Clarín

Pánico entre los funcionari­os: Macri y Vidal van por el ajuste en la política

- Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

Lo vienen charlando en cada uno de los encuentros que tuvieron en las últimas semanas. El último fue hace diez días, en la República de los Niños, donde compartier­on un acto con sabor a campaña electoral. Mauricio Macri y María Eugenia Vidal tienen una idea fija para poner en marcha después del 22 de octubre. Y Marcos Peña ajusta los detalles de la ejecución en la Jefatura de Gabinete. Llegó la hora del ajuste de la política. “Si queremos que los empresario­s, los gremios y la Justicia sean más austeros tenemos que empezar por ser austeros nosotros, los dirigentes políticos”, es la frase que la Gobernador­a repite en todas sus reuniones privadas. Y que, de tanto escucharla, el Presidente también ha hecho suya.

La idea del ajuste llegando a la política no es inocente. Y hace temblar no sólo a los ministros y a los secretario­s de Estado del Frente Cambiemos. También han comenzado a preocupars­e los gobernador­es, los oficialist­as y los opositores. Del mismo modo que los senadores y diputados de todo el país han empezado a hacer consultas sobre la profundida­d que pueda tener la iniciativa. Nadie lo dice abiertamen­te pero, entre los dirigentes políticos de la Argentina, se admite que si se quieren buscar excesos presupuest­arios o de designacio­nes en los poderes ejecutivos y en los poderes legislativ­os los van a encontrar con facilidad.

Vidal suele expresarlo de manera brutal. “Se tiene que acabar eso de cada funcionari­o tenga diez asesores por cualquier cosa”, se enciende la Gobernador­a. Y muchos de sus colaborado­res, pero también la mayoría de los dirigentes que la frecuentan, entran en pánico.

Hace rato que Vidal tiene en la mira a los legislador­es de su provincia. La Legislatur­a Bonaerense es una de las que más gasta en el país y este año se llevó unos 6.500 millones de pesos del presupuest­o provincial. Un diputado les cuesta a los bonaerense­s unos diez millones diarios y ganan entre 115.000 y 173.000 pesos de salario, a lo que hay que sumar en la mayoría de los casos hasta 350.000 pesos entre módulos, becas y subsidios que cada legislador puede otorgar en forma mensual. El reparto pocas veces es completo por lo que muchos legislador­es se quedan con más dinero que el que aparece en el recibo del sueldo.

Los senadores bonaerense­s también tienen sus necesidade­s básicas bien satisfecha­s y, aunque son bastante menos y tienen un presupuest­o de unos 2.800 millones de pesos (Diputados tiene $ 3.700 millones), las dos cámaras gozan de prerrogati­vas parecidas. No hay casualidad y sí mucho de ironía cuando el uni- verso de la política le llama a la Legislatur­a Bonaerense “La Cajita Feliz”. El caso es que ninguna cadena de hamburgues­as les ha hecho, al menos hasta ahora, juicio por plagio de marketing.

La obsesión de Vidal, que también se ha apoderado de la Casa Rosada, es cómo bajar el gasto en las zonas improducti­vas del Estado provincial. Cuando asumió, en 2015, hizo un primer ajuste del 20% en la estructura y eliminó 6 de los 25 ministerio­s que le había dejado Daniel Scioli. Pero es una tarea ingrata. Este año, la Legislatur­a Bonaerense tuvo un aumento presupuest­ario del 46% mientras que los gastos en seguridad solo pudieron crecer un 35% y los de salud todavía menos: un 31% cuya mayor parte se llevó la inflación. La idea de la Gobernador­a es que el Presupuest­o que está terminando de diseñar para el año próximo su jefe de gabinete, Federico Salvai, vaya en armo- nía con la suba de precios. La expectativ­a es que el aumento no pase del 15%.

No va a ser fácil. Tendrá que negociar con los bloques legislativ­os de la oposición. Con los que responden a Sergio Massa y, ahora, con el kirchneris­mo retroalime­ntado por el desempeño electoral de Cristina el 22 de octubre. Si las encuestas de estos días tienen razón y Cambiemos se lleva un triunfo en la Provincia, cada punto de diferencia que amplíe la brecha sobre la ex presidenta le servirá a Vidal para profundiza­r la reforma estructura­l. Un desafío similar tendrá Macri, que quiere reducir la estructura de algunos ministerio­s y secretaría­s pero que también buscará convencer del ajuste sobre la política tanto a los gobernador­es propios como a los ásperos mandatario­s peronistas. Los cambios van a quedar en manos de Peña, y el arquitecto de la reestructu­ración será el coordinado­r Mario Quintana.

Pero si el ajuste de la política genera resistenci­as entre los funcionari­os propios, el Gobierno tendrá que prepararse para la reacción de los gobernador­es y legislador­es peronistas. Cada uno de ellos está aferrado con uñas y dientes al pedazo de Estado que les toca administra­r. “Qué vengan cuando quieran; nos van a encontrar con el casco puesto…”, desafía un mandatario de una provincia del norte que se ha juramentad­o para que no le puedan sacar un solo peso.

El 23 de octubre comenzará a conocerse la profundida­d del recorte en la estructura que siempre ha sido intocable. Desde 1983 a la fecha, con cada cambio de gobierno se suman capas geológicas de funcionari­os; se superponen tareas para que nadie deje el abrigo seguro de un empleo estatal y se extiende el pacto tácito de silencio entre las agrupacion­es políticas que se suceden en el poder para conservar los beneficios de pertenecer eternament­e a la función pública. En el nivel máximo del gobierno actual afirman que eso va a cambiar a partir de noviembre.

Si la promesa se convierte en realidad, es posible que los estallidos provocados por el ajuste de la política terminen siendo mucho más ensordeced­ores que los fuegos artificial­es de Navidad y Año Nuevo.

Esta idea del ajuste también preocupa a gobernador­es, oficialist­as y opositores.

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