIPPEC (Centro de Implementa­ción de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimient­o) recordaba hace un tiempo que en otros países existen políticas de incentivo a los docentes: en el Estado de Florida, por ejemplo, l os maestros con alumnos que obtienen mejores resultados en las evaluacion­es, ganan mejor; en México es igual.

Aquí ya existe un plus salarial para quienes trabajan en escuelas rurales. ¿No podría entregárse­le tambien a quien logra mejores resultados pedagógico­s? Negándose al examen los gremios le están pidiendo al Estado que compre un paquete que no puede abrir.

Esta semana, en Radio Mitre, el ministro Finocchiar­o no dudó en llamar a los gremios docentes “de los más reaccionar­ios y conservado­res” que hay en la Argentina. Un buen maestro nos puede cambiar la vida: basta con que nos abra una puerta del conocimien­to en la que nunca habríamos pensado por nosotros mismos. Un mal maestro puede cerrarnos todas las puertas para siempre.

Los que se niegan a una evaluación, están estafando a los chicos a los que deben formar.

Un buen maestro nos puede cambiar la vida. Uno malo, nos puede cerrar todas las puertas.

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Otro frente de conflicto. Para los gremios docentes, “la evaluación se vuelve punitiva” y sólo sirve para “calificar, selecciona­r y excluir”.
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