No hizo nada malo
Podría haberle ocurrido al salir con su auto por las calles de Manchester o yendo al entrenamiento de su equipo. Pero Sergio Agüero, en su día libre de prácticas futbolísticas y de obligaciones profesionales, recibió la invitación de un amigo para ir a un recital, hizo los 900 kilómetros que separan a la ciudad inglesa en que reside con Amsterdam en un avión privado y a la salida, por obra del destino, de un conductor imprudente o de la fatalidad que impera en este mundo convulsionado, se accidentó.
Entonces, enseguida se alzaron voces a su favor y en su contra. Se lo acusa de falta de profesionalismo porque, según quienes lo fustigan, para el ex delantero de Independiente los días que se avecinan podían ser para el recuerdo. Porque hoy Manchester City enfrenta a Chelsea por la Liga inglesa y allí podía alcanzar, si marcaba un gol más en su carrera, al máximo goleador de su club. O porque ante Perú y Ecuador, la semana que viene, se perfilaba como titular y como el acompañante ideal de Lionel Messi para conseguir con Argentina el pasaje rumbo al Mundial de Rusia.
No podrá ser. El Kun no tuvo ninguna conducta inapropiada, no se peleó en la calle, no fue a practicar deportes extremos, no salió de madrugada por los bares ni se emborrachó. Sólo quiso aprovechar un rato libre para, simplemente, vivir. Lo definió bien su DT, Pep Guardiola: “Quiero que los jugadores sean felices. Deben descansar mental y físicamente. Pueden disfrutar de sus vidas, deseo que se diviertan”. Eso intentó Agüero cuando la fatalidad le jugó una mala pasada.