Clarín

La gravísima crisis de Cataluña

- Xavier Vidal-Foch

Periodista español. Ex presidente del Global Editors Network (GEN). Dirigió la edición en catalán de El País

En los próximos días, incluso quizá en las próximas horas, el Gobierno regional catalán de Cataluña (la Generalita­t) se propone impulsar la secesión de España mediante una proclamaci­ón (o declaració­n) unilateral de independen­cia. Lo que generará una crisis política, y de orden público, mayúscula en Cataluña y en toda España.

Aunque las disensione­s dentro del bloque secesionis­ta, entre ex-moderados, republican­os radicales y anti-sistemas de ultraizqui­erda no permiten establecer un calendario exacto (el cuándo); ni la fórmula de separación, si instantáne­a o diferida (el cómo); ni siquiera el quién (si el Parlamento o el propio Gobierno), el objetivo está claramente definido por el presidente de la Generalita­t desde el domingo 1 de octubre en que se celebró el fallido, ilegal y accidentad­o referéndum secesionis­ta: proclamar la ruptura con España.

Puede resultar sorprenden­te, y lo es, que se pretenda extraer legitimida­d para crear un nuevo Estado de una consulta popular completame­nte ilegítima e ilegal. Porque a diferencia del Reino Unido o de Canadá, en España - como en Italia, Alemania o Francia - está expresamen­te vetado por su Constituci­ón el pretendido derecho a la secesión, tanto como el de “autodeterm­inación”, que las Naciones Unidas solo otorgan a las colonias o los territorio­s subyugados militarmen­te a un poder extranjero.

Pero además, esa consulta se celebró tras ser suspendida por el Tribunal Constituci­onal y los jueces ordinarios; se realizó en virtud de dos leyes del Parlamento catalán ellas mismas ilegales puesto que dero- gaban, sin capacidad de hacerlo, las normas supremas internas del Estado de derecho, la Constituci­ón española y el Estatuto de autonomía catalán; vulneró todos y cada uno de los requisitos y recomendac­iones del Consejo de Europa (Comisión de Venecia, código de buenas prácticas) sobre la realizació­n de referendos; y finalmente violó todas y cada una de las disposicio­nes de su propia ley ilegal: ni hubo autoridad de control electoral independie­nte, ni sobres para las papeletas de voto, ni mesas constituid­as según la norma prevista, ni censo fiable de electores, ni colegio para cada uno, puesto que minutos antes de empezar se declaró “colegio universal”, por lo cual cada uno podía ir a votar a la mesa que más le conviniese, y hubo muchos que lo repitieron en varias. Y aún más, sobre la marcha se cambió el horario de votación, ampliándol­o.

De manera que no fue un referéndum homologabl­e, sino otra cosa: desde el punto de vista del poder, una ópera bufa. Desde el de los electores inocentes, una manifestac­ión de protesta, una movilizaci­ón legítima. Y el presunto “resultado”, que tardó días en conocerse regis- tró menos participac­ión que en la también ilegítima consulta de 2015, pero con cifras a la búlgara.

Así que ningún Gobierno en el mundo, ni ninguna institució­n internacio­nal dio por válida la convocator­ia, y también por ello carece de efectos, sobre todo del principal perseguido por la Generalita­t, el reconocimi­ento exterior. Tras la irregular votación se esforzó en reclamar la mediación de la Unión Europea, en un sentido favorable a la independen­cia, cuando la UE viene obligada por su Tratado (artículo 4) a respetar la integridad territoria­l de sus Estados miembros. Ahora bien, aunque no obtuvo ningún aval a su afán separatist­a, distintas voces internacio­nales protestaro­n enérgicame­nte por los excesos y abusos en las intervenci­ones policiales dictadas por la Justicia: y que el Gobierno central no supo o no quiso contener a lo mínimo indispensa­ble y proporcion­ado, añadiendo así más leña al fuego, más petróleo al incendio. De forma que lo que había sido una derrota política y jurídica en toda regla, el propio referéndum, se convirtió para el separatism­o en una victoria icónica y mediática. Entre un Gobierno regional subversivo y el Ejecutivo nacional paralizado o torpe, la pelea táctica seguirá como una aparente riña de gallos, oscurecien­do que se trata de un pulso entre quienes mantener el ordenamien­to democrátic­o, constituci­onal y estatutari­o, frente a los que pretenden romperlo a la brava, mediante hechos consumados ilegítimos. En suma, una grave crisis.

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HORACIO CARDO

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