Entre la represión de la Guardia Civil y los claveles para la policía catalana
Golpes. María José Molina Ferrer, de 60 años, estaba esperando para votar cuando fue reprimida por la policía nacional. Los Mossos de Esquadra, aplaudidos.
Un libro sería una buena compañía para pasar el tiempo hasta que se hicieran las nueve y la Escola Infant Jesús, donde le tocaba votar, abriera sus puertas. María José Molina Ferrer, una catalana que ya pasó los 60, se sentó en un escalón del carrer de l’Avenir con el libro sobre las rodillas. Cuando a las 9 llegaron la Guardia Civil y la Policía Nacional con el claro propósito de ingresar a la escuela para secuestrar las urnas del referéndum, María José quedó en el medio. Los forcejeos, empujones y golpes la hicieron caer de cabeza al piso. Se abrió la frente y comenzó a sangrar. Perdió el libro y las gafas.
“Soy muy ligera, peso apenas 50 kilos. Nos les costó mucho tirarme al suelo”, le contó María José a Clarín. “Estaba leyendo y esperando mi turno para votar. No le diré si votaré por el sí o por el no. Eso no interesa. Lo que sí importa es que se pueda votar. Y sin violencia”, dijo la mujer que fue llevada al hospital donde la atendieron por la herida en la frente mientras la Guardia Civil arrastraba de los pelos o golpeaba con machetes a los ciudadanos que intentaban impedir el ingreso de la fuerza de seguridad en la escuela. A algunas cuadras de allí, en la Escuela Industrial de Barcelona, los vecinos montaron barricadas con vallas y bolsas de cal para impedir que los uniformados de cascos negros ingresaran.
María José Molina Ferrer, sin em- bargo, no se dio por vencida: con la cabeza vendada y la ropa manchada de sangre, volvió a la Escola Infant Jesús dos horas después y, acompañada por su hijo, finalmente votó.
“María José ha sido agredida y creo que esto es muy grave. Lo único que quería hacer era votar “, le dice a Clarín el ex presidente de la Generalitat Artur Mas, que votó en la misma escuela.
“En un estado democrático del si- glo XXI, ¿usted cree que se puede agredir a alguien que quiere votar? Esto es lo que ha hecho el estado español, agresivo y violento. Aquí hay un pueblo que hace todo lo posible por votar pacíficamente y un estado que hace todo lo posible por no permitirlo violentamente”, agregó.
A las ocho de la noche, cuando finalizó la votación del referéndum que podría decidir si Cataluña se queda dentro o fuera de España, el gobierno de la Generalitat aseguró que 994 personas habían resultado heridas en toda Cataluña.
“Pedimos a las personas heridas que hagan la denuncia a los Mossos”, sugirió el vocero de la Generalitat, Jordi Turull.
Sin tocarle un pelo a nadie, los Mossos d’Esquadra, la policía catalana, habían recorrido los centros de votación antes de las 9 de la mañana para advertir a quienes ocupaban esos espacios que debían retirarse y que vendrían a buscar las urnas para que el referéndum no se realizara. Los Mossos tenían orden del Tribuna Superior de Justicia de precintar los colegios electorales y evitar el ingreso de la gente que, al comprobar que los Mossos no los obligaban a abandonar los centros ocupados, los aplaudían. Los más sentimentales hasta los homenajeaban entregándoles claveles.
No sucedió lo mismo con la llegada de la Guardia Civil, que aplicó sin chistar violencia contra quienes se resistían a dejarlos ingresar a los centros de votación.
La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, sin embargo, defendió el accionar policial de los 10.000 efectivos que desembarcaron en Cataluña: “El objeto nunca han sido las personas sino el material electoral. El cuerpo de seguridad actuó con profesionalidad. Ha cumplido su deber de modo proporcional y proporcionado. No ha habido referéndum ni aparencia de tal”.
Sin embargo durante casi toda la jornada de votación, la Generalitat aseguraba que tres de cada cuatro urnas estaban activas.
Sobre el carrer de l’Avenir, cuando la Guardia Civil repartía bastonazos y corría a la gente de los pelos, desde los balcones los vecinos comenzaban a golpear cacerolas y sartenes. El cacerolazo que desde hace una semana ensordece a Barcelona de 22 a 22.15 horas en reclamo del referéndum, ayer se convirtió en manifestación de repudio.