Clarín

Organizan juegos y fiestas infantiles en las escuelas para evitar que las cierren

Estrategia. Las familias planearon actividade­s para pasar el fin de semana allí y lograr que la policía no impida la votación.

- Marina Artusa martusa@clarin.com

Como todos los viernes, ayer a las cuatro y media de la tarde Zoe, de 7 años, esperó que Didac, su papá, viniera a buscarla a la escuela. Cuando Didac Ferrer llegó, en vez de llevarla a casa le pidió que lo acompañara a acomodar en el gimnasio del colegio las bolsas de dormir que había traído. Desde la noche de este viernes y hasta el domingo, los Ferrer velan por la escuela en la que Zoe aprende a leer y escribir para que la policía no entre a impedir que el domingo se pueda votar aquí por el referéndum.

Zoe Ferrer es alumna de la escuela Univers, uno de los 2.315 colegios electorale­s que, según el gobierno catalán, estarán abiertos mañana, de 9 a 20, para que la gente decida si desea o no una república de Cataluña separada de España. A 24 horas de la consulta popular que ahonda la grieta entre la Generalita­t y el gobierno español, las escuelas se han convertido en botín de guerra del referéndum.

El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña había ordenado a los Mossos d’Esquadra, la policía catalana, precintar las escuelas para impedir la votación. Para esquivar la medida, se crearon comités de defensa del referéndum que se propusiero­n ocupar las aulas hasta el domingo.

Ayer, el mayor de los Mossos, Josep Lluis Trapero, ordenó a su gente para el domingo confiscar urnas y desalojar a quienes permanezca­n en los centros de votación pero, sobre todo, pidió evitar el uso de la fuerza. En el barrio de Raval, sin embargo, hubo encontrona­zos con los vecinos, cuando una patrulla policial intentó impedir que miembros de los comités ingresaran en el centro Collaso i Gil.

“La idea de dormir en las aulas hasta la votación ha sido una inciativa de las familias”, dice Nuria Campdevill­a, directora de la escuela del barrio barcelonés de Gracia a la que asisten 300 nenes de entre 3 y 12 años. “Abrieron un grupo de WhatsApp que llegó a reunir en horas 150 miembros y organizaro­n este fin de semana como fiesta de inicio de clases.”

Las clases en el Univers comenzaron el 12 de setiembre. Todos los años, la escuela da la bienvenida a los más chiquitos que empiezan su salita de jardín con una tarde de juegos. Fue ésta la excusa ideal para camuflar la permanenci­a en las aulas el fin de semana del referéndum. La fiesta del inicio de clases, esta vez, será la fiesta sin fin: desde ayer a la tarde y hasta mañana a las 20 habrá talleres de manualidad­es para los chicos, carreras de embolsados, picnics en el patio, proyección de películas, lectura de cuentos y pijama party. “Lo importante es permanecer aquí para que domingo se pueda votar”, dicen los papás de esta escuela pública que aplica el método Montessori.

“No me atrevo a quedarme a dormir con mi hija. No deja de ser una toma. Y prefiero no adherir a una toma que incluye chicos”, dice Mariela Artola, una argentina de 43 años que vive desde hace 14 aquí, en Barcelona, donde nació su hija Martina, de 8.

“No sentimos miedo pero sí tenemos dudas sobre lo que podría suceder -dice la directora de la escuela mientras en el arenero un grupo de chicos que dormirán aquí se sacan los zapatos para sentir la arena entre los dedos de los pies-. Vemos día a día que están llegando a hacer cosas que no imaginábam­os para impedir la votación como si el referéndum quisiera decir independen­cia. No. Quiere decir que la gente tiene derecho a expresar su voluntad.” Otras escuelas de Barcelona se sumaron a la picardía de organizar festejos hasta el domingo. Algunas ya lanzaron sus fiestas del otoño que, gracias al referéndum, este año será celebrado casi como Semana Santa.

“Con mi esposa le hemos explicado a Zoe que nos quedamos a dormir en el colegio porque hay gente que no entiende que nos tiene que dejar elegir lo que queremos -dice Didac Ferrer-. No tengo más miedo.” Trajo el cartelito de “Do not disturb” (No molestar) que los huéspedes colocan en la puerta de sus habitacion­es en los hoteles: “Pienso colgarlo en la reja de la escuela cada noche.”

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REUTERS Víveres. Padres de alumnos de una primaria en Barcelona, con provisione­s para el fin de semana.

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