Clarín

El camino de Nuzman, paralelo con el de su amigo Joao Havelange

Abogado que entró al deporte por el vóleibol y, como el patriarca del fútbol, lo vinculan con negocios turbios.

- Eleonora Gosman egosman@clarin.com

“Joao Havelange fue el nombre más importante del deporte mundial. Transformó el fútbol en una religión mundial”. Estas fueron las palabras pronunciad­as por Carlos Nuzman el 16 de agosto del año pasado, durante el entierro de su amigo y maestro Jean-Marie Havelange, presidente de la Federación Internacio­nal del Fútbol, la FIFA, entre 1974 y 1998; y miembro del Comité Olímpico Internacio­nal, el COI, entre 1963 y 2011.

Próceres del deporte en su país, y amigos íntimos, ambos vieron manchadas sus biografías por casos de sobornos. Hay quienes sindican a Havelange como el hombre que implantó “la corrupción” como método de dirección de la FIFA. Las denuncias contra el anciano líder futbolísti­co estallaría­n sin embargo en forma tardía. En 2010 fue acusado de aceptar millones de dólares en coimas procedente­s de la firma suiza Internatio­nal Sport and Leisure. Eso lo llevó a renunciar a su cargo en el COI. Pero dos años después, volvieron a brotar las sospechas cuando la justicia de Suiza dijo que él y su yerno Ricardo Teixeira (presidió la Confederac­ión Brasileña de Fútbol entre 1989 y 2012) había recibido coimas por 20 millones de dólares por la venta de derechos de transmisió­n de torneos. Esta vez tuvo que archivar, para su tristeza, el título de “presidente honorario” de FIFA.

Todo sugiere que Nuzman siguió los pasos del “genio mundial del deporte”. La única diferencia, tal vez, es que este jueves debió soportar que los agentes de la Federal brasileña se lo llevaran en autos policiales. A los 71 y luego de dirigir durante 19 largos años el Comité Olímpico de Brasil (también es miembro del COI), Nuzman se enfrenta con una pesada acusación: la de sobornar a dirigentes africanos. Su objetivo era conseguir el sueño de su vida, y de la enorme mayoría de su país: que Río fuera la sede de la Olimpíada de 2016. En octubre de 2009, cuando en Copenhague se definió la capital carioca como la huésped de ese gran acontecimi­ento mundial, Nuzman brillaba de felicidad. Y en junio del año pasado, cuando todo estaba ya encaminado, no se pudo contener: “Tengo el orgullo de ver que podemos construir el mayor y más complejo evento de la humanidad” profesó. Claro que por entonces nadie imaginaba el final de esta historia. Tanto que Gilbert Felli, director ejecutivo del COI, declaró en aquel momento: “Nuestras expectativ­as aumentan gracias al trabajo que se realiza. Tengo una gran confianza en el resultado”. Cuatro meses antes, sin embargo, el vicepresid­ente del COI John Coates se había quejado amargament­e. E incluso, había llegado a mencionar que podría haber un cambio de ciudad olímpica.

Abogado de profesión, Nuzman no se destacó precisamen­te en las Leyes. Optó desde joven por el deporte de su preferenci­a, el voleibol. Y a partir de 1975, ejerció la presidenci­a de la Confederac­ión, cargo que mantuvo por dos decenios. De Nuzman se dice que tuvo la “virtud”, o tal vez lo contrario, de juntar el vóley con el marketing. Y fue esa fama la que lo condujo al COB. Se afirma que una vez al frente de esa organizaci­ón, Nuzman puso en práctica el modelo de gestión de su amigo Havelange. Por lo que puede verse, con él compartió otra pasión: los negocios nebulosos. Entre las historias chismosas hay una si se quiere hasta inocente. En 2004, los uniformes que utilizó la delegación brasileña en los Juegos Olímpicos de Atenas fue diseñado y confeccion­ado por la estilista Mónica Conceicao, cuñada de Nuzman. ■

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Juntos. Nuzman y Havelange compartier­on espacio en el COI.

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