La magia del teatro mundial invade la ciudad
Mañana comienza el FIBA, con 65 obras de varios países. El suizo Stefan Kaegi habla sobre su original “Remote Buenos Aires”.
En el teatro San Martín, mañana comienza el 11°Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA). Esta edición contará con 65 obras teatrales en dife- rentes formatos -representadas en 38 sedes- , hasta el 21 de octubre. Por un lado, habrá obras de sala, como la apertura con el musical The Tiger Lillies Perform Hamlet, con actores daneses que presentarán en el San Martín su versión del clásico de Shakes- peare. Por otro, se incorporaron una serie de experiencias que apuntan a remarcar el aspecto vivencial del espectador en diferentes espacios y duraciones. El cierre, por ejemplo, será con una versión de 2666, la novela de Roberto Bolaño, que dura... ¡12 horas! Además, obras como Remote Buenos Aires toma la ciudad a modo de escenario, en un recorrido que involucra a 50 espectadores.
Esta propuesta del colectivo alemán Rimini Protokoll hace “dialogar” al espectador con un dispositivo acústico de inteligencia artificial. A través de auriculares, una voz le va desplegando distintos relatos y situaciones en espacios emblemáticos de la ciudad como el cementerio de la Recoleta o el Obelisco.
El suizo Stefan Kaegi es uno de los fundadores de Rimini Protokoll, grupo fundado en 2002, aunque sus directores (Helgard Haug y Daniel Wetzel, además de Kaegi) trabajaban juntos desde 2000. El tipo de teatro que realizan cruzó en sus inicios el documento y la ficción. De hecho, uno de sus primeros trabajos se basó en la reproducción de discursos del Parlamento alemán a cargo de gente común, experiencia que estuvo jaqueada por la censura.
Kaegi estuvo por primera vez en la Argentina hace 16 años; realizó en Córdoba un trabajo que consistía en exhibir en una vidriera pública a tres porteros locales. Para Rimini Protokoll el teatro no es una representa- ción: es, ante todo, una experiencia, en muchos casos colectiva. Allí reside la condición política de su reflexión sobre el arte que trasciende las fronteras del teatro convencional.
Entre los últimos trabajos del grupo, se encuentra una tetralogía sobre la posdemocracia realizada en Alemania. Para este proyecto -explica Kaegi- partieron de la siguiente pregunta: “¿Por qué hay políticos que no tienen ni siquiera el poder de hacer las cosas por las que fueron votados? Hay otros poderes reales en el mundo detrás de la cortina democrática. La primera obra de esta serie fue sobre los Servicios de Inteligencia; la segunda, sobre la mafia de las constructoras que transforman la ciudad más que cualquier alcalde; luego abordamos el tema de la Democracia en Internet y las mayorías súbitas que surgen en las redes; la cuarta -y últimaserá sobre el Foro Económico de Davos y el lobby como práctica.” Sin embargo, Remote Buenos Aires va en otra línea. De algún modo es una reflexión sobre la tecnología y los vínculos humanos. Se trata, además, de una experiencia que viaja por diferentes ciudades del mundo: Houston, Taipei, Santiago de Chile, entre otras.
-¿Cómo definirías este trabajo? ¿Es un espectáculo, una performance, una obra...? -El término performance no me interesa porque viene de los artes plásticas que sacralizan una serie de rituales. Sí, podemos llamarlo espectáculo; otros la definen como algo vinculado al video juego... Para los que participen será un espectáculo que toma a la ciudad como escenografía, donde todo lo que construimos es acústico. Todo el diseño de sonido que acompaña al espectador tiene una complejidad similar a la banda sonora de una película.
-¿Qué aporta el sonido como material a un espectáculo de este tipo? -Tenemos un largo pasado de trabajar con la acústica, lo hemos hecho para la radio. Cuando hablamos de obras en el espacio público hay una tendencia de grupos franceses o polacos que lo usan de forma espectacular, con gritos y cosas demasiado visibles. Nosotros lo hacemos de un modo más imperceptible. Solemos ver muchos auriculares en el espacio público, pero de personas solas hablando con alguien o escuchando música. En Remote Control eso no sucede, se comparte un espacio público sonoro con cincuenta espectadores. Es una platea caminando que sale a la luz en lugar de estar escondida en una sala de teatro. -¿Y qué plantea sobre la tecnología?
-Investigamos cómo se desarrolla una sociedad cuando los algoritmos toman decisiones por nosotros: desde calendarios que nos dicen cuándo y dónde tenemos que estar, motores de búsqueda en Internet que deciden por nosotros...
-¿Adaptás algo a la ciudad de Buenos Aires, o es el mismo formato para todos los países? -No, nos adaptamos mucho al lugar. El equipo que creó Remote Buenos Ai
res, por ejemplo, pasó tres semanas buscando lugares, textos y audios de esta ciudad. Es muy distinta a la experiencia de Remote Taipei, en Taiwán, por ejemplo. -¿Cuál es la idea sobre teatro que
hay en “Remote Buenos Aires”? -Por un lado está el ritual de un tour de audio colectivo que tiene algo de conspiración. Luego hay un segundo nivel de público: los que ni siquiera saben que, en ese momento, en la ciudad existe una obra; gente que de pronto va a pasar por el Obelisco y verá un grupo de cincuenta personas bailando durante dos minutos, que luego desaparecerán. -¿Cómo te imaginás el teatro del futuro?
-Bueno, hace poco, en Viena, vi un robot humanoide que me recitó un texto hermoso... También me interesa una especie de teatro químico. Hasta ahora, usamos las drogas de un modo muy ingenuo; creo que en el futuro las sutancias tendrán también una función más narrativa. Y seguirá, claro, el teatro convencional. Máxime en este tiempo donde pasamos tanto tiempo frente a una computadora o un celular, el teatro sigue siendo una forma viva que nos hace reflexionar sobre cómo nos relacionarnos. Incluso, creo que ni el miedo y la fobia hacia el otro, o el peligro de los nacionalismos que está aflorando en el mundo, nos impida encontrarnos para ver una función de teatro.